Por: Sharon M Koenig, autora de Los ciclos del alma.
Una madre o cuidador de vida siempre se cuestiona: ¿Lo estoy haciendo bien? ¿He sido demasiado estricta? ¿Estará durmiendo mucho tiempo en mi cuarto? ¿Grité demasiado? ¿Respondí a su llanto a tiempo? ¿Y ese día que le pegué, me lo perdonará? ¿Cómo sería ella/él hoy, si ayer yo…?
El consejo que no me dieron, fue responderle desde el corazón y desde el amor. Mirar a mi hija, desde su perspectiva y realidad y no escuchar los consejos mal informados de los demás, fue el mejor consejo. Los hijos llegan con su propio libro. Algunos son analíticos, otros tienen carácter y liderazgo, otros son creativos o sociales, y otros son emocionales; estas cualidades son parte de su propósito de vida, y nuestra labor es ayudar a balancear los excesos de sus cualidades; no a cambiarlas.
Los niños muchas veces nos juzgan menos de lo que a veces nos juzgamos nosotros mismos. Siempre habrá algo que pudimos haber hecho mejor por nuestros hijos, pero igualmente siempre habrá una nueva oportunidad para remediarlo.
No fui una mamá convencional, los libros de cómo ser mamá, los eché al basurero, esos que decían: “Déjala llorar hasta que se duerma, no la cargues, no la malcríes, anótala en el mejor Colegio…” “Que no se apegue mucho a ti, no sea que no sepa ser independiente, no la dejes que se suba a tu cama, que no llore cuando se caiga, no le des dulces, ni explicaciones, que aprenda a ser fuerte. “Necesita clases de ballet, canto, tenis, deporte, piano…, no le des tiempo libre.” “Necesita una escuela de calibre que asegure su acceso a personas en la alta sociedad, y la mejor universidad.” Es importante que demos lo mejor a nuestros hijos, y le di muchas oportunidades, pero no por medio de la presión del miedo a perder oportunidades. Los niños de hoy tienen un cuadro de ansiedad más alto que los de ayer, gracias a las expectativas de los padres y compañeros de escuela, y los medios sociales.
Algunas lecciones aprendidas
No hay un solo libro para un hijo, porque todos son diferentes, muchos niños nacen con una forma de procesar el aprendizaje y la información de manera distinta, esto no los hace menos, esto sólo significa que necesitamos honrar, comunicar y responder a lo que su estilo de aprendizaje y personalidad necesite, y no tratar de castigar o forzar, sino aprender y entender. La disciplina es importante, pero los excesos y la rigidez, que no toma en consideración sus etapas y personalidad, pueden hacer más daño que bien. Es mejor utilizar la redirección que el castigo. El castigo corporal no tiene lugar en la nueva educación.
La frustración al aprender es parte de su proceso de adquirir autoestima, y cuando tratamos de resolver todos los problemas de nuestros hijos, no permitimos que sus piernas se hagan fuertes, subiendo sus propios peldaños. Ignorarlos en momentos de reto en que claramente necesitan de nuestra ayuda, crea un sentido de abandono. Todo es un balance.
Ser madres es más importante que ser amigas en un momento en que necesitamos tomar la iniciativa e interrumpir un mal camino.
Educar es mucho más que colocar información en su mente. Educar viene de educere, es sacar lo que llevamos dentro; todos somos como una semilla, con todo lo necesario para crecer en nuestro interior. Educar es rocear esa semilla con luz, amor y luego cuidarla de las malas yerbas.
La educación más importante se aprende por imitación, constantemente los niños emulan a sus padres, incluso en esos momentos que no nos damos cuenta. Cómo tratamos a un camarero, por ejemplo, los tragos de más, del fin de semana, lo qué hacemos con el dinero que nos devolvieron de más, cómo respondemos a una emergencia o a una pérdida, la importancia que damos a impresionar a los demás, cuánto ayudamos a otros, dice más que los libros en la escuela. Mi mamá ayudaba a los niños desafortunados, esto tuvo un impacto, aunque no lo hacía para mostrarme lecciones. Lo más importante es mostrar cómo tratamos a los demás pero también cómo permitimos que nos traten o los traten: un hogar lleno de gritos y abuso, es una lección que no queremos propagar.
Mostrarles nuestro camino espiritual es recomendado, siempre y cuando ese camino no esté lleno de miedo y división. Es importante compartirles las herramientas que usamos en momentos de reto, como la fe, la meditación, la oración. Estamos entrando en un mundo de unidad, y nuestros hijos serán nuestros maestros.
Quizás la lección más importante para nosotras las madres es aprender a conocernos, y a buscar ayuda si es necesario. A tomar tiempo para cuidarnos, y descansar, pasar tiempo en la naturaleza y socializar sanamente con amigos; necesitamos esas largas conversaciones. Nada como un grupo de apoyo. Buscar ayuda, en un momento necesario por medio de terapia, puede ser lo mejor que podemos hacer por nuestros niños.
El tiempo en familia no tiene sustituto, estar juntos, orar en la mesa y comer saludable es la mejor medicina para el alma.
El mejor regalo es estar presentes, no siempre físicamente, hay realidades, pero podemos estar a su lado y estar ausentes.
Necesitamos expresar que los apreciamos tal cual son. Dios siempre nos dará más oportunidades para redimirnos, amar a nuestros hijos incondicionalmente necesita ser mostrado por medio de la presencia, al no dejar duda de que son nuestra prioridad. Los trabajos se quedan, pero el tiempo no regresa.
Un regalo importante, más que la carrera profesional, es recordarles la espiritualidad, la maternidad es lo más cerca que estaremos de comprender el amor incondicional.
El Día de las Madres no son regalos lo que buscamos, sino la tranquilidad de saber que no importa lo que suceda, nuestros hijos, aunque no estemos en algún momento, sabrán cómo ser resilientes en este mundo de cambios, y por medio de las lecciones brindadas, siempre sabrán cuánto le amamos.
Sharon M Koenig es la autora del Best-seller Los ciclos del alma, (Ediciones Obelisco, Barcelona). Sigue su Instagram @sharonmkoenig.