Puerto Rico atraviesa una encrucijada energética que, lejos de llevar al archipiélago hacia la autosuficiencia y sostenibilidad, parece afianzar su dependencia a compañías extranjeras y combustibles fósiles. En lugar de aprovechar los fondos federales para transformar el sistema eléctrico con fuentes de energía limpia, como la solar, eólica, hidroeléctrica o incluso nuclear, el gobierno ha optado por invertir en el gas natural y en la reparación de plantas eléctricas viejas, algunas con más de medio siglo de antigüedad.
El uso de los más de 10 mil millones fondos de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), destinados a la reconstrucción y modernización del sistema eléctrico tras los huracanes María y Fiona, ha sido una oportunidad desperdiciada. Mientras países alrededor del mundo invierten en energías renovables, Puerto Rico sigue anclado en políticas energéticas de antaño, favoreciendo el gas natural. Este recurso, aunque menos contaminante que el carbón o el petróleo, sigue siendo un combustible fósil que no contribuye a la independencia energética a largo plazo. De hecho, la sobre dependencia del gas pone al país en una situación de vulnerabilidad si ocurre una crisis en los mercados globales o si, en algún momento, la cadena de suministro se ve interrumpida.
Una Apuesta Peligrosa: Renovar Plantas Obsoletas en Vez de Diversificar Energía
El reciente enfoque del gobierno ha sido reparar y modernizar plantas eléctricas que ya están obsoletas, algunas construidas en la década de 1960. Estas plantas, aunque vitales para la estabilidad de la red eléctrica, no son una solución a largo plazo. En lugar de diversificar las fuentes de energía, se están utilizando fondos para prolongar la vida útil de un sistema que, inevitablemente, necesita ser reemplazado por uno más limpio y moderno.
La falta de un plan agresivo para desarrollar energía solar, eólica, o incluso explorar la posibilidad de la energía nuclear de baja escala, refleja un enfoque miope que ignora las necesidades futuras de seguridad energética. En vez de liderar el camino hacia una revolución energética, Puerto Rico sigue atado a un modelo que ya ha demostrado su ineficiencia.
El Papel de la Política: Intereses Gasistas en el Gobierno
No es un secreto que el sector del gas natural tiene una influencia considerable sobre las decisiones políticas en Puerto Rico. Hay quienes señalan que las empresas gasistas y sus cabilderos han comprado a gran parte de la clase política de la administración actual, tanto local como a nivel federal. Legisladores republicanos en el Congreso de Estados Unidos, algunos con fuertes vínculos a la industria del gas, continúan promoviendo una visión energética para Puerto Rico que solo beneficia a las grandes corporaciones extranjeras y no a los ciudadanos de la isla.
El Negociado de Energía de Puerto Rico, encargado de regular las tarifas eléctricas, decidió recientemente no aumentar las tarifas para octubre. Sin embargo, esta decisión podría ser temporal y oportunista, especialmente a medida que se acercan las elecciones. Después de los comicios, es muy probable que los consumidores enfrenten aumentos en el costo de la electricidad, lo que agrava la ya difícil situación económica en la isla.
El Gas Natural: Una Propuesta a Corto Plazo
La actual estrategia energética basada en el gas natural está condenada a fracasar si no se diversifican las fuentes de energía. En un escenario global donde la geopolítica del gas puede cambiar de un día para otro, Puerto Rico no tiene garantizada su seguridad energética a largo plazo. Si el acceso al gas se ve limitado o si los precios internacionales suben de manera desmesurada, la isla se encontrará sin alternativas viables.
Puerto Rico tiene un potencial increíble para aprovechar fuentes de energía limpia. La energía solar es una opción natural debido a la ubicación geográfica de la isla, y la energía eólica podría desempeñar un papel importante en áreas costeras. Incluso la energía hidroeléctrica, aunque limitada, podría contribuir de manera significativa. Sin embargo, sin una voluntad política para romper con los intereses establecidos, estos proyectos seguirán siendo sueños a largo plazo, mientras la isla continúa quemando gas y reparando plantas viejas.
Conclusión: Un Futuro Energético en Riesgo
Puerto Rico se enfrenta a una elección crítica: continuar dependiendo de combustibles fósiles y perpetuar un sistema energético que solo beneficia a unos pocos politicos y a las compañias que donan a la candidata para gobernadora en Puerto Rico, o dar el salto hacia un modelo más sostenible que garantice la seguridad energética para futuras generaciones. La dependencia del gas natural y las decisiones políticas influenciadas por intereses externos son una clara señal de que el gobierno actual está priorizando usando el dinero de FEMA para resolver el corto plazo sobre el bienestar a largo plazo de los ciudadanos.
Es urgente que se reevalúen las prioridades y que los fondos de FEMA se destinen a la diversificación de la matriz energética de Puerto Rico. Solo así se podrá asegurar un futuro en el que la electricidad sea accesible, asequible y, sobre todo, independiente de las fluctuaciones del mercado internacional.