Thursday, November 6, 2025
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La cumbre y las ausencias que dicen más que mil discursos

Por Rafael Portorreal M.

Rafael Portorreal M

La próxima Cumbre de las Américas, a celebrarse en la República Dominicana, ha comenzado a levantar más comentarios por las ausencias que por las presencias. Venezuela, Nicaragua y Cuba no figuran en la lista de países participantes, y esa exclusión deja al descubierto una realidad que nadie puede negar: en este hemisferio, y especialmente en el Caribe y Centroamérica, sigue mandando Estados Unidos.

El gobierno dominicano, encabezado por el presidente Luis Abinader, se encuentra en una posición delicada. Su administración, caracterizada por una política exterior pragmática y alineada con los intereses de Washington, ha optado esta vez por seguir la línea impuesta desde el norte. La exclusión de tres naciones latinoamericanas históricamente cercanas a nuestro país refleja la presión que ejerce la diplomacia estadounidense cuando de imponer su agenda se trata.

No es un secreto que, detrás del brillo de los discursos diplomáticos y de las sonrisas protocolares, se esconde la vieja lógica del poder: quien financia, dirige; quien necesita, obedece. Y la República Dominicana, dependiente del comercio, las remesas y la cooperación internacional, difícilmente puede resistir el peso de una orden velada proveniente de Washington.

Resulta llamativo, además, que se haya preferido la presencia de Donald Trump —una figura que no representa oficialmente al gobierno estadounidense— por encima del diálogo con tres países latinoamericanos con los cuales la República Dominicana ha mantenido lazos históricos de amistad y cooperación. Esa preferencia, más simbólica que diplomática, envía un mensaje inequívoco: el anfitrión no quiso contrariar al verdadero poder que define quién puede o no sentarse en la mesa hemisférica.

Las ausencias de Venezuela, Nicaragua y Cuba no solo empobrecen el debate continental; también exponen la fragilidad de la soberanía regional frente a la influencia de Estados Unidos. La Cumbre de las Américas, que debería ser un espacio de encuentro y pluralidad, corre el riesgo de convertirse en un escenario de exclusión ideológica y control político.

El pueblo dominicano, que ha sabido mantener relaciones respetuosas con todos los países del continente, no puede pasar por alto que estas decisiones —aunque presentadas como “protocolarias” o “logísticas”— responden, en el fondo, a intereses geopolíticos que poco tienen que ver con la autodeterminación o la integración regional.

Al final, la gran lección de esta Cumbre no será lo que se diga en los discursos, sino lo que se calle en las ausencias.

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