Las cosas no han seguido los planes de los líderes republicanos, que esperaban que el control unificado de Washington uniría al partido alrededor de años de promesas de campaña, como desmantelar la reforma de salud, reducir los impuestos y disminuir las regulaciones.
En cambio, las semanas que han transcurrido después de la victoria electoral de Donald Trump parecen haber sido poco más que un cese del fuego temporal en una larga guerra civil del Partido Republicano.
Menos de 24 horas después de que Donald Trump ganara la Casa Blanca, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, proclamó triunfalmente el comienzo de una nueva era de avances del liderazgo republicano. Luego de seis semanas de gobierno de Trump, los republicanos están avanzando, pero en diferentes direcciones.
Un ejemplo son los caminos diferentes que han tomado para deshacer la reforma al sistema de salud pública del ex presidente Barack Obama, conocida informalmente como Obamacare. Algunos activistas conservadores y legisladores republicanos se están mofando de la propuesta de sus líderes con calificativos como “Obamacare lite”, “Obamacare 2.0” y “RINOcare”, donde RINO son las siglas en inglés de “Republicans In Name Only” (Republicanos de nombre solamente).
Los senadores de estados políticamente oscilantes temen que sus bases políticas, los ciudadanos más enfermos y pobres, puedan perder el acceso a la atención médica que les trajo Obamacare.
Los gobernadores republicanos temen que millones de personas ahora cubiertas por el programa gubernamental de asistencia médica para los pobres o discapacitados Medicaid sean abandonadas a su suerte, un paso que los podría perjudicar.
La batalla por la atención de la salud es probablemente la primera de muchas por venir dentro del partido. Por lo pronto, los republicanos están enfrentados entre sí por los planes para reformar las leyes fiscales, los políticos que abogan por políticas presupuestarias enérgicas son escépticos sobre el plan de infraestructura de un billón de dólares de Trump y altos legisladores republicanos han rechazado piezas importantes de su próxima propuesta de presupuesto.
La Casa Blanca se ha dado cuenta de que debe ganarse a muchos de sus opositores. Con los votantes demócratas exigiendo nada menos que una resistencia total a Trump, la aprobación de las iniciativas republicanas por parte del Congreso dependerá en gran parte de los votos dentro del partido. Eso dejará poco margen de movimiento para deserciones en el Partido Republicano.
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Por LISA LERER y THOMAS BEAUMONT