El torero francés Sebastián Castella cortó tres orejas en la tercera corrida de abono de la Feria de Cali y abrió la puerta grande de la plaza de Cañaveralejo.
El colombiano Luis Bolívar cortó dos apéndices. Antonio Ferrera se fue en blanco. El encierro de Ernesto Gutiérrez Arango estuvo marcado por la bravura y la nobleza.
Ficha de la corrida:
Seis toros de la ganadería Ernesto Gutiérrez Arango, bien presentados. Indultado el segundo de la tarde de nombre ‘Boticario’. Palmas para tercero y quinto, que tuvieron movilidad, igual que el sexto. Primero y cuarto, mansos.
Antonio Ferrera, turquesa y oro. Tres pinchazos y espada entera. Palmas. Espadazo y división de opiniones.
Sebastián Castella, purísima y oro, dos orejas simbólicas tras indulto. Pinchazo, espadazo y oreja.
Luis Bolívar, azul rey y oro, pinchazo y entera, oreja.
Castella indulta y cotiza alto en Feria de Cali
Y fue apoteosis. Sobrevino en el segundo de la tarde, de nombre ‘Boticario’, número 89 de la ganadería Manizales, con 524 kilos de peso. Toro fino por fuera y por dentro con el que Sebastián Castella hizo el toreo en el amplio sentido del término, con un punto máximo, el de los naturales largos y hondos.
La petición de indulto se hizo clamor y la Presidencia concedió ese máximo trofeo mutuo, con la, hasta ese momento, mejor faena de la feria.
Y por si faltara aportar algo más, en el quinto de la tarde Castella repitió la dosis con un toro de estampa antigua, al que metió en su tío vivo, pese a las dificultades que enseñó, porque iba con la cara arriba y tenía tendencia a buscar por dónde escapar. Oreja.
En el tercero se mantuvo ese hilo de continuidad en términos de calidad e interés. Calidad del toro de Gutiérrez para ir con nobleza y respuesta ídem de Luis Bolívar, quien estuvo firme y mandón para ligar, mientras hacía de los tiempos un aliado en procura de la duración como meta.
Un pinchazo lo privó de las dos orejas. Pero esa una, concedida por el palco, le valió mucho, fue ganada a ley.
En el sexto, Bolívar supo estar por encima de las ásperas condiciones del ejemplar. Primero, y tras una vistosa suerte de capa, con muleta siempre puesta para hacerlo entrar en su jurisdicción. Y luego, cuando el toro se fue a tablas, con firmeza y oficio. Oreja, luego de gran estocada.
En el que abrió la corrida, Antonio Ferrera se vio obligado a plantear una faena de cuidados y ayudas a un manso solo preocupado por guarecerse en los adentros. Solo ahí, al abrigo de las tablas, el toro siguió los vuelos de la muleta. Pinchazos antecedieron el saludo al que obligaron al torero español.
Y en el cuarto quedó en evidencia que Ferrera se había quedado en el sorteo con lo menos bueno. Un manso, con diferentes expresiones frente al del inicio, lo obligó a buscar en la lidia el sacrificio antes que el lucimiento. División de opiniones.