Sunday, November 24, 2024
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Listo para perder

Agachar la cabeza no es signo de debilidad.

El vaivén de una intermitencia de complejos se ha ido ajustando a nuestra silueta emocional, desviándonos del cauce original del tiempo y de la incolumidad de nuestro destino.

Despertamos en la mañana, cepillamos nuestros dientes y, con el desayuno, bebemos un café bien fuerte para que nos sacuda el sueño, mientras volvemos a la acostumbrada posición de ataque, o bien de defensa que, igualmente, nos mantiene en franca guardia.

Aprendemos a involucionar hasta el punto de dejar de ser, aun siendo. Pero ¿cómo? Sencillo. Esperando la desdicha hasta en lo sublime, cual fichas negras en un tablero de juego albino, a la vez que optamos por asumir una postura de relajación entumecida, donde programamos en piloto automático la desesperanza frente a lo que a nosotros concierne; como si se tratara de un proyecto de antítesis a “Los Cuatro Acuerdos” de Miguel Ruiz.

Vivir esperando lo peor en cada escenario, con la expectativa de no experimentar la desilusión que representa el fraude o el dolor en el engaño, es como pretender cerrar los ojos después del verano para no experimentar el otoño; ignorando que, bajo este esquema, la única razón por la cual nos termina doliendo menos el muerto, es porque hemos adelantado su luto.

Por ello, esperar lo peor siempre, equivale a administrarnos gota a gota una dosis de tragedia innecesaria, originada en la frustración de un deseo de control totalitario, con resultados desalentadores para esta estrategia de combate que solo termina por arrebatar libertades.

Agachar la cabeza no es signo de debilidad –es de insistir-, pues así como los japoneses emulan dicho gesto en gentil señal de reverencia y reconocimiento, aplicaría del mismo modo en nuestro escenario interno donde, a precio de asumir el peso de lo indeseado para algunas circunstancias, obtendríamos, en otras, plenas satisfacciones cuando la victoria no hubiere visto defensas previas, atisbándose su aproximación en cámara lenta.

¡Que los hechos te sorprendan! mientras esperas lo inesperado. De otro modo, vivirías sin la plenitud de la vida, con la única hazaña de reinterpretar papeles ya ensayados desde tu confidencial y huraña mudez.

Zaki Banna / @ZakiBanna

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