La princesa Leia fue nuestra primera heroína en el cine y Carol Brady de “La tribu de los Brady” era la madre ideal que quizá no tuvimos porque nuestras propias madres tenían que trabajar y nos dejaban solos en la casa con la televisión y un poco de comida procesada como única compañía.
Carrie Fisher y Florence Henderson, así como otros íconos de la juventud de la Generación X, se han ido, fueron robados por ese cruel ladrón que resultó ser el 2016. Este año ha dejado a la generación nacida entre la década de 1960 y comienzos de la de 1980 sumiéndose en sus memorias y contemplando su propia mortalidad.
“Es un tiempo muy melancólico”, suspiró Shelly Ransom, una especialista de lenguaje de 47 años en Darien, Connecticut. “Esto nos ha revivido muchos sentimientos de angustia adolescente. Se suponía que esa gente sería la voz de mi generación y es triste ver que esos artistas no están ahí para ser nuestra voz”.
O como diría el cineasta Lawrence Feeney, de 51 años, de New Port Richey, Florida: “Si pierdes a George Michael y a Carrie Fisher en un periodo de tres días sientes como si te lanzaran dos dagas”.
A lo largo del año las pláticas de pasillo y reuniones así como en las redes sociales se han llenado de incredulidad, tristeza y temor, pues un famoso de los años 80 tras otro ha muerto, desde enero, cuando se fue David Bowie.
Estos sentimientos han sido especialmente agudos para la Generación X, cuyos miembros crecieron cuando muchas de estas figuras estaban en la cúspide.
Adoramos a Bowie en la película “Labyrinth” y bailamos con “Modern Love” en las graduaciones. Recordamos leer las palabras “Purple Rain” en las marquesinas de los cines y nos preguntábamos por qué ese hombre bajito con tacones era tan sexy. En la secundaria nos besábamos fervientemente en los autos mientras George Michael cantaba en la radio (¿Se acuerdan del radio? Existía décadas antes que Spotify, y no podías escoger tu música).
“Éramos la generación que iba a cambiar el mundo. Cuando era joven vi a gente de mi edad parada frente a tanques en la Plaza de Tiananmen y derribando el Muro de Berlín. Ahora me la vivo quejándome de la artritis en mis manos y cuidando a mis padres ancianos”, lamentó Rob Withrow, propietario de 43 años de un negocio de paisajismo en Palm Bay, Florida.
Agregó: “Los músicos que admiré cuando crecí están muriendo ahora. Ojalá que todavía me queden unas décadas por vivir, pero la realidad de morir es mucho más clara”.
Desde luego que esto le pasa a todas las generaciones, nuestros ídolos se mueren y de repente sentimos que nuestra juventud se nos va.
Sin embargo como notó Lou Manza, profesor de sicología en el Lebanon Valley College en Annville, Pennsylvania, los baby boomers y las generaciones mayores no estaban tan involucradas o conectadas con sus famosos. Los de la Generación X tenían MTV, por lo que los astros pop como Prince y Bowie solían estar mucho tiempo en nuestras casas.
Eso, sumado a la inmediatez y la intimidad de las redes sociales del siglo XXI — en el que, por ejemplo, nos enteramos a través de Facebook que el rockero de pelo platino Billy Idol cumplió 61 años— aumenta la tristeza.
“En los 70 nuestros padres escuchaban sobre la muerte de un famoso en el noticiero nocturno o al día siguiente en el periódico”, dijo Manza. “Ahora hay cada vez más y más inmediatez con cada generación”.
Sarah McBride Wagner, una autora de 37 años en Weirton, West Virginia, dijo que las redes sociales han creado un espacio para el luto colectivo.
“Nunca conocimos a esa gente, pero a pesar de esto todos nos sentimos muy afectados”, dijo. “Que sea una pena compartida lo hace más grande y fácil”.
A algunos la muerte de las figuras de la infancia y la adolescencia nos recuerda de la muerte de las personas más cercanas a nosotros y del paso del tiempo, que parece ir más rápido.
“La muerte de famosos que admiramos exacerba esos sentimientos”, dijo Amanda Forman, de 38 años, madre de tres hijos y autora de Flourtown, Pennsylvania. “Creo que en el caso de aquellos que son un poco mayores y murieron, nos hace sentir que estamos mucho más cerca, que nuestra generación es la siguiente. Y nos hace sentir que nuestra infancia está mucho más lejos de nosotros”.
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Tamara Lush