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La naturaleza tiene una extraña manera de recordarnos que no todo lo asumido es correcto, y que, en el de la tierra, nosotros los mortales, somos apenas como un pestañar en su ciclo.
Este es el tercer ensayo que escribo sobre huracanes y devastaciones naturales, desde mis inicios como articulista de opinión en medios locales e internacionales y el segundo en igual cantidad de meses. El más reciente de estos, hizo referencia sobre lo que ocurrió y que sigue pasando en Puerto Rico, a un año del paso y la destrucción causada por el Huracán María.
En este artículo fijé mi preocupación en torno a la indefinición por parte de las autoridades sobre la cifra oficial de víctimas del cataclismo y con ello, el similar silencio por parte de las autoridades dominicanas sobre fallecidos o damnificados mártires quisqueyanos. La alta presencia de patriotas con registros oficiales o no, que viven en ese vecino territorio, aseguraba una triste y eventual realidad, mientras que las estadísticas me aseguran que a un año del reciente azote de este huracán, no menos de cien dominicanos habían perdido sus vidas a causa de esa tragedia. Sin embargo y hasta el momento, nadie se ha pronunciado al respecto.
En este artículo de este día quiero anticipar un escenario similar y aspirando con ello además a una motivación a las autoridades dominicanas, Legislativas y Consulares que representan a los por lo menos 300 dominicanos que habitan las áreas afectadas por el reciente paso del Huracán Michael en la Ciudad de Panamá City y la circundante comunidad de Mexico Beach en la parte noroeste del Estado de la Florida, para que accionen lo antes posible sobre lo que pudiera ser la situación de desamparo de nuestros nacionales que posiblemente hayan sobrevivido a esta catástrofe.
Técnicos de la meteorología nos informan que la décima tercera tormenta de la temporada solo le tomó unas 36 horas para formarse, definirse y ensayar una trayectoria inesperada, de esas que solo se registran en un pueblo como este, una vez por siglo. Esa información me asegura que solo aquellos que han vivido un huracán son capaces de entender su impacto, por lo que es ahí donde me enfoco en mi reclamo.
Justifico mi petición porque aun confiado en que los dominicanos nacemos sabiendo cómo vivir dentro de la tormenta, la experiencia de Puerto Rico me indica que este conocimiento no es confiable e incluso con las aterradoras gráficas y recuentos alarmantes sobre la devastación que estoy presenciando en los medios electrónicos y televisivos, veo reforzado aún más, esta preocupación.
Alguna autoridad me puede decir ¿Qué pasó con el Salón de Milly en la Calle 15 de Panamá City? ¿Cómo está el doctor Horacio Rodríguez graduado de la UCE, que labora en el Bay Medical Hospital? ¿Quién me asegura que el Restaurante de José aún está de pie?, o por lo menos que me den detalles sobre los empleados que trabajan en la cocina de Uncle Pete’s Caribbean Shack y ¿a quién debo recurrir para saberlo? La experiencia de Puerto Rico me asegura que para esta misma fecha el año entrante, aun no sabré. En estas zonas hasta el momento de esta redacción solo se confirman veinte muertes, no obstante, miles de desaparecidos.
Si las últimas Constituciones lograron algo más que el establecer reelecciones, también lo ha sido definir la dominicanidad de los que hacemos patria fuera de la nación que nos vio nacer. Que tengamos representación en la Curul Nacional y que los estamentos diplomáticos nos representen mejor, ya que según esa Carta Magna, los que estamos aquí son tan dominicanos como los que residen allá.
Siempre logro encontrar metáforas en mis lecturas y muchas veces más en mis artículos. Por lo que aprovechando el marco de Michael opto por remontarme en el pasado, justo en el verano en el que nací, donde lo que me cuentan a través de enciclopedias electrónicas que hemos llegado a aceptar como ciertas, que en ese verano fue la primera vez que una temporada ciclónica era cubierta por tecnología satelital. Bueno, eso por lo menos eso es lo que me cuentan y haragán sobre si debería consultar otra fuente o no, me convenzo de la información y decido seguir leyendo encontrándome con otro dato curioso. Que esa temporada fue significativamente inactiva, pero una con un alto número de depresiones tropicales.
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