Los integrantes de la selección australiana de waterpolo clasificada para disputar los Juegos Olímpicos de 1968 emprendieron un viaje de 13.500 km para nada.
Cuando llegaron a México, tras un largo vuelo sobre el Océano Pacífico, no les dejaron competir. Cincuenta años después siguen sin estar del todo claras las razones de aquella prohibición.
Después de una campaña de autofinanciación que les permitió recaudar 12.000 dólares australianos (unos 8.900 dólares US al cambio actual), a los que cada jugador sumó 500 (370) de su propio bolsillo, el esfuerzo resultó baldío y la selección australiana se marchó de México sin disputar un solo partido.
Según ‘Los guerreros del agua: una crónica del waterpolo australiano’, libro publicado en 2008 por Tracy Rockwell, la Unión Australiana de Natación y el Comité Olímpico Australiano mantenían por entonces “un conflicto técnico” de carácter administrativo. El comité vetó la participación del equipo en los Juegos.
En la polémica se vieron envueltas la Federación Internacional de Natación (FINA) y el Comité Olímpico Internacional (COI). La ‘familia olímpica’ adoptó una postura común y el COI secundó a su socio: el estadounidense Avery Brundage, presidente del organismo, ratificó la exclusión de la selección australiana.
Crónicas periodísticas de aquellos años aluden a un conflicto sobre qué país, Australia o Nueva Zelanda, debía representar en los Juegos al Pacífico Sur.
Los jugadores hicieron casi omiso a la prohibición y se pagaron el viaje a México, sin que el gesto y sus ganas de competir ablandasen el corazón de los dirigentes olímpicos.
El historiador olímpico David Wallechinsky no se refiere en ‘El libro completo de los Juegos’ a los problemas administrativos que apunta Rockwell y argumenta que la federación australiana consideró que no estaba justificado el gasto de enviar al equipo hasta México.
El torneo se disputó sin representación oceánica entre los 16 combinados participantes y lo ganó Yugoslavia, que superó 13-11 a la Unión Soviética en la final.
En aquel equipo australiano que estuvo pero no compitió en México’68, hace ahora 50 años, había dos hombres que son historia del waterpolo: el capitán Tom Hoad y el entrenador Oscar Charles.
Hoad, apodado ‘el relámpago zurdo’, disputó los Juegos de 1960, 1964 y 1972 y capitaneó a ‘los tiburones’ durante ocho años. Luego entrenador y directivo, es miembro del Salón de la Fama de la FINA. En Perth se disputó entre 2003 y 2012 un torneo anual con su nombre.
En cuanto a Oscar Charles, era en realidad el exjugador húngaro Oszkar Csuvik. Había ganado la plata en los Juegos de Londres 1948, pero la invasión soviética de Hungría le llevó a quedarse en Inglaterra y dos años más tarde a instalarse en Australia. Allí se cambió el nombre para huir de una posible persecución de las autoridades de su país.
Antes de todo eso, y gracias a sus habilidades natatorias, Csuvik había sido un miembro activo de la resistencia contra los nazis: se lanzaba al Danubio a su paso por Budapest para rescatar los cadáveres y los cuerpos heridos de los represaliados. También se encargó de llevar documentos de forma clandestina de una orilla a otra de la ciudad.
En 1952 acudió a otros Juegos Olímpicos, los de Helsinki, esta vez como seleccionador australiano. En 1968 no pudo repetir ese papel por motivos poco aclarados pero, en todo caso, extradeportivos.