Así acaba de terminar la septuagésima sexta Asamblea General de la Naciones Unidas, donde por 76 años consecutivos se reúnen la mayoría de los dignatarios de los países del mundo a hablarle disparates a un salón vacío, como fue el caso del discurso pronunciado por el presidente de la República Dominicana, Luís Abinader.
A ninguno de los asistentes a ese cónclave les interesa lo que pueda decir un presidente de Centro América, del Caribe o de una pequeña nación africana. Hoy, toda la atención se concentra en lo que digan Joe Biden o Xi Jinping.
Dignatarios de 193 países van a ponerse de ridículos con sus participaciones a sabiendas de que, en esa organización, mientras exista el poder de veto de los Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido en el Consejo de Seguridad de esa institución, no se van a tomar decisiones trascendentales que verdaderamente ataquen los problemas globales.
Como ejemplo un botón. Año tras año este organismo, en las reuniones de ese Consejo, condena el inhumano bloqueo de los Estados Unidos de América al pueblo cubano y pide que se detenga. Regularmente, las votaciones son 191 a favor de que se desbloquee a Cuba y dos en contra. Desgraciadamente, estos dos votos en pro de que se mantengan las sanciones son de Israel y del poderoso imperio del norte que, con su poder de vetar cualquier iniciativa, impide que se les puedan abrir las puertas a la mayor de las Antillas y así, de forma consuetudinaria, continúa la tragicomedia.
Para contrarrestar o por lo menos equiparar este poder de veto de las grandes potencias, América Latina y el Caribe tienen hoy una gran oportunidad. No es lo mismo la participación en estas reuniones internacionales de un pequeño país americano de diez millones de habitantes con exiguos poderes adquisitivos y de baja producción, que la de un conglomerado de naciones todas con un objetivo, salir del subdesarrollo y la pobreza.
Esto se puede lograr con el fortalecimiento de La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). 32 naciones con alrededor de 650 millones de habitantes, superior en tamaño y población a la Unión Europea y mayor a la suma de cuatro de los cinco países que componen el poderoso Consejo de Seguridad de la ONU. Además de ubicarse en medio de tres de los cincos océanos del mundo y estar enclavada en los territorios más productivos y fértiles del planeta. En cuyas entrañas, con sus tierras raras, se encuentran, entre otras cosas, toda clase de los metales necesarios para el desarrollo de las diferentes tecnologías y gran parte del combustible que necesitamos.
La meta debe ser, trabajar con ahínco para que la próxima participación de Latinoamérica y El Caribe, no se haga de manera dispersa, representados por países con posiciones individuales, sino que nuestra presencia sea como un sólido bloque el cuál hemos denominado, “Estados Unidos Latinoamericanos y Caribeños”.
Con un claro y único objetivo, aunar esfuerzos para salir de nuestro subdesarrollo.
Vamos a establecer de verdad quienes son los que pueden tener poder de veto.
Carlos McCoy