ST. AMANT, Luisiana.— Luisiana sigue desenterrándose tras las inundaciones devastadoras, y las cuadrillas de rescate van puerta por puerta en busca de sobrevivientes o cadáveres atrapados por aguas tan arremolinadas que en algunos casos sacaron a flote a los muertos en los cementerios.
Al menos 13 personas murieron en las inundaciones provocadas por lluvias torrenciales en el sur de Luisiana. Al comenzar el lento retroceso de las aguas, se acelera la tarea de reconstruir vidas, sacar el barro de las casas o al menos encontrar un alojamiento.
Además, hay un problema propio de Luisiana: algunas familias tratan de volver a inhumar a sus seres queridos cuyos ataúdes fueron desalojados por las inundaciones.
En el cementerio Plainview de Denham Springs, las familias que fueron a ver el estado de las tumbas se encontraron con un caos de bóvedas revueltas o fosas vacías.
En el sur de Luisiana la capa freática es tan alta que no se puede enterrar a la gente a los habituales dos metros bajo tierra. Los ataúdes suelen encontrarse en bóvedas parcialmente sobre tierra, dijo Zeb Johnson, de la oficina forense de Calcasieu Parish, que tiene mucha experiencia en la recuperación de ataúdes dispersados por inundaciones o huracanes. Johnson dijo que una decena de ataúdes desenterrados en el vecino Jefferson Davis Parish deberán ser reenterrados una vez que retrocedan las aguas.
En Livingston Parish, fuertemente afectado por las inundaciones, John Marston de la oficina forense dijo que recibieron denuncias de unos 30 ataúdes desenterrados y prevén encontrar más.
En otras zonas, continúa la búsqueda de sobrevivientes.
Las cuadrillas de rescate irán de casa en casa durante todo el fin de semana, dijo Brant L. Thompson, del departamento estatal de bomberos. Las cuadrillas que recorren sistemáticamente los distritos llaman a las puertas, buscan señales de vida tales como huellas nuevas de neumáticos o pilas de escombros indicadoras de que alguien está limpiando una casa. Esperan lo mejor, pero luego de inundaciones de semejante magnitud, también están preparadas para lo peor.
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Rebecca Santana /AP