El adeudo de las diásporas con sus naciones de origen no es novedoso. Mucho antes de que la comunidad internacional lo percibiera, los emigrantes y sus descendientes habían asistido durante décadas, al progreso de sus naciones de origen, tanto en lo público como en lo privado.
Aproximadamente 70 países dependen de las remesas para más del 4% de su PIB (ifad)
A pesar de la reserva intelectual que guardan las diásporas latinoamericanas en Estados Unidos y Europa para sus naciones de origen, y la posibilidad de estas ser una impactante fuente de transferencia de conocimiento especializado a favor de sus desarrollos, por encima de ello, el más importante recurso que estas poseen sigue radicado en su poder económico. Y el instrumento de mayor influencia sigue siendo la remesa.
Estas transferencias internacionales de divisas personales o empresariales aún carecen de una real transparencia, eficiencia y una utilización más acorde con las necesidades del receptor final y su econo-esfera. Las transmisiones terminan en sectores informales y sirven de poco más que para complementar los ingresos de los familiares de los emisores, y ser utilizados para consumo diario de productos y servicios de primera necesidad. Sin embargo, su volumen le excusa de toda falta de capacidad para realizar la función de una manera más adecuada y con mayor claridad. Por ello las remesas aún se proyectan como la herramienta financiera con mejor potencial para el progreso de estas naciones latinoamericanas aun en desarrollo, pero solo si en lo adelante, los gobiernos son capaces de visualizarlas y ejecutarla de una manera más acorde con su potencia que con su valor numérico.
El caso dominicano
Tomemos el ejemplo las emisiones que llegan a la República Dominicana desde Estados Unidos y Europa, y lo que estas representan para la micro y macroeconomía nacional. Un significativo aporte que ha tenido un crecimiento continuo de 8% anualmente desde el inicio de siglo. Estas actualmente favorecen a más del 10% de los domicilios dominicanos. Incluso, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que un 70% de los dominicanos en el extranjero envían remesas y un 59% de estas están siendo enviadas desde los Estados Unidos. En el 2020, República Dominicana recibió US$8,219 millones de dólares en remesas con un promedio recibido de US$1,500 a US$2,000 anual por domicilio. Estas se encaminan a ser el 10% del PIB.
El 83.8% de los flujos de los últimos 8 meses del 2020 provino de Estados Unidos. El Banco Central de la República Dominicana informó que, para ese año, las remesas alcanzaron su mayor crecimiento en la última década. 16.0 % por encima del 2019.
Incluso, los ciudadanos en el exterior están en capacidad de impactar económicamente la nación dominicana, más allá de la remesa. La diáspora posee mayores capitales y recursos que los que envía o comparte con su nación de origen.
Los dominicanos residentes en los Estados Unidos además de estar concentrados en dos significativos focos territoriales de la economía, como el nordeste y el sur del país americano, su población ya ha alcanzado la importante cifra de dos millones. Ese detalle numérico guarda un fondo erudito que aún no ha sido explotado ni mucho menos coordinado con su nación de origen, que cuando se conjuguen con la realidad económica de una comunidad que supera ingresos anuales formales de más de US$54,000 millones de dólares y una capacidad de ahorro por encima de US$3,000 millones de dólares, la celebrada remesa que emite anualmente se verá empequeñecida ante tanto potencial de desarrollo.
Esta realidad no es exclusiva a República Dominicana.
Los demás
Los flujos de remesas a América Latina crecieron aproximadamente un 6.5% a US$ 103,000 millones en 2020. Si bien COVID-19 provocó una disminución repentina en el volumen de remesas en el segundo trimestre de 2020, estas se recuperaron durante el tercer y cuarto trimestres. La mejora de la situación del empleo en Estados Unidos apoyó el aumento de los flujos de remesas a países como México, Guatemala, República Dominicana, Colombia, El Salvador, Honduras y Jamaica, para quienes la mayor parte de las remesas provienen de migrantes que trabajan en ese país.
En la actualidad, los dominicanos son parte del importante segmento de latinos de los Estados Unidos, los cuales, si se midieran en términos de ser un país, por sí solo, serían el séptimo país de mayor PIB del mundo.
El segmento de la generación “milennials” de más rápido crecimiento económico en los Estados Unidos, son los Latinos. Y en referencia a la propiedad comercial, la gran actividad productiva y profesional de los Latinos, está cambiando todo el panorama de la economía de este país. En el año antes de la pandemia, hubo 4.4 millones de latinos que abrieron negocios en los EstadosUnidos. Eso representó una tasa de crecimiento del 86% de todas las empresas que se crearon.
Para 2050 habrá 133 millones de latinos en los Estados Unidos y los dominicanos estarán entre las cinco más populosas comunidades de lo que será esa nueva mayoría poblacional.
Sobre todo, estas cifras indican que, para las naciones latinoamericanas que mantengan un estrecho vínculo con sus diásporas, por las próximas décadas podrán disponer de gran apoyo económico, político y técnico en favor de su desarrollo.
Los mexicanos
Se estima que más del 95% del total de remesas a México provienen de los Estados Unidos. Esto es evidente ya que los mexicanos son el grupo más grande de inmigrantes en ese país. Y más allá del dilema político que los define como el principal infractor de ingresar al territorio americano por la vía ilegal cruzando la frontera, los mexicanos representan casi dos terceras partes de los 61 millones de latinoamericanos residentes nacidos en territorio estadounidense.
Juntamente con la puertorriqueña, que constituyen el 9,2% de la población hispana, la diáspora mexicana es una población que se ha hecho parte del tejido de América, sin perder su esencia. Ha logrado asumir poder social político en los Estados Unidos y aun mantener un vínculo económico y cultural con su nación de origen. Es tanto así, que las remesas enviadas por los mexicanos que viven en el exterior son una inyección a la economía, alcanzando US$43,000 millones en remesas, equivalente al 4.0% del PIB en el 2020.
México es el tercer receptor de remesas más grande del mundo, solo después de India y China según los datos del Banco Mundial.
Los salvadoreños
Existe la posibilidad de que los inmigrantes dominicanos superen en población a los cubanos y los salvadoreños en las próximas décadas, pero por el momento, estas comunidades guardan la tercera posición en cuanto a población más grande de origen hispano que vive en Estados Unidos, representando el 4% de la población latina, ambas con 2.4 millones.
En los últimos veinte años, la población de origen salvadoreño ha aumentado un 225%, pasando de 711,000 a 2,300,000 durante ese período. Al mismo tiempo, la población salvadoreña nacida en el extranjero que vive en Estados Unidos creció en un 142%, de 539,000 en 2000 a 1.3 millones en 2017. En comparación, los mexicanos, el grupo de origen hispano más grande del país, constituían 36.6 millones, o 62%, de la población hispana en 2017.
Aunque su poder político y comercial en los Estados Unidos no es comparable con las comunidades que poseen similar cantidad de población, como los son los cubanos y los dominicanos, su poder económico hacia su nación de origen posee mayor impacto.
En el 2019, las remesas hacia la nación centroamericana superaron US$6,900 millones de dólares. Una cifra siete veces menor que la de México y similar a la que llega a la República Dominicana. Sin embargo, su impacto sobre el PIB es cinco veces mayor que las remesa hacia México con un 4% y el doble sobre que esta impacta la dominicana con un 10%.
Las emisiones que recibe El Salvador representan el 21% del PIB de esa nación, según datos del Banco Mundial. No obstante, como señaláramos anteriormente, es una población solo emisora de divisas. No posee poder político ni influencia cultural en Estados Unidos ni en su nación de origen.
Los cubanos
El caso de los cubanos residentes en Estados Unidos es muy particular. Durante décadas, sobre ellos ha existido una política exterior de embargo, impuesta por el estado norteamericano, que iba de la mano con otra de política del corazón por parte de la población que se exiliara antes del 1992. Pero desde inicio de siglo, y más pronunciadamente a partir de la administración del presidente Barack Obama, las imposiciones de requisa y la opinión sobre si enviar dinero a familiares además beneficiaba al régimen, fueron aligerándose y los viajes a Cuba, el envío de remesas y hasta la inversión en la isla por parte de muchos que guardan doble ciudadanía, se convirtieron en la orden del día.
Del 2009 al 2012, la isla caribeña paso de US$1,600 millones a US$2,600 millones de dólares en efectivo. Pero para la llegada de la administración Trump a la Casa Blanca, las facilidades que habían extendido los demócratas en el 2009, y que luego de una década habían alcanzado US$3,600 millones de dólares en remesas para el 2018, comenzaron a ser cuestionadas y estas llegarían a su fin. La nueva Casa Blanca endureció las sanciones contra Cuba y de inmediato redujo la cantidad de dinero que los cubanoamericanos podían enviar a sus familiares. Con el propósito de aislar financieramente al régimen, las enmiendas regulatorias negaban a Cuba el acceso a divisas fuertes, obligando a este a revisar su comportamiento hacia el sufrido pueblo cubano. Se establece un límite de US$1,000 al dinero que una persona puede enviar a un miembro de la familia cubana cada tres meses y prohíbe todas las remesas a familiares que sean funcionarios cubanos o miembros del Partido Comunista de Cuba. Y finalmente, se prohíben las remesas no familiares.
El gobierno “revolucionario” reaccionó cerrando todos los servicios de remesas procedentes de Estados Unidos, y obligando a los cubanos a depender de costosas transferencias bancarias internacionales y transacciones en criptomonedas.
La administración Biden ahora tiene que reflexionar sobre cómo permitir que los proveedores de remesas como Western Union regresen a Cuba, aceptando que el gobierno del país caribeño como cualquier otra nación que recibe remesas, se beneficiará en alguna medida, ya sea a través de una agencia receptora controlada por el estado o mediante un tipo de cambio oficial dólar-peso que sobrevalora el peso.
El resto del mundo
El tema de las remesas más temprano que tarde, asimilará una connotación política que por décadas no ha tenido. Los escapes de capital de naciones como los Estados Unidos quien en el 2019 fuera el país con mayores emisiones de divisas mediante remesas a otras naciones, alcanzando US$68,000 millones o la misma Unión Europea, quien viera un acentuado incremento en las salidas netas de transferencias personales de migrantes a sus economías de origen, aumentaron dinámicamente a EUR$18,400 millones de euros en 2018, ya superan lo que estas emitían en cooperación internacional anualmente.
Por ello es de suma importancia que las naciones entiendan como lograrán la inclusión de sus nacionales expatriados y sus recursos económicos, técnicos y especializados en sus planes de desarrollo nacional. La eventualidad de que la cooperación entre naciones pase a ser una de segundo plano, en comparación con las que puedan presentar las diásporas y su capital humano y financiero.
Entre los países con mayor recepción de remesas lo es India quien recibió US$83,000 millones de dólares en 2020, seguido por China con US$59,500 millones, México con US$42,900 millones de dólares y Filipinas con US$34,900 millones de dólares (Statista).
Se proyecta que para el 2026 el mercado mundial de remesas alcance los US$930,000 millones. (AMR).