Tuesday, November 5, 2024
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LA MUERTE DE CHEPE EN LA UASD

El martes 24 de abril de 1973 fue encontrado muerto en un baño de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con un disparo en el pecho, el estudiante de tercer año de ingeniería electromecánica y dirigente del Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS), José Inés Bonilla Tavárez (Chepe), quien poco antes -como de costumbre- fue visto en el comedor universitario degustando el plato del día mientras conversaba muy entretenido con sus compueblanos de la Asociación de Estudiantes Universitarios de Puerto Plata, de la que era influyente directivo. 

Este suceso conmovió a la familia uasdiana y generó la sospecha de que pudiese ser obra de enemigos externos, a través de agentes infiltrados, enviados a desestabilizar la academia que acababa de reanudar la docencia, luego de permanecer dos meses ocupada por tropas militares, a raíz de la llegada al país del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó y sus compañeros de lucha guerrillera, el 3 de febrero por playa Caracoles. 

El cuerpo sin vida del joven de 22 años fue hallado a las 2:45 de la tarde del 24 de abril por el empleado Bienvenido Carvajal, quien acudió a realizar una necesidad fisiológica al cuarto de baños de la primera planta del edificio de la rectoría y lo vio con la camisa ensangrentada tendido en el piso, frente al lavamanos; procediendo en fracciones de segundos a abandonar el sitio para encaminarse al departamento de Bienestar Estudiantil a informar a sus superiores lo ocurrido. 

Poco después, el rector Jottin Cury Elías comunicó el suceso a las autoridades judiciales y policiales y emprendió la tarea de preparar la UASD para que los investigadores sin inconvenientes iniciaran su trabajo en el lugar del suceso; siendo asistido en ese empeño por la decana de la facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias, doctora Ana Silvia Reynoso de Abud; los vicerrectores, varios de sus colegas profesores y dirigentes estudiantiles que activaron el cuerpo de orden para crear un clima docente de seguridad que fuese apreciado por el procurador fiscal del Distrito, doctor Máximo Henríquez Saladín y sus acompañantes. 

El representante del Ministerio Público arribó al Alma Máter cuando el reloj marcaba las 5:30 de la tarde; intercambió saludos con el rector y la decana indicada y luego entró al cuarto de baños junio al médico legista doctor Darío S. Concepción Jiménez, los peritos en investigación criminal y balística, y los coroneles Melitón Antonio Jorge Valderas, Caonabo Reynoso Rosario y Darío Aristy Calvo, subjefe de la Policía, jefe del servicio secreto y director del departamento de investigaciones criminales, quienes se retiraron tras el levantamiento del cadáver alrededor de las 6:20 p.m. 

De acuerdo al informe oficial, el joven puertoplateño fue abatido por un disparo que perforó su corazón, efectuado con una pistola del calibre 45, pues presentaba una “herida de bala con orificio de entrada a nivel del sexto espacio intercostal izquierdo, sin orificio de salida”, causante de su deceso de forma casi instantánea. 

Tras anunciarse la muerte de Bonilla Tavárez, la docencia fue suspendida, la bandera nacional ondeó a media asta en el edificio administrativo y se propagó la hipótesis, expuesta esa misma tarde por el rector Cury Elías en un comunicado público, de que había sido “misteriosamente victimado” por un proyectil “disparado por manos criminales”, surgiendo así la creencia de que estaba en marcha una acción perversa contra ese alto centro académico.  

Dicha conjetura fue avivada por el jefe de la Policía, general Salvador Lluberes Montás, quien advirtió enseguida que esa institución se estaba preparando para contrarrestar con “máxima eficacia” el inicio de una campaña terrorista que tenía por finalidad subvertir el orden público. 

Esa apreciación era compatible con el drama de violencia que vivió República Dominicana en la década de los años 60 y principios de los 70; pero había variado notablemente desde el desmantelamiento de “La Banda”, en la gestión policial del general Neit Rafael Nivar Seijas (15 de octubre de 1973-12 de diciembre de 1972), que detuvo las acciones anarquistas y criminales de ese grupo paramilitar.  

Homicidio y causas 

La noche del 24 de abril de 1973 la Policía  presentó a la prensa a Hernando Martínez Carrasco, alias Cabeza, de 22 años de edad, estudiante de primer semestre de agrimensura y militante del FEFLAS, quien llegó al cuartel general de manera voluntaria y se declaró culpable de la muerte de su compañero de grupo, José Inés Bonilla Tavárez (Chepe), manifestando entre sollozos que éste murió de manera accidental debido a un defecto mecánico de la pistola que cargaba, que se disparó al sobarla: “Yo no lo maté, fue un accidente. No me siento responsable”.   

Su testimonio fue reseñado en todos los periódicos nacionales, pero sólo el Listín Diario destacó en su crónica del día 25, elaborada por el periodista Marino Mendoza, que el declarante depositó en la Policía un carnet expedido el 14 de febrero por el jefe de redacción del noticiario de Radio Cristal, Mario Rivadulla, que lo acreditaba como corresponsal de ese medio de difusión, así como una pistola calibre 45 y una granada americana M-26. Ese armamento había pertenecido al alférez de la Marina de Guerra Isaías Núñez Mercedes, abatido a tiros el 10 de noviembre de 1972, durante una emboscada tendida por varios desconocidos en la Plazoleta La Trinitaria. 

Igualmente, el Listín Diario resaltó el frondoso prontuario delincuencial del confeso homicida, revelando que la Policía lo venía rastreando de manera tenaz y que hacía tan sólo tres noches que una patrulla estuvo a punto a atraparlo en el barrio Katanga del sector Los Mina, durante un intercambio de disparos en el que resultó herido uno de sus miembros. 

Martínez Carrasco se refugió en el campus universitario, donde fue protegido por el grupo ultraizquierdista “Voz Proletaria”, a quien ofrecía cierta colaboración desafiando la autoridad de la dirección del FEFLAS, que por esa y otras razones decidió expulsarlo de sus filas, considerándolo “un hombre altamente indisciplinado” y un desertor” que “se pasó a servirle a la Policía para evadir la responsabilidad que pesa sobre él por su largo historial gansteril”. Tanto el FEFLAS como el comité estudiantil Miguel Fortuna, del Movimiento Popular Dominicano (MPD), afirmaron que éste había ultimado a Chepe con premeditación, porque “creyó que la mejor forma de evadir su responsabilidad en esas acciones era pasando a servirle al Servicio Secreto”. 

Por cierto, cuando Martínez Carrasco fue echado del litoral emepedeísta, la dirección del FEFLAS le pidió a Chepe romper su relación con éste, por ser “un individuo pernicioso a la base de esa organización”; pero el malogrado estudiante puertoplateño desoyó  esa petición y siguió tratándole de modo discreto cuando lo veía dentro del comedor universitario, ya que -además de facilitarle tickets de comida para el almuerzo- llegó a ponerlo en contacto con un compañero que lo ayudaría a trasladarse a un nuevo refugio en San Francisco de Macorís; en vista de que no podía regresar a su casa recientemente allanada, en la calle Profesor Amiama Gómez No. 69 de Villa Consuelo, ni ocultarse en su predio natal de Rancho Arriba, San José de Ocoa. 

Se debe apuntar que el día de la tragedia, alrededor de las 2:00 de la tarde, Chepe y Cabeza se reunieron en la periferia del comedor y se desplazaron hasta los jardines de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, donde les esperaba, sentada en una banqueta cerca de una mata de mango, la señora Orfelina Carrasco, madre del segundo, con una muda de ropa limpia en sus manos, que utilizaría  el perseguido en su viaje hasta su nuevo escondite. Allí conversaron por espacio de diez minutos y luego caminaron hasta el área de la rectoría; entrando los jóvenes al baño en el que, sin testigos, sobrevino la tragedia. 

El homicida salió de allí cauteloso, como rehuyendo ser identificado, y de regreso junto a su progenitora, clamó: “¡Madre mía, que voy a hacer. Ahora, acabo de matar a Chepe sin querer!” Luego amenazó con suicidarse y entre sollozos decía que “¡la conciencia no me va dejar vivir tranquilo!”.

El informe de la comisión universitaria 

Dos días después de esta triste tragedia, el rector Jottin Cury, mediante el oficio No. 400, creó una comisión para que investigara la causa de la muerte del joven estudiante de ingeniería civil, José Inés Bonilla Tavárez, integrada por los doctores Héctor Cabral Ortega, consultor jurídico de la UASD; Carlos Temístocles Roa, vicesecretario general, Vinicio Cuello, decano de la facultad de Ciencias Jurídicas y el bachiller Iván Rodríguez, secretario general de Fragua. 

Dicha comisión presidida por Cabral Ortega, fue refrendada por el Consejo Universitario y realizó sus indagatorias desde la oficina del decano Cuello, donde el doctor Sergio Bonilla Tavárez, hermano de la  víctima, ofreció “un testimonio verdaderamente idóneo”, que sirvió de zapata al informe firmado el 29 de mayo de 1973. 

De acuerdo a la investigación realizada, la muerte de Chepe fue un asesinato por motivos puramente personales y un elemento esencial en esa conclusión fue “la conducta sospechosa observada” por el homicida, “inmediatamente después de la muerte de su compañero” y “su salida sigilosa de la universidad”.  

La comisión lamentó “la escasa cooperación prestada por las autoridades judiciales, en abierto contraste al cabal interés demostrado por la familia universitaria, en beneficio del esclarecimiento de un hecho tan lamentable”. 

También observó que entre la víctima y el victimario había una relación, vinculada a la realización de “hechos delictuosos perpetrados fuera de la UASD”, “del tipo de atentados a las personas y ataques contra la propiedad privada”, mediante procedimientos de “atracos y otras acciones violentas”. 

El informe estableció que posiblemente la muerte de Chepe haya sido causada por discrepancia o inconformidad en la repartición de los beneficios, o por ambiciones de mando que derivaron en violencia; agregando que Cabeza, por su experiencia, audacia y temperamento, acusaba un índice de peligrosidad social mucho mayor que su víctima. 

Algunos aspectos de la investigación fueron cuestionados por el FEFLAS, que los  consideró cimentados sobre bases aéreas y ofensivos a la población estudiantil, “que se cubrió de luto en reverencia a la memoria de Chepe”, y a los miles de ciudadanos de Puerto Plata que mostraron su pesar a los padres del occiso, Leovigildo Bonilla y Catalina Tavárez, residentes en el ensanche Miramar de ese municipio. 

El FEFLAS resaltó la grandiosa despedida al féretro con los restos mortales de José Inés Bonilla Tavárez, realizada por millares de jóvenes en el cementerio municipal, donde se llevó a cabo un homenaje a su condición de estudiante sobresaliente del liceo José Dubeau y de la carrera de ingeniería civil en la UASD. 

En la ceremonia  leyeron panegíricos los bachilleres Radhamés Abreu Abreu, Fidias Omar Díaz Santiago, José Manuel Frica y Pablo Castillo, representantes de la FED, los grupos universitarios, la asociación de estudiantes puertoplateños y la Federación de Sindicatos Cristianos de Puerto Plata. 

Por último vale decir que, luego de este acontecimiento luctuoso, el rector Cury Elías, haciendo acopio de su autoridad y capacidad de dirección, tomó  drásticas medidas para poner fin al porte de armas de fuego, endureciendo las sanciones por violaciones a las normas académicas. 

Cury puso su mayor empeño en evitar que delincuentes auxiliados por estudiantes pudieran utilizar el terreno universitario para sus operaciones ilegales, y reconoció el deterioro de la imagen de la UASD como consecuencia de este tercer asesinato en su perímetro. El primero tuvo lugar el viernes 21 de junio de 1968,  cuando fue abatido José María Fadul y Fadul, simpatizante del FUSD,  durante una riña estudiantil entre los grupos Fragua, Bloque Revolucionario Universitario Cristiano (BRUC) y Comité Universitario Julio Antonio Mella (CUJAM); y el segundo ocurrió 4 de abril de 1972, perpetrado por un contingente policial, dirigido por el coronel Francisco Báez Maríñez, que disparó a universitarios indefensos que seleccionaban materias en el aula magna del Alma Máter, hiriendo de gravedad a Sagrario Ercira Díaz Santiago, dirigente del FUSD en la facultad de Ciencias Económicas y Sociales, quien falleció diez días más tarde.  

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