Siendo una prominente defensora de los derechos humanos, la poeta Rose Styron conocía perfectamente los abusos cometidos en la Cuba de Fidel Castro y la censura a artistas y publicaciones con posturas discrepantes, pero cuando ella y su esposo, el escritor William Styron, fueron invitados a reunirse con el líder cubano en 2000 no dudó en aceptar.
“Fue una figura interesante, polémica, obviamente muy inteligente y carismática”, opinó la escritora respecto a Castro, quien falleció el 25 de noviembre a los 90 años. “Y al mismo tiempo no dejaba de pensar que podría haber una manera de persuadirlo de no encarcelar a la gente por expresarse libremente”.
Para los Styron y otros artistas, Castro fue una contradicción que nunca lograron resolver, un hombre al que resultaba igual de difícil acoger que ignorar. Fue el revolucionario audaz que desafió al gobierno de Estados Unidos e inspiró a la izquierda de todo el mundo y el prolijo déspota que expulsó a Eliseo Alberto, Daina Chaviano y otros escritores prominentes e hizo que los artistas recordaran a los líderes derechistas a los que tanto se habían opuesto.
Sin embargo, Castro resultaba intrigante para la comunidad creativa en parte debido a que él también se mostraba intrigado por ellos. Ernest Hemingway pescó con él. Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir fueron de los primeros en visitarlo luego que Castro asumió el poder en 1959 y Gabriel García Márquez fue su adepto por mucho tiempo.
Dizzy Gillespie, Stan Getz y otros músicos del jazz se presentaron en Cuba. Norman Mailer, que se reunió con Castro a finales de la década de 1980, lo consideraría junto con Charlie Chaplin, Muhammad Alí y Ezra Pound entre los cuatro genios que conoció en persona.
Muchos tuvieron sentimientos encontrados. El periodista y novelista William Kennedy, autor de “Ironweed”, compartió buenos recuerdos de su conversación de horas con Castro en casa de García Márquez, pero también catalogó algunos de sus actos como “aberrantes”. El cantante estadounidense Harry Belafonte discutió con Castro de varios temas, desde el género musical de rap hasta el cine de Hollywood, pero nunca pudo aceptarlo del todo.
“Fidel era muy carismático, tenía una energía muy poderosa y su legado de cierto modo fue admirable, del otro fue lamentable”, escribió Belafonte en su libro de memorias “My Song”, publicado en 2011. “Genuinamente me agradaba, pero no puedo decir que haya sido mi modelo a seguir”.
Belafonte y otros siguieron un patrón similar con Castro, una euforia inicial sobre la revolución cubana que luego abrió paso a la desilusión, o en algunos casos incluso a un rotundo rechazo.
Todd Tietchen, autor de “The Cubalogues: Beat Writers in Revolutionary Havana”, informó que Allen Ginsberg y otros poetas se sintieron atraídos por las “políticas de estilo —barbas, boinas, cabello largo” que Castro y su aliado Ernesto “Che” Guevara personificaban, pero durante su visita a Cuba a mediados de la década de 1960, Ginsberg vio cómo las autoridades detenían a los homosexuales y los enviaban a campamentos de trabajos forzados. Rápida y públicamente se convirtió en un crítico del gobierno.
Ginsberg “puso en duda la heterosexualidad de Castro, confesó que él habría deseado tener sexo con el Che y desafió al gobierno de Castro a invitar a The Beatles a realizar un concierto en Cuba al considerar que el cabello largo y las voces tiernas de los vocalistas del grupo británico podrían aportar algo de la muy necesaria androginia a la cultura de la isla”, explicó Tietchen.
“Cuando Castro finalmente tuvo suficiente, hizo que Ginsberg fuera detenido y lo sacó de Cuba en el primer vuelo disponible”.
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Por HILLEL ITALIE