Observando el comportamiento humano, he llegado a la conclusión que muchas personas tienen problemas para aceptar lo nuevo, para adaptarse a sí mismos, admitir que pueden equivocarse o sencillamente, para aceptar que otros pueden ser y pensar diferente a ellos.
Sin palabras parecen quedarse, algunas personas que pertenecen a grupos religiosos o a otras instituciones y no se atreven a dar una opinión, para no disgustar al pastor o a su guía espiritual. Sin palabras parecen quedarse, los que solo dicen: ¨Sí señor, no señor¨, como si pensar fuera un delito, como si verbalizar fuera un privilegio de unos pocos, o un riesgo que no vale la pena correr. Si piensas diferente, te tildan de ¨raro¨, el que no es similar o parecido, a veces es mal entendido, puede resultar irritante, o es visto como intolerante.
En la diversidad está la riqueza cultural, espiritual y social. Muchas personas aceptan como bueno y válido lo que más se asemeja a ellos, lo diferente les provoca rechazo y lo alejan de su entorno, pueden incluso llegar a evitarlo, en los grupos políticos, sociales y religiosos, se da mucho esta situación.
Dicen que hay dos tipos de personas, el que habla y aporta y el habla y no importa, si vas a establecer una relación, que sea con una persona a la que le tengas respeto, con la que compartas intereses comunes, con la que te haga pensar y con la que puedas conectar, los similares se atraen, que el que llegue o entre a tu espacio lo haga más agradable, más digno y más humano.
Que sea una persona con la que tengas sinergia, con la que compartas la grandeza de las cosas sencillas, una que te haga pensar, con la que puedas establecer una relación basada en la confianza, honestidad y lealtad, donde se establezcan vínculos, desde la solidaridad y la empatía, donde se identifiquen ideas, proyectos y se hagan alianzas. Que el que llegue a tu vida mejore tu espacio y enriquezca tu espíritu.