Friday, November 15, 2024
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Para las mulas colombianas, viajar a China puede ser letal

BOGOTA (AP) — En un pequeño apartamento de ladrillo, encima de un establecimiento de loterías, Martha Antivar espera señales de vida de su esposo, quien languidece en un penal chino a un océano de distancia.

Hace cinco años, Oscar Hilarión, un taxista de 45 años, le dijo a su esposa y a su familia en Colombia que iba a China a un viaje de negocios con un amigo. Semanas más tarde, Antivar recibió la llamada de un funcionario colombiano en el país asiático informándola de la cruda realidad: Hilarión había sido detenido por tráfico de drogas, un acto desesperado con el que cree que intentaba impedir que el banco se quedara con su casa.

El tráfico de drogas puede ser castigado hasta con la pena de muerte en China, y la familia de Hilarión — como la de otros 145 colombianos que se estima están en la misma situación — espera casi sin información el destino que correrá su ser querido. Los funcionarios de la embajada de Colombia que visitan a Hilarión cada pocos meses les pasan algunos datos esporádicos. Pero se saben pocos detalles de los cargos en su contra, incluso después de que se dicte sentencia.

La mayoría de los familiares de acusados de ejercer de mulas para llevar droga de Colombia a China son demasiado pobres para realizar un viaje de 17.000 kilómetros (10.500 millas) para verlos o enviarles dineros. Muchos no recibieron llamadas telefónicas.

En su lugar, esperan las cartas escritas sobre un simple papel blanco del penal chino.

“Mi gran amor”, empiezan siempre las cartas que Hilarión envía a su esposa.

La situación de los reos colombianos en las prisiones chinas adquirió carácter de urgencia tras la muerte la semana pasada de un compatriota acusado de traficar con casi cuatro kilos de cocaína a cambio de 5.000 dólares. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de última hora de Bogotá para salvar a Ismael Arciniegas, un periodista retirado de 72 años, este fue ejecutado con una inyección letal convirtiéndose en el primer colombiano, y probablemente en el primer latinoamericano, en cumplir con la pena capital en China por un delito de drogas.

El número de ciudadanos colombianos en cárceles china pasó de apenas un puñado en 2006 a 146 este año, según el gobierno de Bogotá. Quince de ellos han sido sentenciados a muerte y otros tantos a cadena perpetua.

China es el país que más ejecuciones realiza en el mundo, aunque la mayoría de extranjeros sometidos a este castigo procedían de Japón, Corea del Sur y el sudeste asiático, según un informe de la prensa estatal del país en 2015.

El asunto de la pena capital por delitos de drogas fue objeto de un encendido debate el año pasado en la primera sesión especial de Naciones Unidas sobre política antidroga en el mundo en casi dos décadas. Países de Europa y Latinoamérica, donde esta práctica está prohibida, se enfrentaron con gobiernos asiáticos que consideran que es una herramienta clave en la lucha contra el narcotráfico.

La mayor parte de la cocaína de Colombia termina en Estados Unidos y en Europa, pero una pequeña parte se trafica en China, donde aumentó el nivel de vida, los consumidores de drogas son más jóvenes y una serie de sustancias, incluida la cocaína, están ahora más disponibles. Un informe de la ONU de 2016 señaló que las incautaciones de cocaína en Asia se triplicaron durante la última década.

Llevar cocaína en avión desde Colombia a China está considerado uno de los viajes más complicados para una mula, y como consecuencia está mejor recompensado, dijo Blanca Henríquez, profesora de Derecho en la Universidad Autónoma de Colombia, que ha presentado solicitudes de repatriación para 18 colombianos que cumplen condena en China.

Tras hablar con más de dos docenas de familia, señala la presencia de un patrón: la mayoría de los colombianos detenidos son hombres mayores de 40 años de origen pobre. En varios casos, habían recibido un préstamos que no podían devolver y se vieron obligados a transportar drogas para organizaciones delictivas que amenazaron a sus familias.

Por un viaje suelen cobrarse unos 3.000 dólares, que “para mucha gente, es mucho dinero”, señaló Henríquez.

China ejecuta a más personas que todo el resto del mundo junto y sus autoridades judiciales empezaron a abordar el problema del narcotráfico recientemente. La dura postura del país con respecto a las drogas se remonta a las Guerras del Opio del siglo XIX y al inicio del “siglo de la humillación”, durante el que los nacionalistas chinos creen que los imperialista británicos habrían intentado drogar a los chinos con opio para aprovecharse a nivel comercial.

“Esta es la razón real por la que China es tan inflexible que ningún extranjero puede introducir narcóticos en el país bajo ninguna circunstancia”, apunta Lars Laamann, autor de “Narcotic Culture: A History of Drugs in China”.

El padre de Diana Pérez tenía una pequeña granja en la que plantaba moras y fruta de la pasión, pero una plaga terminó con sus cultivos y se arruinó. Ella cree que tomó un préstamo y se vio forzado a “hacer un viaje” cuando no pudo devolver el dinero.

Luis Pérez, de 57 años, se subió a un avión a Shangai en 2013. Era la primera vez que salía de Colombia. Cuando aterrizó en China fue detenido y acusado de tráfico de cocaína. Fue condenado a muerte, pero más tarde su condena se redujo a cadena perpetua.

Cuando visitó a su padre el año pasado, Diana Pérez lo encontró en un estado delicado. Estaba encerrado con una docena de presos extranjeros más. Ninguno hablaba español por lo que se comunicaban haciendo señas con las manos. Su padre se quejó especialmente de la comida.

“Mucho picante, mucho arroz. Verduras que nosotros no conocemos como verduras sino plantas”, recordó.

Antivar, por su parte, espera a que su esposo sea sentenciado.

Su hija de 11 años, Nikol, lleva una pulsera roja, amarilla y azul que él le hizo. Madre e hija viajaron a China el año pasado para visitarlo, pero Nikol Hilarión dijo que no lo reconoció.

En sus cartas, Hilarión habla de las malas condiciones en la prisión, como que cada mes le entregan un rollo de papel higiénico para compartir con otro reo.

Escribe con tinta negra, con letras vacilantes que forman textos en español salpicados con las frases que ha aprendido en inglés.

“TE QUERRÉ POR SIEMPRE”, escribió. “POR FAVOR NO ME OLVIDES”.

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Por CHRISTINE ARMARIO

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