Por: José J. Záiter.—
Si hay dos cosas que detesto hacer en la vida es manejar y empacar maletas. Por circunstancias del destino, tengo que hacerlo con frecuencia. Mis familiares y amigos siempre me tildan de mal chofer. Me interesan tan poco los carros que tengo uno del 2006 con 214,000 millas corridas.
Gracias a mis técnicos automotriz Héctor y Jeremías, el vehículo se mantiene en excelentes condiciones. Por otro lado, por el poco interés que le pongo, casi siempre me olvido de accesorios o vestimentas cuando estoy empacando la maleta para ir de viaje.
Volviendo al tema de manejar, trato de evitarlo, aún más si es en Santo Domingo, ciudad que visito con frecuencia. Considero que debe ser caso de estudio el caos que se forma en las vías de tránsito en la capital dominicana, debido a la forma en que los conductores se comportan. Otro motivo por el cual prefiero utilizar el transporte público en Santo domingo es porque me brinda la oportunidad de cogerle el pulso al sentir del pueblo a través de las conversaciones que establezco con los choferes.
Antes utilizaba taxis convencionales, pero basado en la modernidad, el bajo costo del mismo y hasta cierto punto la seguridad que ofrece Uber, actualmente es el método de mi preferencia. Lo más sorprendente ha sido la cantidad de jóvenes conductores “Uberos” y el grado de inteligencia y educación que poseen. En nuestros intercambios expresan sus preocupaciones por los malestares sociales del país, hablan de temas políticos nacionales e internacionales, del medio ambiente, deportes, cuentan anécdotas de sus vidas cotidianas y en el proceso vamos oyendo música urbana. Me dicen la mayoría que son estudiantes y que a la vez tienen otro empleo adicional.
La aplicación de Uber en mi celular indica que Adrián me recogerá en 5 minutos en un Toyota Corola blanco. Cuando llega, baja el cristal y me pregunta, ¿José? Contesto que si…y tu ¿Adrián? Síseñor. Como casi de costumbre, es otro joven de aproximadamente 20 años. No pasan 2 minutos cuando establecemos un diálogo sobre la pandemia y las consecuencias de la misma en la República Dominicana. Adrián explica las medidas que se están tomando para combatir el Covid-19. También abunda sobre el toque de queda que implementó el gobierno y los efectos positivos y negativos que, a su juicio, ha producido.
Al final de nuestro intercambio me dice, “Mire don José, los dominicanos tenemos que aprender a obedecer las reglas y las disciplinas que se exigen en estos momentos para controlar la pandemia y poder volver a la normalidad…no todo puede ser el teteo”. En otra ocasión, cuando fui a pagar, otro joven llamado Jonathan me dijo que no tenía dinero suficiente para devolver. Sugirió que el resto del dinero lo dejara como crédito en la aplicación de Uber o que él podía ir a buscar cambio y regresar.
Tenía una cita importante en un laboratorio médico donde había que tomar un número para esperar el turno y le dije, “voy a confiar en ti así que por favor ve a cambiarlo”. Jonathan contestó, “despreocúpese don, yo le traigo su devuelta”. A los 15 minutos entró al lugar donde yo estaba esperando y me entregó el cambio del dinero.
Debido a las experiencias positivas que he tenido con los jóvenes conductores de Uber; por el interés mostrado a través de miles de jóvenes que acudieron a las demostraciones pacíficas que se llevaron a cabo en la Plaza de la Bandera de Santo Domingo y otras partes del país debido a la abrupta suspensión de las elecciones municipales el año pasado, es motivo de sentirnos optimistas. Esos jóvenes, de diferentes extractos sociales, corrieron con la antorcha de esa causa.
Además, cuando oigo las ponencias de los jóvenes a través de sus intervenciones en los programas televisivos, radialesy también en las redes, es algo muy alentador. También, es motivo de júbilo cuando platico con jóvenes empresarios sobre las vastas inversionesque están haciendo en proyectos significativos para el bienestar del país. En el ámbito deportivo,tenemos de ejemplo a jóvenes como Fernando Tatis Jr. y Vladimir Guerrero Jr. que están poniendo en alto el nombre de la República Dominicana en tierras extranjeras.
Igual de significativo es el gran número de jóvenes que están incursionando en la política y la grata sorpresa es que varios ganaron un curul en el Congreso Dominicano en las elecciones pasadas. Esto, compilado con otras muestras alentadoras sobre la juventud dominicana, son motivos que me han convencido de que mi país tiene un futuro esperanzador porque sus herederos están a la vanguardia de él.
Mientras escribía este artículo en el avión, regresando de Santo Domingo a Fort Lauderdale, hago una pausa y viene a mi pensamiento el hecho de que en 3 días viajo a Boston y tendré que empacar la bendita maleta de nuevo.