Ya sea superando rocas o las dunas del Valle del Fuego, en el estado de Nevada, los Jeep Wrangler Rubicon y Grand Cherokee Trailhawk son las herramientas ideales para navegar el desierto.
Es difícil pensar que el Valle del Fuego, un parque natural de Nevada, está sólo a una hora al noreste de la bulliciosa Las Vegas, conocida como la “ciudad del pecado” por sus casinos, bares y clubes de desnudo.
Creado en 1935, en el Valle del Fuego los monstruosos hoteles de Las Vegas están sustituidos por gigantescas formaciones de arenisca roja, llamada “arenisca azteca”, y el resplandor de los letreros y pantallas luminosos de la ciudad sólo tiene equivalente en el abrasador sol que cae incluso en noviembre.
Rocas y dunas son precisamente el gran atractivo del Valle del Fuego para los aficionados de Jeep, la marca de todoterrenos del grupo Fiat Chrysler (FCA).
Pero por dos razones distintas: las formaciones rocosas del Valle del Fuego son ideales para probar la capacidad de escalada y vadeo a bajas velocidades del nuevo Jeep Wrangler 2018, la última versión del vehículo quizás más clásico y, desde luego, el de más ventas, de la marca de todoterrenos.
La séptima generación del Wrangler, inspirado en las versiones más clásicas del modelo, la original de 1941, el CJ2 de 1945 y el CJ5 de 1954, es, en Estados Unidos, el vehículo de más ventas de Jeep en 2018.
En lo que va de año, Jeep ha vendido 204.269 unidades del Wrangler, un 25 % más que el año pasado.
Sean, uno de los integrantes de Jeep Jamboree, una especie de club que reúne a propietarios de vehículos de la marca que organizan viajes por lugares como el Valle del Fuego para sacar el máximo partido a sus Jeep, explica a Efe por qué el Wrangler es el vehículo de más ventas de la marca.
“Es el mejor Jeep. Punto”, declara tajante mientras da instrucciones sobre cómo enfrentarse al camino de cabras por el que tiene que circular en el Valle del Fuego el Wrangler Rubicon 2018 equipado con un motor de 3,6 litros en V6 que produce 285 caballos acoplado a una transmisión automática de ocho velocidades.
“Coloca la reductora en ‘4LO’ y no evites ninguna roca. Las ruedas tienen que pisar las rocas, lo contrario a lo que se haría con un vehículo convencional”, explica Sean.
Con la reductora en la posición 4LO, la relación de trepada del Wrangler Rubicon con la transmisión automática es de 77.2:1, lo que permite que el vehículo avance a muy baja velocidad, unos dos kilómetros por hora sin necesidad de apretar el acelerador, para superar los ascensos o descensos más pronunciados.
Esta característica, junto con el bloqueo de los ejes y las instrucciones de los ojeadores del Jeep Jamboree, permite que cualquier conductor, con poca o nula experiencia, haga que el Wrangler Rubicon ascienda paredes de roca de más de 30 grados de inclinación, lo que equivale a una cuesta del 60 %, como si fuera fácil.
Lo de los ojeadores es fundamental porque son ellos los que realmente pueden ver dónde se colocan las ruedas cuando el morro del Wrangler Rubicon está apuntando hacia arriba y lo único que se ve delante es el cielo azul sin una sola nube de referencia.
E igual cuando a la vuelta, el ascenso se convierte en un descenso de montaña rusa y lo único que sujeta al conductor y los pasajeros al asiento es el cinturón de seguridad.
En las dunas del Valle del Fuego, la técnica es completamente distinta a bordo del Grand Cherokee Trailhawk 2019 equipado con un motor de 5,7 litros HEMI en V8 que genera 360 caballos de potencia.
“Aquí no hay que aflojar. Al llegar a la duna, pisa fuerte, hay que mantener el impulso”, advierte Sean para evitar que el Grand Cherokee Trailhawk se quede enterrado en la blanda arena roja del desierto de Nevada.
La versión Trailhawk del Grand Cherokee tiene una suspensión neumática que ofrece más recorrido y capacidad de vadeo que el resto de las versione del vehículo, lo que es especialmente útil en las dunas.
Una vez lanzado, la potencia del Grand Cherokee Trailhawk con el motor HEMI permite que discurrir por las arenas del desierto no sea mucho más difícil que hacerlo con el Landspeeder que utilizó Luke Skywalker en la “Guerra de las Galaxias” de 1977.