Por Marcelo Peralta |
Santiago, R.D. El empresario santigaués Adriano Ramón Román Román, de 60 años de edad, que emula con sus diabólicas acciones al estilo del emperador Romano, Julio César Augusto Germánico, el que obligó a empleados a suyo a violar a su propia esposa Miguelina Llaverías, la que luego arrastró hasta la calle, herida, torturada, desnuda sus senos con un alicate y debido a las lesiones se creyó que perdería hasta uno de sus senos y desde la cárcel contrató a sicarios para que la mataran y tiempos después pagó a sicarios para que asesinarán al abogado Jordi Veras, ha tenido que ser sacado del precinto e internado en un centro de salud.
El empresario santiagués Adriano Román Román, condenado a 20 años de prisión por el intento de asesinato contra el abogado y comunicador Jordi Veras, está interno desde hace diez días en un centro de salud privado de aquí, y al decir de su médico de cabecera, en condiciones muy delicadas.
En efecto, Román Román está recluido en la habitación número 203 del Instituto Materno Infantil y Especialidades, ubicado en la avenida Juan Pablo Duarte, donde es atendido por siete médicos, entre ellos cardiólogos, internistas y cirujanos generales.
El doctor Luis José Castillo, médico de cabecera de Román Román informó que éste fue ingresado en ese centro de salud el pasado 19 de septiembre tras presentar un cuadro clínico cardiovascular muy complicado.
La historia de este monstruo no termina ahí con los maltratos a su esposa, madre de sus hijas, sino que desde la cárcel donde purga una condena, contrató a un grupo de sicarios para asesinar al abogado Jordi Veras Rodríguez, hijo del refutado abogado, doctor Ramón Antonio Negro Antonio Veras, defensor de la señora Miguelina Llaverías, quienes le dispararon en la cara, perdiendo el profesional uno de sus ojos.
El curriculum que tiene el empresario Román, no se queda ahí, e incluye acusaciones de pederastia, violaciones, tiroteos, incendios intencionales, torturas, órdenes de asesinato, contratación de sicarios, asociación de malhechores, ataque con ácido del diablo e intento de electrocutar a un hermano, acosos y amenazas contra varias personas.
Román para mandar a matar a Veras contrató a un grupo de sicarios que integraban a Candy Caminero Rodríguez como quien por encargo de Román disparó contra Veras Rodríguez en el parqueo de un canal de televisión 25 donde laboraba en el programa Boreal en Santiago.
El empresario Román quien cumple una condena de 20 años de cárcel por el intento de asesinato de su exesposa y madre de sus hijos Miguelina Llaverías ocurrido en el año 2005, habría contratado a cuatro sicarios para que asesinaran al joven abogado y comunicador Jordi Veras Rodríguez.
La trama para matar a Veras Rodríguez fue dada por el entonces Procurador General de la República, doctor Radhamés Jiménez Peña; la fiscal de Santiago, Yenny Berenice Reynoso Gómez y el jefe de la Policía, mayor general José A. Polanco Gómez.
De acuerdo al informe, los autores materiales operaban una red de sicarios y extorsionadores disfrazados de detectives privados, con ramificaciones internacionales y en cárceles del país.
Fiscales e investigadores policiales realizaron las investigaciones y lograron apresar a Francisco Alberto Carela Castro-Frank Castro-, quien por encargo del empresario Román, contrató los servicios de los supuestos sicarios; Roberto Zabala Espinosa, Candy Caminero Rodríguez, exprimer teniente y exsargento de la Policía, cancelados y puestos a disposición de la justicia por homicidios, el 8 de mayo del 2007; también al sargento mayor Arturo J. Ferreras del Castillo (alias Moreno), quien fue cancelado de manera deshonrosa de la institución del orden.
En aquel entonces, el informe y la investigación, Carela Castro, apresado por filmar videos en moteles, identificó de manera clara y precisa a Zabala Espinosa, a Caminero Rodríguez y Ferreras del Castillo-Moreno-, como los autores materiales del atentado contra Veras Rodríguez, determinándose que el primero conducía el carro que utilizaron para escapar una vez abandonada la motocicleta, y repartió 100 mil pesos que recibió por la acción criminal.
Apoyado en el informe oficial, Caminero Rodríguez fue la persona que realizó los disparos contra Veras Rodríguez, Ferreras del Castillo-Moreno- era quien conducía la motocicleta utilizada para cometer el hecho, la cual fue dejada abandona a poca distancia de la escena y recuperada por la Policía.
Ha de recordarse que las autoridades del Ministerio Público y la Policía aportaron las evidencias testimoniales, documentales y grabaciones, que demostraron que las personas involucradas se constituyeron en asociación de malhechores, bajo las órdenes de Román, para orquestar el plan macabro de atentar contra la vida de Veras Rodríguez.
Entonces, el proceso investigativo fue de tal magnitud que las autoridades establecieron hasta la forma cómo fue obtenida la motocicleta utilizada por los perpetradores del atentando y los mecanismos para obtener datos sobre la vida de la víctima a través de data créditos; los contratiempos en la planificación y ejecución, así como la forma que se realizaron los pagos a los sicarios a través de la compañía de detectives dirigida por Carela Castro (Frank Castro).
El caso fue sustentado, por testigos oculares que identifican a los detenidos como las personas que el día del atentado contra Jordi Veras dejaron abandonada la motocicleta que utilizaron para cometer el hecho y se despojaron de atuendos que tenía como gorras, una boina y dos abrigos, uno gris y el otro azul.
Se determinó en las investigaciones que la motocicleta utilizada para escapar de la escena había sido robada por los policías mediante asalto el 22 de marzo de este año, en el sector Cristo Rey, del Distrito Nacional.
Planes para matar jueces.
Las macabras acciones de Román no se quedan ahí, sino que habían planes para asesinar jueces del Distrito Judicial de Santiago no favorecerlo con la libertad bajo fianza y prisión domiciliaria.
En aquella oportunidad, la fiscal de Santiago, Yeni Berenice Reynoso inició una requisa a la celda del presidiario ubicada en Rafey y encontraron informaciones y evidencias de que éste pretendía mandar a matar fiscales, jueces, camarógrafos y periodistas.
La magistrada Yenny Berenice Reynoso dijo que entre los que serían asesinados había un juez de la Suprema Corte de Justicia.
El día la sentencia contra Román el Primer Tribunal Colegiado del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Judicial de Santiago, estuvo presidido por la jueza Annelis Torres e integrado por los jueces José de Asís Burgos y Sergio Furcal para el veredicto en torno al intento de asesinato contra el abogado Jordi Veras.
Este prontuario de hechos cometidos por Román no se mencionar otros procedimientos con los que se agencia la impunidad y convierte en obsequiosa servidumbre, a los oficiales de la policía encargados de vigilarlo, para que siguiera repitiendo sus atrocidades.
Los capítulos de la macabra historia revelan toda una vida de truculencias, que se remonta, incluso, a cuando era niño y se dedicaba a pasatiempos al estilo de despanzurrar gatos, perros y aves, por el placer de ver los estertores de la agonía.
La longitud exacta de su rosario de crímenes es desconocida, como la magnitud de la chorrera de impunidades con que la propia justicia y la sociedad, tan condescendiente con quien tiene cuartos, han prohijado sus espeluznantes hazañas.
Muchos consideran que la hilera de crímenes y hechos violentos cometidos por Román es que por donde quiera que pasa, solo queda el vaho a azufre, el reguero de sangre y el autobombo de quien siendo una vergüenza para la especie humana, demasiadas veces se ha salido con la suya, atrincherado tras los millones que le han servido de licencia para hacer todo lo que le ha dado la gana y casi siempre salir impune o, como ha ocurrido ahora, que pese a los cargos que pesan sobre su persona, de todas formas, sigue manejando su fortuna desde la cárcel, para orquestar más crímenes.
La negra historia de éste personaje se remonta al primer caso registrado formalmente en su contra, data de 1975, cuando fue acusado de la violación de una niña de 11 años y confirmada por el médico que examinó a la víctima, pero la madre de la infante retiró la querella, a instancias del padre de la menor, que al parecer, había llegado a acuerdos no especificados con Adriano.
En 1978, Adriano Román estaba otra vez acusado de violación a otra menor de 12 años de edad y el caso también se diluyó.
El acucioso y veterano periodista Ramón de Luna en una entrevista que le hizo a Román el 13 de enero de 1978, le preguntó directamente por esos casos y por lo que había tenido que pagar a los padres de las niñas para llegar a acuerdos extrajudiciales.
El señor Adriano negó haber pagado, pero la tarifa era vox populi: entre 2 mil y 3 mil pesos por himen infantil y los casos mencionados en los corrillos de Santiago, multiplicaban por mucho los únicos dos que habían conseguido llegar hasta los tribunales, aunque se evaporaran allí.
Entre el 1975 y el 1978, el señor Román había protagonizado, unos episodios horripilantes ocurridos en Santiago y que conmocionó a todo el país.
Ha de recordarse que el día 20 de diciembre de 1977 llevó a su exesposa, doña Miguelina Llaverías, a una de sus fincas en Villa González, presuntamente para discutir asuntos familiares.
Ya en la finca, Adriano encañonó a doña Miguelina con un arma, la ató y la sometió a golpes y torturas, armado de un alicate golpeó, hirió, retorció y lastimó los senos y otras partes del cuerpo de la madre de sus cuatro hijos.
Le ordenó a hombres que estaba en la finca, que la violaran y luego la arrastró hasta la calle, herida, torturada y desnuda.
Las lesiones fueron de tal naturaleza, que se habló de la posibilidad de extirparle un seno, que los médicos lograron recuperar a base de medicamentos y terapias.
De esos hechos, confirmados y confesados por el violador contratado por Román y por vigilante de la finca, que en el Tribunal fue testigo, Adriano salió completamente impune, por los buenos oficios que a su favor interpuso el abogado Marino Vincho Castillo-Vincho- que entonces era su abogado y mantenía bien engrasado, un equipo de jueces, autoridades y policías de lo más complaciente.
Vincho consiguió que el caso fuera trasladado a la Capital y allí encasillado con un No Ha Lugar.
Hasta el día de hoy se desconoce qué le costó a Román la amable condescendencia de los jueces.
Entre los abogados de doña Miguelina se hallaba el doctor Ramón Antonio Veras, quien es el padre de la víctima conocida más reciente de Adriano, el abogado Jordi Veras.
En los archivos de los periódicos de la época hay constancias de que Adriano Román, primero trató de evadir a la justicia escapando a Nueva York y luego la neutralizó, a pesar de que muchas personas de Santiago se movilizaron en repudio a sus crímenes.
En el 1978, la policía llegó a impedir las manifestaciones de solidaridad con doña Miguelina Llaverías y las protestas contra Adriano Romá.
Probablemente el éxito de agredir a esos extremos y de ser perfectamente conocido por todos, sin ser penalizado en lo absoluto, alentó al potentado en su dilatada carrera de guadaña sedienta y afilada.
En 1997 Adriano estaba, otra vez, en problemas con la justicia, cuando Genaro A. Pérez, (Yoryi), una personalidad muy conocida y querida en Santiago, lo sometió por amenaza e intento de incendio.
Yoryi tenía en alquiler un local comercial propiedad de la familia Román.
El local era utilizado por Yoryi como almacén de los periódicos El Nacional, Hoy y El Siglo.
Para forzar la desocupación de ese inmueble, sin seguir los canales institucionales para ello y en violación a los acuerdos con un inquilino que estaba al día en todos sus pagos, fueron provocados dos incendios, el 31 de mayo y el 16 de junio de 1997, que generaron grandes pérdidas económicas para Yoryi.
No satisfecho con estas acciones, por las que estaba directamente acusado un hermano de Adriano, Pablo Narciso Román.
Adriano Román puso en absoluta evidencia quién era el responsable final de los hechos, cuando en julio de 1997 se presentó al local, ubicado en la Batalla de Beller con Sully Bonnely en el mismo centro de la ciudad de Santiago y amenazó de muerte a Yoryi y con “volver” a incendiar el local.
Román se dedicó a perseguir, acosar y amenazar a la familia de Yoryi a quienes hubo que ponerle protección policial, y también a uno de los jueces de la Corte de Apelación de Santiago, a quien le envió un mensaje que salió a relucir en los tribunales: “…si condena a mi hermano Pablo Nicasio Román, él sabrá quién es Adriano Román en este país”.
La Primera Cámara Penal de Santiago fue apoderada del caso e impuso una fianza el 1 de octubre de 1997 por un valor de 300 mil pesos.
Como es su costumbre, el acusado negó todos los hechos, aunque parte de estos habían ocurrido ante docenas de testigos, a voz de cuello y en medio de rebuluses en los que tenían que intervenir la policía.
Sin embargo, el 24 de agosto de 1999 acabó firmando un documento y pagando la suma de 400 mil pesos como reparación por los daños causados a Yoryi.
El 2005 fue uno de los años estelares en la carrera de Adriano Román.
Este personaje volvió a la carga y el 26 de febrero se presentó a la casa familiar, donde estaba su hermano, Pablo Narciso Román y se dirigió a la habitación de este, llamándolo para entregarle un “regalito”.
Cuando Pablo Narciso abrió la puerta, Adriano lo atacó con ácido del Diablo y además lo sometió a descargas eléctricas, con un aparato que portaba.
La madre de ambos hermanos estaba en el hogar al momento de la agresión y Pablo Narciso se salvó de chepa.
Por esos hechos, el señor Román fue condenado en la Segunda Cámara Penal del Juzgado de Primera instancia del Distrito Judicial de Santiago a un año de prisión, al pago de una multa de 5 mil pesos y, también a 1 millón de pesos como indemnización a favor del hermano.
¿Pero tenía Román en ese tiempo el plato lleno con una acción criminal? No, qué va.
En ese año, según lo que se estableció en corte y por lo que fue condenado, también encontró tiempo para contratar unos sicarios, a través de la empresa “Facsaint detectiva, S. A”, dedicada a esa clase de servicios, con la encomienda de asesinar a la ex-esposa de Román, doña Miguelina, la misma señora que él había torturado y mandado a violar en el 1977.
28 años después de torturarla, violarla y mandar a otros a violarla, mientras él tomaba fotos, Román todavía tenía su venganza pendiente contra doña Miguelina.
La señora fue atacada con disparos, a la entrada de su casa.
El informe médico explicaba los detalles: “Recibió una herida de bala con entrada interauricular derecha, produciendo estallido de la base de la lengua, destruyendo parcialmente la dentadura inferior, con orificio de salida a nivel de la mejilla izquierda (…).
A nivel del oído derecho, presentó desgarro de la membrana timpánica (…).Parálisis facial derecha, por lesión parcial del nervio facial…”
A consecuencia de esto, doña Miguelina Llaverías padece secuelas permanentes del órgano de la masticación, una disminución drástica de la capacidad auditiva y una parálisis facial, sin hablar de las secuelas sicológicas.
Los hechos fueron probados en los tribunales y en esa ocasión, su abogado Vincho, tal vez ocupado en otros casos más rentables, no apareció para volver a rescatar a su viejo cliente de la acción de la justicia.
Mediante la sentencia 107 del 24 de Mayo del 2007, del Primer Tribunal Colegiado de la Cámara Penal del Juzgado de Primera Instancia de Santiago, Adriano Ramón Román Román, el legendario “Calígula del Callejón del Mercado de Santiago”, fue finalmente condenado con la pena correspondiente a uno de sus crímenes: 20 años de cárcel y el pago de 5 millones de indemnización, que se convirtieron en 25, cuando los abogados de la parte acusatoria, Jordi Veras y María Alejandra Veras Pola.
Establecieron que existiendo 5 condenados y cada uno le correspondía pagar 5 millones, pero habían cuatro insolventes, la indemnización total le correspondió pagarla a Román, porque las leyes establecen que quien se asocia para hechos delictivos y criminales y tiene recursos, debe asociarse también con sus colegas en el pago de las indemnizaciones, si estos no le pueden hacer frente a la penalidad económica.
Hubo apelaciones, pero no prosperaron.
La sentencia definitiva, la 218, fue emitida por la Suprema Corte de Justicia y leída el 2 de junio del 2010.
¿Recluido en la cárcel de Rafey, en Santiago, se tranquilizó Adriano Román y se dedicó a reformarse para ver si en algún momento podría reintergrarse a la sociedad, sin ser una amenaza contra todo el que pasara por el lado? No. Para Nada.
Caso de Jordi Veras.
Justo el 2 de junio del 2010, para combinarlo con su sentencia, se produjo el atentado contra el abogado Jordi Veras, a quien los sicarios contratados por Román -según la confesión del jefe de ellos- le pegaron dos disparos en la cara.
Jordi, un abogado muy joven, adepto a los deportes y con una familia con niños pequeñitos, perdió un ojo y las tres cuartas partes de la visión del otro.
El mantenimiento de ese pequeño rango de visión y la recomposición de su mandíbula, necesitaron numerosas intervenciones quirúrgicas especializadas y de alta tecnología, a costos exhorbitantes, tanto en República Dominicana como en Estados Unidos.
Las pruebas físicas y testimoniales -que incluyen confesiones de sicarios y grabaciones de Román coordinando el crimen, fueron presentadas durante las audiencias reenviadas unas cuatro decenas de veces, durante las que la “defensoría” pública, al servicio del señor Román, recurrió a toda clase de artimañas para prolongar frívola y artificiosamente el juicio, pero el abrumador y contundente resumen final de las mismas, realizado por los fiscales y por el abogado de la parte acusatoria, Lorenzo Fermín, no dejan ninguna dudas de lo que Román amenazaba con demostrar en el 1997: “Quién es Adriano Román en este país”.
Ya Adriano Román ha demostrado quién es él en este país.
Ahora le toca a los jueces, Annelis Torres, José de Asís Burgos y Sergio Furcal, explicarle a la sociedad quién es Adriano Román en este país, cuál es la evaluación de la Justicia al respecto y qué disposiciones están tomando para impedir que con el dinero a su disposición, mantenga la conducta que se le ha soportado, por lo menos, durante 40 años de una historia espantosa.