El pintor mexicano José García Ocejo, considerado uno de los últimos exponentes de la llamada “Generación de la Ruptura” del arte de México, afirma a Efe, a sus 90 años de edad, que “la vejez es más fea que la muerte”.
“La muerte es un descanso y la vejez no es descanso. Es horrenda”, explica García Ocejo, un pintor y artista reconocido por humor ácido, negro y resiste el paso del tiempo en su rostro arrugado y unos lentes gruesos que dejan ver unos ojos vivaces con mil aventuras encima.
En su residencia de Ciudad de México, García Ocejo transcurre sus días frente a sus lienzos, la afición que descubrió cuando teníoa cuatro años de edad y que a la postre se convirtió en parte de su ser, sostiene a Efe.
García Ocejo está considerado uno de los últimos exponentes de la “Generación de la Ruptura”, como se llamó a mediados del siglo XX a los artistas que rompieron lanzas contra la tradición de la escuela mexicana de pintura dominada por muralistas como Diego Rivera y José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.
En esta generación de artistas brillaron el fallecido José Luis Cuevas (1931-2017), Gilberto Aceves Navarro, Manuel Felguérez, Gustavo Arias Murueta, Roger von Gunten, Luis López Loza y Vicente Rojo.
Nacido en 1928 en Córdoba, en el oriental estado de Veracruz, García Ocejo fue becado para estudiar arte en Madrid (España) desde donde se trasladó a Salzburgo (Austria) para ser discípulo de Oskar Kokoschka, pintor y poeta de origen austríaco.
Ocejo se declara amante de la música, incluso más que la pintura, pero sólo como una forma para relajarse.
La canción popular mexicana antigua, como de la Lucha Reyes, le apasiona y no duda ni un momento en entonar a capella la letra del tema “Mujer Ladina”.
Sus obras han participado en más de 50 muestras personales y colectivas en México y en países como España, Japón, Estados Unidos, Turquía, Egipto, Italia, Israel, Yugoslavia, Checoslovaquia, Francia, Canadá, Polonia y Alemania.
Por sus grabados, dibujos y óleos con interpretaciones vinculadas a la danza, la novela o personajes históricos, García Ocejo ganó el “Premio Elías Sourasky” de la Exposición Solar (1968); “Premio Nacional de Arte” (1978); “Premio Nacional del Universitario Distinguido de la UNAM” (1982) y la “Medalla de las Artes” (2006).
Ocejo considera como sus maestros al José Luis Cuevas, de quien llegó a ser amigo íntimo, y al mismo Diego Rivera, a quien recuerda como una persona muy franca, muy mal hablado aunque sin duda “era un genio”.
“No me gustaba su pintura porque no la entendía, la entiendo ahora”, apunta a Efe García Ocejo con otra sonrisa de por medio después de que fue los artistas que rompió con los “padres muralistas” de México.
Intentó estudiar arquitectura pero en las aulas de San Carlos, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ratificó lo que en el fondo sabía, que nunca tuvo facultades para la arquitectura ni para las matemáticas.
Y entonces decidió acoger el romanticismo como un modo de ver la vida. Se enamoró del arte romántico en un México donde reinaba un ambiente que cerraba las puertas a ese movimiento espiritual y cultural del siglo pasado. Era la barrera del nopal que definió Cuevas.
“Odio el folclor, me chocan las jícaras michoacanas”, expresa el pintor sobre estas vasijas de barro que en el oeste de México se utilizan para beber líquidos.
No obstante sus 90 años de edad, en estudio de García Ocejo se palpa una vivaz actividad y es posible observar botes de pintura, los pinceles alineados por tamaño, cuerpos de hombres y mujeres en colores que se funden en uno solo para generar sensaciones.
Cada vez que García Ocejo ingresa a su tallar, los caballetes y lienzos reciben a su amante de 90 años, ese genio de la pintura que se resiste al tiempo.