En las elecciones presidenciales del año próximo tres candidatos polarizarán las preferencias de más de siete millones de personas aptas para sufragar, a saber, Luís Abinader, Leonel Fernández y Gonzalo Castillo. Los demás no tienen ninguna posibilidad de ganar, están muy distantes en las encuestas. No tienen estructura orgánica ni un liderazgo sólido. Ni siquiera un discurso que pueda ser asimilado por las masas populares. No tienen más camino que unirse a una de esas tres fuerzas y avanzar para otras jornadas electorales.
Con la división del Partido de la Liberación Dominicana, el desgaste del gobierno de Danilo Medina, es casi imposible, por más recursos económicos del que disponga, que su pupilo, Gonzalo Castillo, con todas sus limitaciones, pueda imponerse, a menos que no sea mediante el fraude electoral colosal, nada descartable.
Leonel Fernández, hasta donde tengo entendido, no alcanza los números suficientes para colocarse pionero en el mercado electoral. Aún no logra el 50% de la matrícula del PLD. Los dos millones de simpatizantes que dijo tener no se han convertido en votos. Una cosa es simpatía y otra es intención del voto.
La Fuerza del Pueblo y aliados no constituyen una nueva mayoría electoral que le permita desplazar a los demás partidos en los meses por venir. El liderazgo de Leonel no es suficiente. Sus enemigos dentro y fuera del gobierno son muy poderosos dentro del Estado. No lo veo encabezando las preferencias del electorado de manera preponderante. De hecho su potencial candidatura presidencial está cuestionada.
El PLD, desacreditado y dividido, con un candidato amorfo, no creo que pueda llegar muy lejos a pesar de los 900 mil millones y pico de pesos del presupuesto nacional que Danilo pondrá a su disposición sin importarle que genere un déficit mayor que el creado por Leonel para llevarlo al poder.
Así las cosas, Luís Abinader tiene el carril del centro para ganar las elecciones y convertirse en el nuevo presidente de la República a partir de agosto venidero y producir los cambios sustanciales que demanda la sociedad dominicana de manera urgente. No puede confiarse y creer que ya ganó, que nadie le quita el triunfo. Se lo quitan y se lo roban. Ha pasado otras veces. Pregúntele a Hipólito Mejía. Sería un error infantil de Luis creerse presidente antes de ser juramentado. Falta mucho por andar.
Luis tiene que unir –insisto- a su partido monolíticamente, luego propiciar un frente opositor amplio, no importa los sacrificios que haya que hacer. No hablo de una unidad sin principios; hablo de una unidad programática y cualitativa, no solo cuantitativa. Como decía Hugo Tolentino Dipp, el daño moral que le ha hecho el PLD al país es mayor que el daño material.
La posibilidad de una segunda vuelta abre muchas expectativas. Los escenarios pueden cambiar. Los términos de la unidad en una primera vuelta y luego en una segunda varían dependiendo del peldaño que se ocupe. No es lo mismo quedar en primer lugar que en segundo o tercero.
Luis Abinader, con el PRM como estructura política, como maquinaria electoral, debe ser el próximo presidente constitucional. Eso dice la lógica, pero en política nada está escrito; no siempre dos más dos suman cuatro. La correlación de fuerzas para una segunda vuelta, si es necesaria porque nadie logra el 50 más uno, determinará la victoria. Confío en que Abinader termine en la primera posición del certamen, que gane en la primera vuelta o en el siguiente balotaje. (¡Yo también apuesto al cambio!)