Los dominicanos en el exterior que quieren seriamente impactar el desarrollo de su nación de origen deben abrazar acciones y conceptos que van más allá de la filantropía caritativa por la cual se les ha definido.
Para ser promotores del desarrollo que el país requiere, es necesario que los expatriados se vean como inversionistas de proyectos transcendentales y de estructuras e instalaciones físicas y organizativas básicas de la nación, al igual que de la infraestructura humana precisa, para complementarla.
No suelo ser tan específico con el encabezado de mis escritos, porque más que atraer a un lector de temas precisos, prefiero cautivar a un mayor grupo de curiosos con un título subjetivo. Pero en este caso lo conceptual y su antónimo se cruzan entre lo posible y lo inaudito, cediéndome el mismo epíteto. Así que no tengo otra forma que insinuar lo obvio. Por lo tanto, directo al tema. Bonos Soberanos de la Diáspora; Fondo Fiduciario de la Diáspora; Transferencias Monetarias; Criptomonedas y las estructuras de Block-Chain.
Cuando al porvenir de la nación de origen de los expatriados se refiere, es difícil no ser específico. Y más cuando se enmarca en el patrimonio de estos, el rol de los capitales que poseen sus actos y la disponibilidad a que sirvan como herramienta de desarrollo para con su tierra de origen.
Desde donde lo emiten.
La economía de la diáspora y la diversa/viable participación de esta en el emprendimiento de la nación de origen y sus planes de desarrollo en infraestructura, educación, salud y economía es algo que vengo planteando desde hace cuatro años, cuando investigaciones, conversaciones y conclusiones me llevaron a un punto donde no podía obviar que las comunidades expatriadas eran la mayor y mejor fuente de cooperación internacional de cualquier nación en desarrollo.
Incluso, creo que antes de que lleguemos a la mitad del siglo, los países que hoy llamamos en vía de desarrollo que guarden estabilidad económica, que poseen grandes y activas poblaciones fuera de su territorio y estas a su vez se identifiquen con su nación de origen, liberaran a estos estados y poblaciones de las tradicionales agencias internacionales de cooperación, como lo son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional -FMI, Banco Interamericano de Desarrollo -BID, GTZ, JICA, Alianza Francesa, USAID y otras.
Estos organismos extranjeros de subvención pasarán a un segundo y menos influyente plano como fuentes de desarrollo. Para entonces, si las naciones receptoras establecen honestas legislaciones de inclusión política y de inversión, y, además muestran estabilidad institucional en lo fiscal y jurídico, los capitales intelectuales y económicos de las diásporas se habrán convertido en el principal recurso y fuente de contribución social y económico de estas naciones.
La hacienda.
Las riquezas que hasta ahora han mostrado las diásporas latinoamericanas y algunas africanas, insertándose de manera informal fuera de planificación gubernamental alguna, mediante el envío de remesas, es tan solo un grano de arena de la vasta playa de posibilidades que esta guarda.
En el caso de los dominicanos, el capital aún sin explotar lo es el aforo crediticio, los ingresos fijos y la capacidad de ahorro depositados por los dominicanos en el exterior en instituciones bancarias donde residen. Estas cifras, si fuesen manejadas de manera estratégica y respaldadas por legislaciones protectoras de ahorros que le aseguren al inversionista expatriado intereses a su favor y el monto original, les aseguro que el flujo sería igual o mayor al que representan las remesas.
La cultura de inclusión debe ir más allá del compartir espacios culturales, que agitan la nostalgia y con balés folclóricos o presentaciones populares de entretenimiento musical. La oferta de la nación de origen para los miembros de su población externa del territorio debe ser plasmada en una especie de ‘menú de inclusión’ compuestos por ofertas de voluntarismo, inversión y transmisión de conocimiento, que le permita ser partícipe de su desarrollo a lo largo de su vida.
Bonos de la Diáspora. – Diaspora Bonds
Si algo nos ha enseñado la economía de Israel, es que su éxito siempre ha dependido del apoyo de la población judía externa a su territorio en el Medio-Oriente, el Estado de Israel.
Por más de 50 años han existido los ‘Bonos de la Diáspora Israelita’. Este versátil instrumento de valores ha permitido que los expatriados puedan ser partícipe de proyectos específicos de infraestructura y desarrollo de su nación de origen y a la vez recibir un módico retorno por ello. Es decir, puedes participar en el crecimiento de tu nación de origen sin riesgo y sin estar allí presente.
Pueden utilizarse como una diversificación del porfolio de inversiones personales, empresariales y gubernamentales. Por ejemplo, el estado de Ohio de los Estados Unidos invirtió más de US$60 millones en bonos israelitas en el 2017, como parte de sus inversiones con el propósito de aliviar tensiones presupuestarias y fiscales.
El 8 de enero del 2020, el gobierno israelí vendió US$2,000 millones de bonos a 30 años, denominados en Estados Unidos al 3.375%, o 115 puntos básicos sobre bonos del Tesoro estadounidenses. Además, otros US$1,000 millones de bonos a 10 años al 2.5%, o 68 puntos básicos puntos sobre tesorerías.
Los instrumentos también pueden ser utilizados para planes de jubilación, ocasiones de celebración y demás. Ya es costumbre en la diáspora judía que, como regalo de boda, al nacer un niño, al festejar Bar Mitzvah o la graduación escolar, se motiva a los familiares y amigos a que obsequien bonos de la diáspora.
Lo veo como un importante instrumento que permite a las diásporas, incluso, ser partícipes de proyectos específicos. Por ejemplo: si el Estado Dominicano quiere desarrollar un proyecto de tren que va desde la Capital a Puerto Plata, este puede lograrse con Bonos de la Diáspora, especifico a ese proyecto. Y sin necesidad de asumir prestamos extranjeros.