Me formé políticamente en los años 70 militando en la Unión Nacional de Estudiantes Revolucionarios (UNER) y posteriormente en la Línea Roja del 14 de Junio de la cual fui militante, entonces una categoría superior y dirigente del comité provincial de Barahona. Estábamos apegados a normas y principios muy estrictos. La disciplina jugaba un rol fundamental. Nadie nos pagaba, nosotros cotizábamos para mantener la organización. Arriesgábamos la vida cumpliendo las tareas asignadas en los organismos. Muchos fueron a la cárcel, al cementerio, al exilio. El sacrificio era enorme. Pero la causa era justa. Luchábamos por liberar el país de la dependencia, del régimen dictatorial que encabezaba Joaquín Balaguer a sangre y fuego. Durante esos años las jornadas de lucha fueron memorables: mítines, micro mítines. Huelgas en todo el país, parciales y nacionales, marchas, etc. Reclamábamos libertad, justicia, democracia plena, derecho al trabajo, a la salud, la educación, la vivienda, sindicalización, etc., actuábamos apegados a la ética y la moral, dentro y fuera del partido.
Hoy, con los principales partidos destruidos (PRD, PLD y el PRSC, entre otros) ,sin la fuerza orgánica y moral de Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez, con los partidos revolucionarios desaparecidos, junto con sus líderes fundamentales, unos muertos otros en los partidos del sistema o sencillamente sin compromisos partidarios, la situación es otra. El país cambió casi sin darnos cuenta. Y el mundo también se transformó.
Con la llegada del PLD al gobierno la manera de hacer política dio un giro de 360 grados, no para bien, sino para mal. El pensamiento y la práctica de Bosch se abandonaron. A don Juan lo enterraron antes de morirse. El pensamiento y la práctica de Balaguer fueron adoptadas, perdiendo así los ideales de libertad, justicia e igualdad. La ética, la moral, el estudio y la disciplina no eran necesarios ya en el PLD que se convirtió en una corporación empresarial.
El PLD es hoy un estercolero, una pocilga que hiede cada vez más. Un lodazal, donde pocos entran y salen sin enlodarse. Una persona honesta, que ama su país, que quiere lo mejor, no cabe en el PLD, sobre todo en sus órganos de dirección.
Fue precisamente Danilo Medina quién afirmó que para reelegirse había que comerse un tiburón podrido y echar al zafacón los principios. Y eso justamente fue lo que hizo: se comió el tiburón sin eructar, y, sin rubor alguno, mandó los principios pal’ carajo. La corrupción es la ideología del PLD de este tiempo. La impunidad su complemento. Todo lo ha corrompido. Ningún estamento social, económico y político ha quedado fuera. (Todos se compran y se venden, como el ganado en un matadero)
La mejor muestra de lo que digo lo constituye el candidato presidencial del PLD, Gonzalo Castillo (El Penco), escogido por Danilo por encima de otros pretendientes con más méritos dentro y fuera del partido. En el PLD de Danilo el nepotismo, el desenfreno, la intolerancia, la corrupción y la impunidad, lo caracterizan. Vivimos en una dictadura constitucionalizada donde no se respeta nada, ni la propia Constitución y las leyes.
Gonzalo es un candidato sin propuestas, sin contenido programático, ideológico o político. No sabe nada. No puede hablar si no es leyendo mal a través de un Teleprompter. Es algo único, impensable. Es un pobre hombre metido en un lío del cual no sabe ni puede salir. Es verdaderamente penoso verlo o escucharlo. No me explico aún como dirigentes inteligentes y probados, que han leído y estudiado, que tienen una práctica de 30 y 40 años, pueden apoyar a un hombre sin ninguna condición para ser presidente de un país. Conozco muchos en el PLD capaces, a los que Gonzalo no puede cargarle la maleta.
En mi cuenta de Twitter (@juantaverash) escribí: “Detrás de la mayoría de las personas que dicen apoyar a Gonzalo hay un cheque, una contrata, una subvención, una cuenta publicitaria, una promesa de cargos y dinero en efectivo. Los respaldos a una candidatura carente de contenido político, programático e ideológico no son gratis. Usualmente tienen un alto precio”, menos el de los pobres, cuya ignorancia y miseria no les permiten pensar en el futuro propio y el de sus hijos.
Nadie, con dos dedos de frente, que piense en el bienestar y la prosperidad del pueblo dominicano, puede respaldar a un candidato que no es candidato, que no es más que un títere pusilánime y vil. Si Danilo logra imponerlo a fuerza de papeletas, de fraudes y violencia, el último que salga del país que apague la luz, porque esto se habrá jodido.