El mundo ideal aún no ha llegado para la mayoría de personas que viven sin esperanza y sin posibilidades de visualizar la luz del mañana.
Sin embargo, debemos seguir esperanzados de que algún día la humanidad exhibirá el rostro de la alegría.
Prefiero la generación de la utopía que tuvo su clímax en el seno de la sociedad dominicana entre las décadas del sesenta y ochenta y no el comportamiento de una juventud indiferente, drogada, enajenada y mentalmente castrada, presa fácil de la delincuencia y el desorden callejero como ocurre actualmente.
También gustaría ver a los jóvenes de República Dominicana con sus libros en manos y no con envolturas de sustancias tóxicas que alteran el metabolismo del cuerpo humano convirtiéndolo en pedazos de trapos.
Son preferibles las luchas de las ideas por las transformaciones sociales que ver el penoso cuadro de un delincuente arrebatándole la vida a un joven por un celular.
La civilización moderna trae consigo grandes retos y exhibe por supuesto, notables logros aunque distanciados de un espacio socialmente equilibrado y justo.
Muchos jóvenes de hoy no tienen respuestas a sus sueños, aspiraciones y necesidades y se convierten en delincuentes.
¿Les importa a esos jóvenes oír hablar de Jesucristo, Carlos Marx, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez o Pedro Mir? Pero sí sienten atracción y emoción hasta el delirio cuando escuchan comentarios de Don Míguelo, El Alfa, Vakeró o Daddy Yankee.
Poder de la Lectura
Un amante de los libros por lo regular es una persona apacible, serena y muy decente. En cambio, quien inhala sustancias prohibidas no piensa porque su cerebro está muerto, triturado y carcomido.
Así valiosos jóvenes de ayer que pudieron sobrevivir a las cruentas embestidas de la represión neo trujillista ya son adultos, y en sus rostros quedaron marcadas para siempre las indescriptibles torturas que recibieron del aparato opresor.
Todavía muchos se preguntan, ¿valió la pena tanto sacrificio en pro de la libertad del pueblo dominicano?
¿No fue acaso una inmolación la determinación de esos valientes dominicanos al sacrificar sus vidas por ideales democráticos y de apertura política?
¿Su tenacidad de lucha, sacrificio y esfuerzo por liberar a su pueblo alcanzó la debida respuesta?
La generación de la utopía fue notoriamente brillante; revolucionaria, solidaria, estudiosa, comprometida con las mejores causas en defensa de su patria, enamorada de la poesía y de los libros, de cualquier libro sin importar que fueran o no de contenido marxista porque buscaban instruirse, actualizarse para poder afrontar el futuro con determinación y valor.
Una época dorada del sentir humano, de la solidaridad en su máxima expresión y de la esperanza de vivir en un mundo de mayores posibilidades materiales y espirituales partiendo de que “hombre soy, nada humano me es ajeno”, como escribió Publio Terencio.
Revolucionarios y Honestos
Amín Abel Hasbún, Otto Morales, Orlando Martínez, Amaury Germán Aristy y Maximiliano Gómez entre otros, lucharon desde su visión revolucionaria por una sociedad socialmente equitativa.
Lógicamente cometieron sus errores y probablemente varias veces se equivocaron en sus concepciones y aplicaciones de sus respectivos métodos.
Pero no eran asaltantes, violadores ni drogadictos. Más bien, gentes buenas, soñadores de una sociedad más humanizada y que aspiraban a una vida mejor para la población de su país.
El perfil de la generalidad de la juventud de ayer era de una actitud revolucionaria, ahora es propensa a la delincuencia.
Los anti valores predominan actualmente y son pocos los jóvenes que conocen o se interesan en estudiar la trayectoria y sacrificio de esos valientes dominicanos.
Entre mis estudiantes universitarios he realizado en diversas ocasiones el ejercicio de preguntar sobre algunas de esas connotadas personalidades y confieso que he quedado frustrado.
Identifican y relatan la vida del intérprete del género urbano Mozart La Para con una rapidez e interés espantoso, pero no ocurre lo mismo, por ejemplo, al preguntársele sobre el sacrificio de Germán Aristy, principal estratega del Comando de la Resistencia y Los Palmeros, y quien junto a tres de sus compañeros se enfrentó valientemente a fuerzas militares del gobierno de los doce años de Balaguer, cayendo abatidos aquel memorable 12 de enero del 1972, en la autopista Las Américas.
Es imperativo enseñar a los estudiantes de las escuelas y colegios la verdadera historia social dominicana partiendo de los aportes que hicieron esos valientes ciudadanos que lucharon hasta sacrificar sus vidas en pro de sus ideales revolucionarios.
Evitemos que la indiferencia siga marcando la vida social en la República Dominicana y hagamos una reflexión sobre el contenido de las palabras que recientemente emitiera la señora madre del malogrado líder de izquierda, doña Manuela Aristy en ocasión del 45 aniversario del asesinato de su hijo.
Entrevistada por el colega Vianco Martínez dijo: “Estaban acribillando a mis muchachos y el país permanecía con los brazos cruzados”.
La delincuencia que nos azota no tan solo es consecuencia directa del injusto modelo de distribución de la riqueza, de la amplia brecha que separa a ricos y pobres, sino especialmente del desequilibrio social que ha representado el neoliberalismo económico impuesto por los organismos financieros mundiales.