No eran todavía las 10 de la mañana pero Juan Carlos Espinosa ya sudaba cuando se bajó de su Lada soviético frente a un estudio fotográfico en 10 de Octubre, un barrio de clase media en La Habana.
Con temperaturas de alrededor de los 30 grados y una alta humedad, Espinosa vestía una camiseta negra cuando posó frente a una sábana blanca para una foto para una visa. Luego, Lian Marrero se encerró en una oficina lateral para obrar su magia: quitar la camiseta y poner en su lugar un traje oscuro con corbata gris bien anudada, todo mediante un programa informático de edición de fotos.
Marrero hizo clic en impresión y Espinosa partió con tres fotos para documento vistiendo un traje que alguna vez perteneció a un desconocido, si es que existió.
En la isla y el mundo, decenas de miles de cubanos adornan sus documentos de identidad con fotos en las que visten trajes y blusas elegantes que jamás se han puesto. Cada foto, imperceptiblemente alterada, es reveladora de la destreza de los cubanos para inventarse ingeniosas soluciones técnicas caseras a los problemas de una isla acosada por las carencias.
En este caso, el problema es relativamente sencillo: cómo lucir bien en fotos oficiales cuando el calor tropical, la falta de climatización y la estrechez del presupuesto familiar impiden vestir ropa formal en el estudio fotográfico. La solución: programas de edición y una red informal de estudios fotográficos que intercambian imágenes de trajes y vestidos.
Marrero, un electricista de 27 años que regenta un estudio fotográfico en un cuarto de la vivienda que comparte con su esposa, dijo que había ofrecido ropa a sus clientes, pero a la gente le disgustaba ponerse prendas usadas por muchos otros clientes.
“Nos dimos cuenta que a la gente le gustaba más el tema de trajes digitales”, dijo. “Teníamos tres trajes para poner y diez trajes digitales”, y finalmente se deshicieron de las prendas reales.
La demanda de fotos alteradas ha disminuido a medida que más oficinas cubanas y de gobiernos extranjeros adquieren los equipos para tomar fotos digitales. Pero muchos consulados extranjeros aún requieren que los solicitantes de visas traigan sus propias fotos, y puesto que pocos prohíben explícitamente la alteración, el negocio de los trajes digitales sigue floreciendo.
Espinosa, un mecánico de 53 años, dijo que él y su esposa dudaron entre un traje digital azul con corbata estampada y el negro con gris, por el que se decidieron finalmente.
“Traer un traje aquí no es fácil”, dijo. “Aquí tenemos la facilidad de elegir el que deseamos”.
Los dos estaban felices con el resultado.
“Lo veía más serio, me gustó más, con la corbata de color entero”, dijo López. “Me gusta esta combinación”.
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