El mes de octubre de 1966 se inició con el tema de la renuncia irrevocable del profesor Juan Bosch al puesto de presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y su viaje a Europa, ya que se sentía muy agotado y necesitaba un poco de reposo, luego de la sofocante y controversial campaña electoral, en la que tuvo que enfrentar la presencia en el país de tropas militares de los Estados Unidos y la OEA que se habían opuesto a su retorno al poder en 1965 y estaban apadrinando a su contendor y ganador de las elecciones del 1ro. de junio, el doctor Joaquín Balaguer.
El anuncio de la salida de Bosch hacia Europa produjo una gran preocupación en el país, porque se temía que se agudizaran las contradicciones internas entre conservadores y liberales, en la sucesión del liderazgo político al interior del partido blanco, como lo advirtiera el lunes 24 de octubre el joven periodista Juan José Ayuso, quien anotara en un análisis publicado en el diario El Nacional que “el agotamiento que pretextaba Bosch no se traslucía en sus dinámicos movimientos físicos o aún en la expresión viva de su rostro”, y que esa era una de las pistas que conducía a pensar que el autor de “La Mancha Indeleble” se sentía “defraudado” y “que necesitaba, más que todo, cambiar de aires y renovar su perspectiva de la realidad dominicana desde el extranjero”.
Ayuso manifestó su temor de que la salida de Bosch pudiese “afectar el orden, a la República, al gobierno y a su propio partido”, ya que era un líder político muy importante para el control de la estabilidad política en el país, y en ese momento orientaba espiritualmente a poco menos de medio millón de dominicanos; pudiendo su ausencia propiciar “el estallido de la lucha interna por el predominio entre conservadores y liberales”, y llevar su partido a un posible fraccionamiento.
Un criterio similar al del periodista Ayuso expuso en uno de sus editoriales el periódico estadounidense The Washington Post, quien advirtió en esos días que el retiro de Bosch podría colocar al PRD en manos de extremistas de izquierda, aunque el propio Bosch negara que eso pudiera suceder, al decir: “Yo no lo admito. Lo dijo The Washington Post. Ellos tienen el temor de que nuestro partido caiga en manos de la extrema izquierda; pero si alguien ha trabajado para la extrema izquierda ha sido el presidente Johnson, cuando decidió intervenir con el poderío militar norteamericano, violando los pactos que había aprobado el Congreso de los Estados Unidos”.
Cuando Bosch hizo el anuncio de su planeado viaje, el diario El Nacional editorializaba que él no tenía derecho a descansar ni a irse al extranjero en un momento en que su presencia activa en el escenario político criollo parecía ser muy necesaria; pero eso era una decisión irreversible, que sería además, su primera salida del país desde que retornara de Puerto Rico el 25 de septiembre de 1965, poniendo fin a su segundo exilio provocado por el golpe de Estado a su gobierno en 1963.
El 20 de octubre de 1966, junto al doctor José Rafael Molina Ureña, secretario general provisional, Bosch firmó en su calidad de presidente, la convocatoria a reunión de la Cuarta Convención Nacional extraordinaria del partido blanco, la cual estaba programada para realizarse los días sábado 29 y domingo 30 de ese mes en el club de la empresa Caribbean Motors en la Capital, con el objetivo de renovar la dirección partidaria y establecer la línea política frente al gobierno de Balaguer, después de tres meses intentando realizar sin logro concreto una labor de oposición leal y constructiva, calificada por él de “oposición creadora” que el gobierno no había valorado; pues desde que asumió las riendas públicas, el 1ro. de julio de 1966, se había obstinado en propinar maltratos continuos a los exmilitares constitucionalistas y a muchos afiliados de su partido.
Ese magno evento sería precedido de la realización de las asambleas de secciones, barrios y municipios el día 22 de octubre, para elegir los tres representantes, con sus respectivos suplentes, que participarían en las asambleas municipales convocadas para el día siguiente, donde se elegiría los dos delegados a la convención planeada, con el cometido de falicitar, con sus propuestas y votos, que la organización se enrumbara hacia la ruta deseada, previa adecuación de sus estatutos y línea política a la realidad social y económica del país.
Ni Bosch ni Molina Ureña continuarían en sus puestos dirigenciales; el primero por su invariable decisión de renunciar, y el segundo por la transitoriedad de su labor ejecutiva; pues estaba en ese puesto desde el día 6 de julio de 1966, sustituyendo al renunciante secretario general, Antonio Martínez Francisco, quien fue nombrado ministro de Finanzas del gobierno presidido por el presidente Joaquín Balaguer; en un esfuerzo por ofrecer al país una imagen de gobierno compartido y colaboración perredeísta, por la notable presencia en aquella administración de figuras con historial partidario, como la exsenadora Thelma Frías, nombrada cónsul en Curazao; el expresidente del Senado del gobierno de Bosch en 1963, doctor Juan Casasnovas Garrido, designado ministro sin cartera; el antiguo fundador del PRD, Ramón A. Castillo, ministro de Interior y Policía, y el empresario radiofónico José Antonio Brea Peña, ministro de Industria y Comercio, quien se desempeñaba a nivel partidario como secretario de Finanzas, responsabilidad que fue traspasada al doctor José Rafael Abinader.
Con la convocatoria a convención comenzó el impostergable choque ideológico entre liberales y conservadores al interior del PRD, formándose una facción encabezada por los ministros citados, quienes se asociaron para enfrentar con firmeza la posición de Bosch y de la mayoría liberal, de presentar como su candidato a la secretaría general del partido al joven estudiante de término en la carrera de Derecho, José Francisco Peña Gómez, quien ya había ocupado en dos ocasiones dicho cargo y gozaba de mucha popularidad en la colectividad nacional, por su papel en la Guerra de Abril, convocando al pueblo a las calles en pro de la restauración del gobierno constitucional de Bosch, y dirigiendo la radio constitucionalista con un formidable equipo de locutores que alentaba a los combatientes a resistir la intervención militar extranjera; entre quienes sobresalían las figuras de Luis Armando Asunción, Pedro Pérez Vargas y Luis Acosta Tejeda, quien exclamaba diariamente con vigor: “¡Un día más dominicanos, y la victoria será nuestra!”.
Sin duda que el rechazo del sector conservador del partido blanco a la propuesta de Bosch, de ser sustituido en la conducción de la maquinaria perredeísta por Peña Gómez, obedecía a su consistente entereza frente a la intervención militar, política y económica de los Estados Unidos durante aquella lucha patriótica y por su devoción hacia los más elevados intereses y atributos de la nacionalidad; ya que no había entonces dentro del partido -ni fuera de él- un dominicano más intransigente, ni más firme en la defensa de los valores nacionales.
Se trató en principio bloquear y desacreditar la candidatura de Peña Gómez usando como contendor la figura del doctor Jaime Acosta Torres, un excelente médico que tenía su principal radio de acción en la provincia de La Vega y en San Francisco de Macorís, y quien encabezaba un pequeño grupo de notables con mucha afinidad entre los funcionarios de la embajada estadounidense, pero carente de un apoyo importante en la comunidad perredeísta, debido al error que cometiera al desertar el 25 de abril de 1965 del grupo que preparó la conspiración constitucionalista; olvidando su responsabilidad con ese movimiento patriótico en su calidad de miembro del comité ejecutivo nacional del partido blanco, que era situarse junto al coronel Caamaño y cooperar con la causa democrática en la hora suprema de la Revolución, como lo hicieron algunos burgueses afiliados al perredeísmo; entre los que recordamos al expresidente Silvestre Antonio Guzmán Fernández y al hacendado vegano José Delio Guzmán, quienes frecuentaban el escenario de guerra.
Entre los aspirantes a secretario general del partido del jacho estaba el síndico del Distrito Nacional, el médico psiquiatra José Ramón Báez Acosta, un hombre de posición moderada que se llevaba muy bien con el ala juvenil, liderada entonces por el joven sociólogo Enmanuel –Many- Espinal; pero que, al darse cuenta que el joven líder perredeísta concentraba su mayor simpatía en la Juventud Revolucionaria y en el sector sindical, que eran los soportes esenciales de su proyecto, optó por declinar sus aspiraciones y respaldar con entusiasmo a Peña Gámez, cerrando así cualquier brecha a la improvisación alentada por los conservadores, en su afán por constituir un proyecto competidor para enfrentar al joven y fogoso líder que llevaba consigo la ventaja de detentar un carisma innato y poseer la necesaria humildad para lidiar con los desvalidos, compartiendo sus anhelos e ideales.
Comprendiendo esa realidad, Peña Gómez le lanzó a sus adversarios internos un último y fulminante ataque, con las siguientes palabras: “Los tutumpotes metidos a revolucionarios hacen causa común con los explotadores cuando ven sus propios bienes amenazados… como los pueblos no se suicidan (en la convención) los perredeístas escogerán a verdaderos representantes de su causa”.
El evento eleccionario perredeísta se inició el sábado 29 de octubre con unos quinientos delegados de todo el país y de las seccionales de Venezuela, Aruba, Curazao, Nueva York y Puerto Rico, que aclamaban y vitoreaban con insistencia los nombres de Bosch y Peña Gómez, pidiendo la continuidad del primero en la presidencia del partido y respaldando con ardiente entusiasmo las aspiraciones del segundo.
El acto arrancó con el pase de lista y la inmediata renuncia de los miembros del comité ejecutivo nacional, en cumplimiento riguroso a los reglamentos estatutarios del partido; procediéndose casi al instante a la lectura de una extensa rendición de cuentas, hecha por el secretario general saliente, doctor Molina Ureña, quien ofreció detalles de la gestión del organismo superior partidario desde el mes de octubre de 1964; finalizando su discurso con la frase: “Darle paso a la honestidad y cortar los intereses personalistas.”
Luego de ese largo recuento ejecutivo, se presentó como primer contratiempo la impugnación del electo presidente de la mesa directiva, licenciado Secundino Gil Morales, senador de La Romana, escogido de manera irregular por el voto directo de los delegados puestos de pies, pero sin que se verificara su estatus de delegado. Su elección fue anulada, luego de comprobarse que su nombre no figuraba en la lista que contenía a los dos representantes del comité municipal de su pueblo, contraviniendo disposiciones estatutarias.
En una nueva elección fue escogido como presidente de la mesa el doctor Rafael Emiliano Agramonte Polanco (Machanito), principal dirigente perredeísta en el municipio de Cotuí, provincia Sánchez Ramírez; constituyéndose bajo su directriz el equipo rector de los debates, teniendo de vicepresidente al doctor Juan López, y de secretarios, a los doctores Ramón Reyes Bisonó y Tancredo Duluc.
En las discusiones parlamentarias se destacaron el psiquiatra Báez Acosta, el profesor Pablo Rafael Casimiro Castro, el señor Luis Temístocles Acosta y los líderes sindicales Miguel Soto y Pedro Julio Evangelista, quienes presentaron mociones en torno a los temas de la reforma estatutaria y la línea política; así como también, solicitando que la convención expulsara de las filas del PRD al anterior secretario general Martínez Francisco, acusado de sostener “una actitud anti-obrera” contra los trabajadores de los puertos, en su calidad de Ministro de Finanzas del gobierno de Balaguer; aunque éste se había defendido ante la prensa diciendo que al disponer una serie de medidas que afectaban a miembros del sindicato POASI, lo había hecho cumpliendo una orden superior.
Finalmente fue elegida la Comisión Nacional Ejecutiva del PRD, encabezada por Peña Gómez como secretario general y Juan Bosch, de asesor; figurando como miembros, el doctor Fernando A. Silié Gatón, secretario de Asuntos Profesionales; Miguel Soto, secretario del Buró Sindical; José Mariano Peña, secretario del Buró Agrario; Enmanuel Espinal, secretario general de la JRD; Ana Ramona Valerio, secretaria de la Rama Femenina; Rafael Gamundi Cordero, 1er. Vocal; licenciado Secundino Gil Morales, 2do. Vocal; doctor Jottin Cury, 3er. Vocal; y profesor Pablo Rafael Casimiro Castro, 4to. Vocal.
También fue escogido el Comité Político integrado por los doctores Luciano Ambiorix Díaz Estrella, José Augusto Vega Imbert, Luis Almanzor González Canahuate, José Rafael Molina Ureña; y una Comisión Nacional de Disciplina, formada por los doctores Luis Lembert Peguero, Elpidio Reinoso, Ramón Antonio (Tonito) Abreu Flores, Noel Suberví Espinosa y el sindicalista Pedro Julio Evangelista.
La nueva dirección perredeísta dio a conocer en un manifiesto público su Declaración de Principios, fijando así las bases de su pensamiento político sujeto al nacionalismo revolucionario como símbolo de lucha y tarea esencial en la defensa del patriotismo nacional, repeliendo con ahínco las exposiciones de “cuantos poderes extraños incidan en los íntimos quehaceres del país”, como fundamento de la lucha por el rescate del honor nacional comprometido.
En su visión independentista, el partido del jacho manifestaba que era necesario “quebrar el falso concepto de independencia política que ha venido configurándose como nación aparentemente libre y soberana”, señalando que los atributos propios a toda soberanía, desde hacía más de un siglo, sólo habían tenido existencia puramente formal en el país, ya que éste seguía siendo víctima de un fuerte tutelaje que impedía que sus instituciones públicas cumpliesen cualquier otro propósito que no fuese enmascarar la ostensible hegemonía de fuerzas políticas extra-nacionales que se habían enquistado en los departamentos oficiales contra la mayoritaria voluntad de nuestro pueblo.
Dicho manifiesto rechazaba rotundamente la prolongada y nociva injerencia del poder norteamericano en los asuntos políticos, económicos y culturales del país, y señalaba que ésta había originado los terribles males de nuestra sociedad contemporánea, provocando que los dominicanos hurgaran en las raíces mismas del sentimiento nacional, encontrando vigor y entusiasmo para emprender el camino hacia la total recuperación política y económica de la nación.
Algunos ilusos creyeron que con los resultados de la convención se aquietaba la disidencia interna fomentada por los ministros, pero no era así; puesto que, no bien se comenzaba a difundir la línea política y los conceptos ideológicos aprobados en el evento, cuando se estaba produciendo una declaración insolente e irrespetuosa por parte del ministro de Finanzas y exsecretario general del PRD, Martínez Francisco, quien acusó de comunista a su sucesor, obligándolo a emplear tiempo y energía en rechazar esa peligrosa imputación (y riesgosa intimidación), hecha con el objetivo de desestabilizar el partido y desmoralizar al joven líder perredeísta, pretendiendo hacer tambalear su posición “intransigentemente nacionalista” y detener sus efectivos ataques contra la represión del gobierno de Balaguer
Peña Gómez atribuyó la calumniosa acusación de comunista de Martínez Francisco, a que los nuevos directivos del PRD no eran “del agrado de la embajada norteamericana y de los intereses creados en nuestro país”, señalando que “la actitud de los señores Martínez Francisco y José Brea Peña no es más que un reflejo de las ideas de los sectores mencionados, a los cuales ellos parecen servir”. “Quiero aclarar -añadió- que la acusación de comunista en este país, donde una gran cantidad de servidores del gobierno no sabe discernir claramente las ideologías políticas y se entregan a la persecución de las ideas, es una verdadera sentencia de muerte para las personas sobre la cual recae”.
La mención de Brea Peña fue debido a que estuvo presente en la rueda de prensa ofrecida desde su despacho por el ministro de Finanzas y porque le había enviado una carta de renuncia como miembro del PRD inmediatamente se enteró de que había sido escogido por la Cuarta Convención Nacional Extraordinaria como el nuevo secretario general del partido Blanco. Copia de esa carta, fechada el 31 de octubre de 1966- fue también entregada al periódico El Nacional, que la publicó de manera íntegra en su edición de ese día; en la que el renunciante aseguraba que el PRD estaba llevando “la política del tonto útil”, o sea la de “aguántame aquí hasta que yo vuelva”, en referencia al viaje de Bosch a España, dejando el poder partidario en manos de una comisión ejecutiva encabezada por Peña Gómez.
La carta citada, decía -entre otras cosas- lo siguiente: “Quizás sea para mí un motivo de profunda tristeza, tener que alejarme de un partido al cual di todos mis esfuerzos y entusiasmo para contribuir con un grano de arena a los altos y nobles principios que esa institución creó en el corazón de la mayoría de los dominicanos. Pero en el seno del mismo la sabiduría y la cordura brillan por su ausencia y acaba de nacer por trasplante, la semilla de la discordia, del odio, de la ambición y sobre todo de la presión, para torcer las rutas brillantes que nuestro partido se había trazado cuando comenzó a caminar entre surcos de casi insalvables obstáculos, pero dentro de un ambiente de comprensión, de concordia, de armonía y de aspiraciones sublimes que estimulaban a cada miembro a sentirse pionero de la libertad y la democracia en el nuevo acontecer dominicano”.
Exponía que la reciente convención no había tomado en cuenta importantes factores que debían ser mantenidos dentro de la organización, si se quería conseguir su cohesión, evitando su fraccionamiento y que pudiese desaparecer, como había pasado con otros partidos en esa época. Y alegaba que por esas razones, se veía obligado a la renuncia irrevocable de la menbresía partidaria, y a su condición de suplente del síndico del Distrito Nacional; considerándose desde esa fecha, libre de toda atadura a partido político.
Esa renuncia fue dolorosa para toda la organización, en virtud de que pese a las contradicciones con Peña Gómez, dentro del PRD se le tenía mucho respeto y consideración al empresario radial, a su esposa Ana Gutiérrez y a varios de sus hijos; especialmente José Miguel, Alberto, Rubén y Pompón, quienes manejaban las empresas radiofónicas, situadas en la calle Emilio A. Morel, próximo a la avenida Tiradentes, en el ensanche La Fe; y los negocios de ventas de provisiones al por mayor y detalle que tenía en el mercado de Villa Consuelo, en Santo Domingo.
Brea Peña era un empresario de 42 años, nacido en Azua de Compostela, de ascendiente banilejo, a quien por su probidad y rectitud el gobierno de Bosch le confió en 1963 la misión de recuperar los bienes del Estado en manos de terceros, en la función de Ministro de Recuperación de Propiedades Públicas; cargo que ejerció de manera satisfactoria para el partido.
Ahora desempeñana el cargo de Ministro de Industria y Comercio, que le aceptó a Balaguer luego de consultar con Juan Bosch y entendiendo que ello estaba dentro de la línea de “oposición creadora” que éste había enarbolado, y porque creía que era un deber contribuir con el gobierno “a forjar la democracia dominicana y a levantar al país del caos económico para que pudiera brillar en las futuras generaciones la nueva aurora de un país libre y soberano y económicamente feliz”.
Había aceptado el puesto de ministro porque mantenía una prédica tenaz contra el desempleo y creía que “el trabajo debía ser repartido entre todos los dominicanos, porque aquí nadie tenía el exclusivo derecho del patrimonio del Estado y que el país era de todos y todos teníamos iguales derechos y deberes”.
La equivocación de Brea Peña estuvo en su cerrada obcecación de rechazar a Peña Gómez como secretario general del PRD, alegando que él y los nuevos directivos del partido blanco no tenían “madurez política ni personal para dirigirlo con buen éxito” y que entre ellos “hay muchos que sólo saben agitar”. De igual modo fue un error suyo hacerle coro a Martínez Francisco en su postura anticomunista, ya que la actitud del ministro de Finanzas del gobierno de Balaguer, más que una postura ideológica, era en el fondo un berrinche discriminatorio, propio de un sujeto ásperamente racista que alardeaba de su ascendiente español.
El errático señalamiento sobre la supuesta falta de madurez política de Peña Gómez y la nueva directiva del PRD, fue rebatido por el joven líder perredeísta al aclarar que de los 19 miembros de la nueva Comisión Nacional Ejecutiva habían 14 profesionales universitarios, que incluía a cuatro catedráticos de la UASD, y que quienes carecían de títulos universitarios eran, sin embargo, personas de experiencia en las lides políticas; añadiendo a ese argumento la indicación de que sus oponentes no conocían a los dirigentes provinciales y municipales del partido, y recordándole además a Brea Peña que él había ocupado el cargo de secretario de Finanzas del PRD en las dos ocasiones anteriores en que desempeñó como secretaio general, y que la mayoría de los directivos electos formaron también parte del anterior comité ejecutivo.
Luego de la renuncia de Brea Peña, el secretario general del PRD tuvo palabras muy duras contra él, señalando en una intervención radial por el programa “Tribuna Democrática”, transmitido entonces por Onda Musical, bajo la dirección de don Mario Báez Asunción, que “los tutumpotes metidos a revolucionarios odian la revolución y a los humildes, pero como las ideas revolucionarias y la causa de los pobres tienen general aceptación, dejan que sus emisoras de radio hablen un lenguaje revolucionario, lo cual es al mismo tiempo un negocio, una hipocresía y una traición…es un negocio porque se mantienen comercialmente a flote. Es una hipocresía porque con sus actuaciones demuestran que no comparten las ideas que predican” y “es una traición porque no sirven con lealtad al gobierno de Balaguer, al que en vez de criticar debieran defender, si fueran hombres fieles a las causas que sirven”.
El tiempo se encargaría de demostrar que tanto Brea Peña como Martínez Francisco estuvieron errados en su vaticinio de que el partido blanco y el país irían al fracaso con los nuevos directivos del PRD asesorados por Bosch y encabezados por Peña Gómez como secretario general; pues dos años más tarde, Martínez Francisco se retiraría del escenario público negádose a reconocer sus yerros y dejando un vago recuerdo de su actuación como dirigente político; mientras Brea Peña entraba en un proceso de olvido de agravios y rectificación, reintegrándose a las labores partidarias, previa reconciliación con el secretario general del PRD y con el doctor Báez Acosta, con quien había roto sus relaciones personales mucho antes de su renuncia al cargo de Suplente de Síndico del Distrito Nacional.
Y aunque algunos conocedores de la historia, como el doctor Euclides Gutiérrez Félix se empecinan en no reconocer la grandeza de la figura política de Peña Gómez, negándole incluso el mérito de su trascendente participación en la gloriosa Gesta de Abril de 1965, queremos demostrar con estos recuerdos que luego de su triunfo a lo interno del PRD, su estrella política tuvo un ascenso vertiginoso, logrando situarse rápidamente entre los grandes líderes dominicanos del siglo veinte; como lo revela el hecho de que en noviembre de 1966 el diario norteamericano Washington Post se refería a la partida de Bosch hacia Benidorm, España y al liderazgo emergente de Peña Gómez, diciendo que era “un demócrata joven, de 29 años de edad, que había apoyado la política de Bosch de funcionar constitucionalmente como “oposición leal” al régimen de Balaguer, combinando su “pasión nacionalista con una claro historial anticomunista”; y que al igual que Bosch, estaba identificado con la posición izquierdista moderada simbolizada por los presidentes Rómulo Betancourt en Venezuela y José Figueres en Costa Rica; pero que precisamente por ser un representante del reformismo militante, tanto él como sus jóvenes colegas dentro del PRD, “ofrecían blancos tentadores para acusaciones irresponsables de comunismo por parte de elementos derechistas”.
El artículo del Washington Post fue reproducido por el periódico El Nacional la tarde del 6 de noviembre y estaba escrito por Dan Kurzman, quien señalaba que aparentemente Bosch conservaría una fuerte influencia en la organización, pero que “Peña Gómez, un joven dinámico Negro, es considerado por funcionarios americanos como moderado y consagrado defensor de la Democracia, aunque, como Bosch, fuertemente nacionalista”; agregando que en su calidad de comentarista radial, “ayudó a encender la chispa de la revolución de 1965, que provocó la intervención armada de los Estados Unidos”, y que “cuando estalló la revolución, él por breves momentos arrebató a los funcionarios del Gobierno el control de Radio Santo Domingo y urgió al pueblo a respaldar la vuelta de la constitucionalidad”.
La publicación en el Washington Post elevó por los altos los bonos políticos de Peña Gómez, reconociéndolo como defensor de un nacionalismo puro y sustentador de reformas sociales y económicas mínimas e imprescindibles para el progreso y el desarrollo de la República,siendo ese un motivo para que los enemigos recalcitrantes del PRD y de su liderazgo comenzaran a moderarse y a cambiar el concepto erróneo que se habían formado por la tristemente célebre acusación de comunista hecha por sus propios compañeros.