Desde hace un tiempo, hay sectores políticos en nuestro país, que, ante su evidente fracaso en conseguir el favor del pueblo, comenzaron a conspirar contra la economía, el orden político y la paz social de nuestra nación.
Iniciaron una campaña de descredito, esparciendo mentiras y veneno verbal a nivel internacional, contra el turismo dominicano, una de las principales patas de la mesa económica dominicana.
Esa aviesa campaña, provocó que la visita de extranjeros a nuestros puntos turísticos se redujera en un 30%, causando la clausura de innumerables instalaciones turísticas y el despido de miles de trabajadores del sector, más la quiebra de muchos productores agrícolas que perdieron una buena parte de su mercado con el cierre de hoteles, bares y restaurantes.
Comenzaron a manipular las divisas para afectar otro de los pilares de este gobierno como es la estabilidad macroeconómica.
Violentaron las sesiones del congreso llevando turbas, hasta de ilegales extranjeros, al frente de las instalaciones legislativas.
No conforme con eso, al darse cuenta de que los números electorales no le eran favorables, iniciaron una campaña de descredito contra la Junta Central Electoral.
Sabotearon las elecciones municipales del 15 de febrero, pues no les convenia participar en las mismas, ya que el pueblo se daría cuenta del verdadero tamaño de esa parcela política.
La campaña siguió con las acusaciones al gobierno, al Partido de la Liberación Dominicana y a la Junta Central Electoral, de oponerse a la celebración de esos comicios y cándidamente el pueblo lo creyó.
Pero, cuando no les quedó otra alternativa que no fuera participar en las abortadas elecciones de febrero, que fueron reprogramadas para el 17 de marzo pasado, donde hicieron el ridículo, pues no sacaron ni siquiera un regidor, enfilaron sus cañones hacia las presidenciales.
El nerviosismo se ha apoderado de ese sector. Se desinfla el globo que habían llenado con falsas ilusiones. Sus números siguen en caída libre. Están desesperados y la desesperación es una de las causas que hacen tomar decisiones sin medir las consecuencias.
Ahora, están empeñados en desacreditar las venideras elecciones presidenciales y congresuales.
Sin importarle la situación de salud que vive todo el planeta, por la pandemia del COVID-19, han lanzado la macabra advertencia de que, si no se celebran elecciones en la ciudad de Nueva York, alegarán que todo el proceso sería ilegítimo y llamarían al pueblo a la desobediencia civil.
Ya han pedido ayuda en ese descabellado proyecto, a sus amigos internacionales, que son los mismos eternos enemigos de nuestro país, que en el pasado se unieron a la campaña contra el turismo nacional, para que colaboren en esa faena.
Dice el pueblo en su sabiduría, que lo mucho hasta Dios lo ve.
Cuando se juega con candela, se corre el riesgo de quemarse y, regularmente, los primeros que se queman son los que encendieron la mecha.
Señores, acepten su realidad. No expongan este pueblo, que ha vivido en paz y en progreso por los últimos años, a un desastre.
Pueden salir achicharrados.
Carlos McCoy
CarlosMcCoyGuzman@gmail.com