Las habitaciones de un viejo motel de Miami con estética de los años 60 se convierten en pequeños escenarios para que la compañía de teatro Juggerknot cuente nueve historias de la ciudad a un público que, ante los actores, se siente invisible.
Se trata de la segunda serie del proyecto Miami Motel Stories, que debutó en 2017 con las historias del decrépito motel Tower de la Pequeña Habana, un vecindario de población cubana.
Ahora la compañía Juggerknot desembarca en el motel Gold Dust, en el barrio conocido como MiMo, al norte del centro de la ciudad.
Desde este viernes y hasta el 23 de diciembre el motel tendrá como huéspedes temporales de jueves a domingo a 35 actores y a un público que, en grupos de cuatro personas, irá recorriendo las habitaciones-escenario.
En uno de los cuartos, lleno de imágenes de santos, cirios y con las paredes forradas con páginas de la Biblia, un predicador afroamericano se debate entre su vida pasada de drogas y alcohol y la rehabilitación.
A medida que el pastor grita, camina por la habitación, se revuelca en la cama, mira por la ventana y le habla a las imágenes religiosas, los espectadores tienen que moverse en la escena para no atravesarse y a veces se encuentran de frente con el actor que, aunque parece que les mira fijo a los ojos, no los ve realmente.
“Es una experiencia muy diferente. Realmente creo que es el futuro del teatro”, explicó a Efe Tanya Bravo, la directora artística de Juggerknot.
“Está sucediendo a tu alrededor. Puedes tocar cosas, puedes mirar a través de las cosas. Es muy cinematográfico. Es casi como un primer plano, estás en la habitación, puedes oler los olores”, detalló.
Los espectadores resultan invisibles para los actores que en estos reducidos y cerrados espacios repetirán sus papeles nueve veces cada día en que haya función.
“Es un ejercicio increíble para un actor porque realmente no sabes qué esperar. Está cambiando constantemente. No sabes cómo va a reaccionar la audiencia. Así que creo que es muy emocionante para los actores”, dijo Bravo.
Ellos cuentan historias como la del programa de hospedaje en moteles para vagabundos que patrocinó la ciudad en los años 90 o la Época Dorada de los 50 y sus apetecidos moteles con señales de neón, piscinas, clubes nocturnos y cercanos a Miami Beach y los casinos.
En cada recinto de este típico motel de Miami, de tres pisos y con barandas que dan a un espacio abierto ya sea un patio, piscina o estacionamiento común, se cuenta en diez minutos una historia diferente, todas ellas basadas en hechos reales ocurridos en distintas décadas.
Los libretos son del dramaturgo cubano Juan C. Sánchez, que en gran parte los escribió a bordo de un autobús público porque no tiene automóvil y que también fue el autor de los de la primera serie, la que se representó en un motel de la Pequeña Habana.
Los espectadores escogen en la taquilla del “teatro” que historias quieren vivir en la intimidad de una habitación.
También podrán disfrutar de una fiesta en la primera planta en la que un viejo autobús de la ciudad de Miami se convirtió en el lobby desde el cual los botones guían al públicos a las habitaciones.
En uno de los cuartos una pareja que llega de vacaciones en su carro último modelo a la exótica Miami de la Era Dorada (años 50) termina en una pelea que pone a los espectadores un tanto incómodos, inmersos en una escena que parece muy real.
Bravo dice que el espectador siente que ha “retrocedido en el tiempo” y como son todas historias basadas en la comunidad, en entrevistas y archivos históricos, “cuando se vaya, habrá aprendido algo nuevo sobre Miami”.
“Realmente llevamos al espectador a través de la evolución de todo lo que ha sucedido en ese vecindario y lo hacemos creando pequeñas viñetas y diferentes salas que representan diferentes décadas”, explicó Bravo.
Bravo subrayó que no hay reglas (obviamente no se puede tocar a los actores) y el espectador puede sentarse donde quiera o mirar desde donde quiera, “es casi como si fueras la cámara”. Es todo muy cinematográfico, agrega.