Me lo he preguntado muchas veces en los últimos años: ¿Qué le ha pasado al pueblo dominicano que perdió su capacidad de asombro, de indignación, de rabia, de lucha, de protesta, de desobediencia civil, de levantarse incluso en armas contra la opresión y la falta de justicia?
Nuestra historia “está escrita con hechos y sellada con sangre” desde que Cristóbal Colón, ladrón y asesino, piso nuestra isla. En esa fragua se fundió el acero revolucionario del pueblo lo que le ha permitido liberarse de los regímenes más despóticos y brutales, negadores de la libertad y la justicia.
Rafael L. Trujillo, para no irme más lejos en la historia, no pudo gobernar tranquilo durante 31 años porque jóvenes emprendedores y patriotas, tenaces y valiente, lo enfrentaron. Miles de dominicanos y dominicanas pagaron hasta con sus vidas sus intentos por terminar con la dictadura, desde el golpe de Estado en 1930, hasta su justo asesinato el 30 de mayo de 1961.
Los preparativos militares del Mariel en 1933, los de Cayo Confites en 1947 donde estaba supuesto a venir el joven abogado revolucionario Fidel Castro y el poeta nacional Pedro Mir, entre otros; la invasión de Luperón del 19 de julio de 1949, la del 14 de Junio de 1959 por Constanza, Maimón y Estero Hondo, entre otros hechos históricos producidos tanto en el exilio como en nuestro territorio, nos hablan de un pueblo que no se rindió, que no se arrodilló, que no dejó de conspirar y de actuar consecuentemente con sus anhelos de justicia y libertad.
Lo mismo ocurrió tras el golpe de Estado contra el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano que encabezó Juan Bosch en 1963. Las luchas contra el Triunvirato fueron tan grandes que Manolo Tavares Justo, líder del 14 de Junio, se fue a las “escarpadas montañas de Quisqueya” en un movimiento guerrillero que terminó con su vida y la de buena parte de sus compañeros, cobardemente fusilados.
Las luchas populares desde el 61 hasta el 65 terminaron con una revuelta cívico-militar que se transformó en guerra patria tras la intervención militar de Estados Unidos que terminaron imponiendo otra dictadura. Según Leonel Fernández, “entre 1966 y 1970, el clima de terror impuesto por el gobierno del doctor Joaquín Balaguer mantenía un estado de zozobra permanente a la sociedad dominicana. En base a una estrategia de represión selectiva había logrado eliminar o desaparecer en esos cuatro años a más de dos mil dominicanos”.
A pesar de ese “movimiento de contrarrevolución en el poder cuyo objetivo esencial era la eliminación de todo el que había tenido alguna participación destacada en la insurrección de abril de 1965”, como lo describe el ex presidente Fernández, el pueblo tampoco se amilanó. Y en 1978 el PRD, a pesar de los militares en las calles con banderas coloradas y las bayonetas, volvió al poder con Antonio Guzmán, eliminando las leyes anticomunistas, poniendo en libertad a los precios políticos y permitiendo el regreso de los exilados.
Ahora veo como el pueblo se niega su esencia y su historia, que es negarse a sí mismo.
Por eso me pregunto una y otra vez: ¿Qué ha pasado durante los últimos 20 años que el pueblo no actúa contra el endeudamiento externo, contra la falta de seguridad ciudadana, contra el desempleo, contra el alto costo de la vida, contra el narcotráfico, contra la corrupción, el vandalismo y el gansterismo político instalado en el Palacio Nacional por el Partido de la Liberación Nacional?
¿A qué se debe al reflujo, la anomía social, el espíritu revolucionario de las masas y su capacidad transformadora? Me pregunto: ¿Habrá valido la pena tanta sangre, tantas muertes, tantos sacrificios y tanto luto para terminar con el país convertido en una pocilga?
¿No está harto el pueblo del PLD y sus escándalos de corrupción?
¿Puede alguien decirme que le ha pasado al pueblo dominicano que no se moviliza, que no lucha, que no toma las calles para decirles a los señores del PLD: ¡Ya basta!? ¡Ya basta! ¡No más impunidad, no más corrupción, no más endeudamiento irresponsable, no más crímenes, no más sicariato, no más inseguridad ciudadana, no más robo! ¡Ya basta!