por Nataly Velez Arocho
Los sujetos encargados de la gobernanza de Puerto Rico conocen lo que podemos catalogar como el efecto dominó de un pueblo sumido en las garras de la ignorancia. Saben bien el dicho popular, “el que no sabe es como el que no ve”, por tanto, mantener a un pueblo “ciego, embrutecido y pobre” se convierte en la pieza fundamental de su circo político. Resulta que algunas narices andantes han descubierto la utilidad del yugo de la ignorancia, saben que cualquier promesa vacía en un cerebro sin regar se convierte en agua. Dicho esto, nos conviene preguntarnos, si esta nefasta fórmula del triunfo les a funcionado hasta ahora, por qué razones estos sujetos políticos cambiarían la receta. Por qué reconstruir el sistema educativo y crear una sociedad de avanzada, que tenga un pensamiento crítico sobre la información que posee. Seguramente con solo pensar en la idea de un pueblo bien instruido, cual piezas de Jenga estos sujetos se tambalean.
La integración de la tecnología en las escuelas públicas de Puerto Rico no solo representaría un adelanto para nuestro sistema, sino también que nuestros estudiantes tengan la posibilidad de adquirir nuevas destrezas, mejores estrategias de investigación, pensamiento crítico, mayores estrategias de análisis, motivación y mejores oportunidades de empleo. Un joven con sed de conocimiento, curioso, vanguardista y capacitado se convertirá en un adulto difícil de comprar, ya que sabrá denunciar la mentira y defender la verdad. La verdad en una mente bien instruida se convierte en una lumbrera que no solo recorre el camino, sino que se encarga de alumbrar el camino de los demás.
Dicho esto, mientras la ignorancia y el atraso reinen en las escuelas del país, las mentiras de unos cuantos pinochos seguirán triunfando. El sistema seguirá colapsando y el país verá cómo la falta de oportunidades se convierte en el detonante de la violencia, los crímenes y el hambre. En medio de este desolador panorama quedarán unas cuantas manos dispuestas a servir y algunas voces comenzarán a leer y dialogar más alto, tan alto que algunas de las piezas del dominó, antes de caer, se detendrán a escuchar y pensar.