Fuera de banderías políticas, debemos admitir que la Junta Central Electoral de la República Dominicana está muy bien acreditada. Lo prueba el hecho de que el doctor Roberto Rosario Márquez fue presidente de la Unión Interamericana de Organismos Electorales 2012 – 2014 (UNIORE) y es elPresidente de la Asociación Mundial de Cuerpos Electorales 2015 – 2017 (A-WEB).
Países como Ecuador, El Salvador, Guatemala y Paraguay, no solo han pedido ayuda en la logística del montaje de sus respectivas elecciones, sino que han solicitado nuestros técnicos y hasta los escáneres y lectores de huellas utilizados por nuestro organismo electoral. La República Dominicana, con su tradición de cooperación entre países hermanos, no se ha hecho de rogar y no ha vacilado en enviar sus especialistas y sus equipos.
Nosotros estamos totalmente de acuerdo con proveer esa ayuda, pues nos solidarizamos con esos países hermanos, al mismo tiempo que nos ganamos un buen sitial en el respeto internacional.
Las autoridades haitianas se han contagiado con nuestros hermanos de sur y centro América y, tres meses antes de sus elecciones, han solicitado ayuda a la Junta Central Electoral. A riesgo de que nos llamen xenófobos, haitianofobos, racista y otros epítetos, vamos a emitir nuestra opinión sobre este pedido del vecino país.
Nadie ha sido más solidario con el pueblo y el gobierno haitiano que la República Dominicana, aun así, no pasa mucho tiempo sin que las autoridades haitianas nos acusen de algún atropello a sus ciudadanos o a su país. ¿Quién nos garantiza que esta vez será diferente?
Por otro lado, aun con toda la capacidad y el respeto que se ha ganado la Junta Central Electoral a nivel nacional e internacional, no hay forma humana posible de preparar unas elecciones nacionales en Haití en menos de tres meses. Es imposible darles documentos personales en ese corto período a una población superior a los diez millones, que en más de un 80% carece de ellos. ¿Con qué votarían?
La República Dominicana gastó miles de millones de pesos tratando de documentarlos en nuestro propio territorio y fue un rotundo fracaso. Ni aún con esa extraordinaria ayuda del gobierno dominicano, nunca vista en ninguna parte del mundo, las autoridades haitianas fueron capaces de proveer a sus nacionales, con un documento básico que sirviera de soporte para la regulación de la población haitiana indocumentada en territorio dominicano.
En varias ocasiones, los haitianos han tratado de montar esas elecciones con dinero, logística y ayuda internacional y en cada uno de esos intentos ha terminado en desastre. Al punto que al día de hoy no tienen un presidente legítimo. Tal ha sido el desorden, que los Estados Unidos de América le acaban de retirar su ayuda económica para el montaje de los comicios y las Naciones Unidas y otros organismos internacionales ya han mostrado su frustración.
Algunos dominicanos alegan que a nosotros nos conviene que la situación en ese conglomerado humano que le llaman Haití, las cosas se normalicen. En eso estamos de acuerdo. En lo que la mayoría de los criollos no están de acuerdo es en que nos cojan de pendejos y se burlen una vez más.
No sería ocioso pensar que esto no es más que un gancho en creole o una verdadera vaina en el argot dominicano. A sabiendas de que, en ese país como de costumbre, todo va a salir mal, están buscando, a priori, un chivo expiatorio. Y no dudamos que, con la ayuda de los traidores criollos y ONG nacionales e internacionales, hayan puesto sus ojos en nuestra acreditad entidad para tratar de justificar lo injustificable.
Ya los irresponsables del Partido Revolucionario Moderno “Advirtieron” a los haitianos que tengan cuidado con la JCE, porque son capaces de hacerle un “fraude colosal”. Solidaridad con Haití sí. Pero que ellos envíen sus técnicos a territorio dominicano y que la JCE les provea de toda su experiencia en la materia, pero desde el lado oriental de la isla.
Que sus elecciones, con sus éxitos o sus fracasos, las hagan ellos.
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Carlos McCoy