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He tenido la oportunidad de conocer un poco sobre la gerencia pública en mi país. Durante poco más de diez años, he trabajo en el sector público y considero que puedo hacerme una idea al respecto. Esos mismos diez años siempre han estado vinculados a la gerencia pública en el sector turístico y creo que lo más difícil de sortear son las innumerables ocasiones cuando la política y el turismo se encuentran.
Como profesional del área, les confieso que se me hace difícil escuchar estas disquisiciones audaces en boca de dirigentes políticos pretendidamente enterados de la materia. Y créanme que no han sido pocas las veces que me ha tocado oírlas.
Otro tanto, ocurre con quienes tienen acceso a los medios de comunicación y hablan del tema turístico. Generalmente, usted se encuentra con “generadores de opinión”, cuyo propósito es promover destinos turísticos, destacar paisajes, servicios y alternativas recreativas.
En los últimos 20 años hemos sido capaces de ver cuántas de estas promesas preelectorales se han incumplido
El asunto de fondo es quién lo hace, cuál es su perfil y su visión. Venezuela es un país maravilloso en todos los sentidos, y su generosidad es tal, que da para aceptar que expertos, principiantes y gente ajena a una materia hablen con voz autorizada sobre cualquier tema. Pero, piense por un instante: ¿Escucharía o, más bien, tomaría con la seriedad que amerita el caso, escuchar a un arquitecto opinando sobre medicina o haciendo un diagnóstico complejo? Estoy seguro que en cualquier lugar del mundo dicha opinión no crecería como una avalancha que se convierte, al final del día, en una verdad.
Ojo, en nuestro país es muy común ver a profesionales de distintas áreas trabajando en otras y siendo exitosos en dichas plazas laborales. Ahora me pregunto ¿tendrá un ingeniero, o un licenciado en turismo, oportunidades de trabajo desempeñándose como, digamos, economista en otro país? Le invito a hacer ese ejercicio, reflexionarlo e investigarlo.
Los políticos no son expertos en todas las áreas, de eso estamos claros, pero considero prudente para ellos, el tener un equipo de asesores calificados en distintos rubros. Históricamente, y casi por tradición, la actividad turística se ha vendido como el “comodín de oro” de muchos candidatos a alcaldes, gobernadores y hasta presidentes, durante sus discursos y campañas políticas, previas a las elecciones de cualquier tipo. En su afán por mostrarse como una opción distinta a sus pares, ofrecen, proponen y ondean la bandera del turismo con total ligereza. Haga memoria y piense cuántos candidatos y políticos, de manera demagógica y superficial, hablaron sobre la actividad turística como la industria limpia, el petróleo verde y pare usted de contar. Yo en lo particular, tengo una lista enorme.
En los últimos 20 años hemos sido capaces de ver cuántas de estas promesas preelectorales se han incumplido. Hemos sido capaces, también, de ver la desconexión total de la agenda pública con el tema turístico. Una vez que se ha concretado el objetivo electoral, vemos cómo se deja de lado el “comodín de oro”, propuesto sin una visión ni un plan estratégico con fundamento.
Los políticos no son expertos en todas las áreas, de eso estamos claros, pero considero prudente para ellos, el tener un equipo de asesores calificados en distintos rubros
Vengan de donde vengan, y llamándolas como mejor le parezcan, ninguna de estas acciones tendrá validez ni será efectiva cuando de impulso al sector se trate. Incluso, dentro del gremio turístico, vemos cómo iniciativas con mucho potencial entran en una suerte de máquina destructora, que aniquila la esencia de las ideas y propuestas y solo deja ver el lado mediático, palurdo y conflictivo, que busca generar comentarios y avivar el “qué dirán”.
El desconocimiento por parte de los políticos de la materia y los conflictos de intereses, han sido, en gran medida, los culpables de la toma de terribles decisiones en cuanto al futuro turístico de nuestro país. Aquí nadie quiere ser portador de malas noticias, incluso cuando son la más pura verdad, al mejor estilo de Maquiavelo. Los políticos, o quienes aspiran ser considerados como piezas de ese entorno, han preferido siempre decir y utilizar las frases que la gente quiere escuchar, las de mayor aceptación popular, las que aparecen en el tope de los estudios de opinión, la que aviva la llama de las masas, pero que no trasciende, muere allí. Esas palabras, queridos lectores, se las lleva el viento.
El turismo no debería ser una herramienta de la política. El turismo debería ser la política
En materia de políticas públicas en términos turísticos, el Estado cumple un papel fundamental para el desarrollo de la actividad. Para que este tenga algo de sentido, quienes desarrollan las políticas públicas en materia turística deben ser profesionales del área. Zapatero a su zapato, y punto.
Como lo he expresado en artículos anteriores, creo, sin dudas, que estamos en el peor momento de la industria turística de Venezuela. La falta de seriedad, el desconocimiento en la materia y el mal concepto del populismo, han sumergido al sector en este punto. Todo pasa, por hacer las cosas como siempre la hemos hecho. También podría verse como ser cauto al tomar experiencias ajenas en lugar de innovar.
La política y el turismo solo deberían encontrarse desde el punto de vista legislativo, en donde, la voluntad del poder ejecutivo o quienes aspiran estar allí se demuestre de manera tangible y sobre blanco y negro. Desarrollando un marco normativo y legal coherente e impulsando a TODO el aparataje del estado en pro del desarrollo de la actividad. El turismo no debería ser una herramienta de la política. El turismo debería ser la política.
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El desconocimiento por parte de los políticos de la materia y los conflictos de intereses, han sido, en gran medida, los culpables de la toma de terribles decisiones en cuanto al futuro turístico de nuestro país
El turismo no debería ser una herramienta de la política. El turismo debería ser la política.
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Las políticas públicas turísticas tendrán sentido cuando sean desarrollada estrictamente por profesionales del área ¡Zapatero a su zapato, y punto!