Un conflicto abierto podría desestabilizar significativamente el Medio Oriente, afectando a países vecinos como Líbano, Siria y los estados del Golfo Pérsico.
Una guerra generaría olas de migrantes y refugiados, aumentando la presión sobre países vecinos y Europa.
Podría afectar los precios del petróleo, dado que el estrecho de Ormuz es una vía clave para el transporte de petróleo. Esto podría tener repercusiones en la economía global, aumentando los costos de energía.
Un conflicto podría provocar un aumento en la actividad de grupos terroristas en la región, como Hezbolá o el Estado Islámico, que podrían intentar aprovechar la situación para expandir su influencia.
La guerra podría agravar las tensiones entre potencias globales, como Estados Unidos y Rusia, y afectar organizaciones internacionales que buscan mediar en el conflicto.
Ambos países podrían aumentar su gasto militar, lo que llevaría a una carrera armamentista en la región.
La población civil sufrirá gravemente, con bombardeos, desplazamiento y acceso limitado a alimentos y
Es probable que se intensifiquen los ataques cibernéticos, afectando infraestructuras críticas y sistemas de información.
La guerra puede influir en la opinión pública, tanto a nivel nacional como internacional, lo que podría llevar a cambios en la política externa de varios países.
Estos son solo algunos posibles efectos; la realidad de un conflicto es altamente compleja y los resultados variados. Las consecuencias se extenderían mucho más allá de la región en conflicto y pudiese ser el inicio de la Tercera Guerra Mundial.