Sin lugar a duda, hemos cambiado. Ese cambio que la mayoría del pueblo dominicano se dio a si mismo el 5 de julio del 2020, está vigente y con ñapa. Tanto, que hasta nuestros hábitos alimenticios han variado de manera radical.
Ya no se ven los suculentos desayunos de mangú, huevos y salami con cebolla, pues con los altos precios de esos productos, el ciudadano de a pie no puede alcanzarlos. Hemos regresado a los tiempos de la marifinga.
El almuerzo va por el mismo camino. A “la bandera” le han quitado algunos colores, o, mejor dicho, sabores. Ya no tiene el pollo como uno de sus ingredientes, pues este desapareció del mercado y cuando aparece lo hace con precios exorbitantes y en cantidades controladas. El cerdo siguió la misma ruta.
El dominicano ha dejado de utilizar sus vehículos personales, pues con los inalcanzables precios de los combustibles, darse este lujo se hace prácticamente imposible. Suerte que los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana dejaron establecido un excelente sistema de transportación pública, como la OMSA, el Metro y el Teleférico, con lo que la población ha podido paliar un poco sus problemas de transporte.
Cancelaron más de 300 técnicos del Ministerio de Agricultura y lo sustituyeron con botellas improvisadas. Este cambio dio resultados adversos de inmediato. Estamos enfrentado una epidemia de fiebre porcina africana que obligará a sacrificar los cerdos de traspatios en todo el territorio nacional y desparramar la pobreza en el campo, pues les quitarán a los campesinos lo que ellos llaman su alcancía.
Cambiamos energía eléctrica estable por apagones que nos han llevado a sacar artefactos desconocidos por nuestra juventud, como son las jumeadoras y las lámparas de gas.
Cambiamos un sistema escolar de tanda extendidas con desayuno, almuerzo, meriendas, útiles, uniformes, mochilas y zapatos, por un invento a distancia que ha sido un rotundo fracaso y cuya secuela la veremos en el futuro. Donde tendremos una pléyade de profesionales mediocres por causa del año perdido en su educación básica.
Cambiamos eficientísimos programas sociales que ayudaron efectivamente a los más necesitados, por promesas que no se han cumplido y que no avistamos se cumplan, en el horizonte cercano.
Nunca en la historia dominicana nos habíamos preocupado, en el mes de agosto, por la cena de navidad. Pero ya se escuchan voces angustiadas preguntándose, que van a cenar en las fiestas de fin de año si ya, en pleno verano, comenzaron a escasear sus principales componentes. Esperen el grito con las teleras.
Por desgracia, Luís Abinader y sus ministros, han recreado aquella triste historia del vástago que le pide alimentos al padre y este le contesta, hijo mío, la piña está muy agria y el niño riposta diciendo, dámela papi, que yo me la como así.
Paciencia pueblo dominicano. Han sido los 365 días más largos de nuestra historia. Pero esto no es otra cosa que una penitencia. Un equivocado autoflagelo. El bienestar y la felicidad regresarán de la mano del PLD, en el 2024.
Carlos McCoy