Puerto Rico celebra desde hoy una de las Navidades más amargas de las últimas décadas por el huracán María, causa de que tres meses después buena parte de la isla permanezca a oscuras, dificultades a las que la población trata de sobreponerse.
La tradicional explosión de alegría que se vive en esta isla caribeña en las Navidades este año no podrá ser igual porque todavía los efectos del devastador huracán se ven reflejados en algo tan cotidiano como es contar con luz o un trabajo con el que pagar los gastos extras de estas fechas, ambas cosas convertidas estos días en lujo.
La información que hoy ofrece el Gobierno señala que la generación de la estatal Autoridad de la Energía Eléctrica (AEE) alcanza el 62,2 %, muy lejos del objetivo que había marcado el gobernador Ricardo Rosselló, quien pidió un esfuerzo para que a mediados de diciembre fuera del 95 %.
El Gobierno ofrece el dato de la generación de la AEE sobre el total de su capacidad, aunque otra cosa es la cantidad de personas que cuenta realmente con electricidad, que se sospecha es muchísimo menor.
La AEE trató el sábado de enviar un mensaje navideño de esperanza al divulgar que, por vez primera tras más de tres meses, la electricidad iba a llegar a varios municipios del interior y la costa este y sur.
La electricidad llegaría, sí, pero a los cascos urbanos de algunos de esos municipios, espacio reservado en Puerto Rico mayoritariamente al comercio y servicios administrativos, pero donde muy poca población reside.
Los puertorriqueños de áreas montañosas y alejadas de la capital, San Juan, tendrán que conformase hoy, en plena Nochebuena, con adaptarse a las horas de luz o, los más privilegiados, prender las populares plantas, unos generadores alimentados por diesel cuyo ruido característico se ha hecho habitual en los últimos meses.
El panorama de no contar con electricidad ha supuesto el golpe definitivo para una economía en caída libre desde hace una década, inmersa en una profunda crisis agravada desde que en 2015 el Gobierno incurrió en el primer impago de una deuda de 70.000 millones de dólares.
La crisis, la deuda y la “puntilla” del huracán María ha provocado un auténtico éxodo de puertorriqueños hacia Estados Unidos en busca de servicios mínimos y trabajo para vivir.
La falta de electricidad provocó el cierre de innumerables pequeñas y medianas empresas, que no podían permitirse comprar generadores una vez que el gasto del diesel hacía imposible que salieran las cuentas.
Un recorrido por muchas áreas de la capital puertorriqueña muestra cómo hoy, más de tres meses después, las maderas que se colocaron en tiendas y negocios para resistir los vientos de María siguen ahí sin perspectiva de retirarse.
Aunque no hay datos oficiales, se cifra en cerca de 200.000 los puertorriqueños que se marcharon a Florida, el estado preferido de los boricuas para establecerse, pues gracias a que cuentan con pasaporte estadounidense pueden moverse libremente por el país norteamericano.
Luis Boronat, un vecino del distrito de Hato Rey, pone cara a este drama.
Ya entrado en los cincuenta ha visto cómo la falta de electricidad hizo que su negocio de corte de pelo para perros se viniera abajo ante la falta de recursos para recurrir a una planta de generación con diesel.
Décadas después de llegar a la isla caribeña desde su Valencia natal en España, señala a Efe que la cosas “se han puesto muy feas”, más todavía que antes del huracán, por lo que en semanas hará las maletas rumbo a Filadelfia, ciudad de la costa este de Estados Unidos.
Luis, con poca formación académica, dice que ha conseguido un trabajo de “empacador”, operario de fábrica, con lo que espera salir adelante.
La historia de Luis es solo una más de las que ha llevado a cientos de miles de personas a irse, aunque los que se quedan tratan de sobrellevar la situación.
Aunque no comparable con otros años, algunos almacenes reflejaban el sábado una actividad poco habitual con personas ávidas de quitarse las penas con alguna compra de ultima hora.
Los que se han quedado aprovecharán está noche para, con luz de la AEE, generador o velas, organizar una cena típica de la Navidad puertorriqueña.
El lechón (cerdo) y el arroz con gandules se verá acompañados del famoso pitorro, bebida de fuerte gradación alcohólica que se producía hasta hace pocos años de manera clandestina.
Tras las fiestas llegará 2018, un año que los puertorriqueños esperan no se parezca en nada al que ahora se despide.