Friday, November 15, 2024
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El Triángulo Maldito

Cientos de miles de personas cruzan Centroamérica cada año con la esperanza de entrar en EEUU, en su mayoría migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo Norte y, más recientemente, llegados de otros continentes y zonas en conflicto como Siria o Eritrea.

Con apenas el 7,2 por ciento de la población mundial, el Caribe, Centroamérica y América del Norte albergan casi el 25 % de todos los migrantes del mundo y experimentan flujos migratorios únicos, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Seis millones de ellos han huido de los tres pequeños países del Triángulo Norte: El Salvador, Honduras y Guatemala.

En su último informe anual, Amnistía Internacional (AI) describió el Triángulo como “uno de los lugares más violentos del mundo; allí se mataba a más personas que en la mayoría de las zonas de conflicto del planeta (…) La vida cotidiana de muchas personas se vio ensombrecida por la acción de las bandas delictivas”.

La actividad de las pandillas “se incrementó junto con la llegada de miembros de bandas expulsados desde EEUU y con la influencia de los cárteles de la droga en la región”, explicó AI en su análisis “Hogar dulce hogar”.

La extrema violencia resultó en más de 15.000 asesinatos en 2016.

Las tasas de homicidios de El Salvador, Honduras y Guatemala fueron de 108, 63,8 y 35 muertos por cada 100.000 habitantes, respectivamente, según datos oficiales de 2015. En EEUU, uno de los países con más armas en manos de civiles del mundo, el índice fue del 4,4 en 2014.

El pago del dinero de la extorsión, sustento de las “maras” (pandillas), representa el 3 por ciento del PIB de El Salvador, pero el dato roza el 16 % si se suma lo que los salvadoreños gastan en seguridad y lo que pierden de ingresos porque la violencia les impide trabajar.

Cada año, la extorsión alcanza los 390 millones de dólares en El Salvador, los 200 millones en Honduras y los 61 millones en Guatemala, según cifras de la Fuerza Nacional Antiextorsión hondureña.

“Asesinato, secuestros, amenazas, reclutamiento por parte de actores armados no estatales, extorsión, violencia sexual y desapariciones forzosas: estas son las realidades de (zonas de) guerra y conflictos que los pueblos de esta región de Centroamérica también tienen que afrontar”, dijo en mayo el jefe de la misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en México, Bertrand Rossier.

En el informe “Obligados a huir del Triángulo Norte de Centroamérica, una crisis humanitaria ignorada”, MSF reclamó una “acción coordinada para asegurar que estas personas en tránsito están a salvo de la violencia y la persecución (y) son recibidos con protección internacional en lugar de con más violencia”.

En el último ejercicio de Barack Obama en EEUU, el Congreso otorgó a los Gobiernos del Triángulo 750 millones de dólares para que frenaran la “migración irregular”.

EL PELIGROSO VIAJE AL NORTE

“Lo que hay, sin duda, es un aumento en los factores de empuje en Centroamérica que continúan haciendo que más migrantes decidan atravesar nuestro país. La gran mayoría de ellos vienen enganchados con algún traficante”, dijo a Efe el director de Control Migratorio del Instituto Nacional de Migración de México, Mario Madrazo.

Menores que huyen de las “maras” antes de ser reclutados, familias enteras que temen por su vida, decenas de miles de personas pagan a traficantes para llegar a EEUU a través de México, en un negocio ilegal multimillonario y también sangriento.

En su Encuesta Conflictos Armados 2017, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) clasificó México como el segundo conflicto más letal del mundo. Con 23.000 homicidios intencionados en 2016, sólo fue superado por Siria.

“Es muy raro que la violencia criminal alcance niveles semejantes a los de un conflicto armado. Pero esto es lo que ha ocurrido en el Triángulo Norte” y “especialmente, en México”, aseguró el IISS.

Hay cifras que hablan de que, desde 2006, más de 120.000 migrantes han desaparecido en México en su camino hacia EEUU y de que en ese trayecto el 80 % de las mujeres y las niñas son violadas, según el ensayo “Tell Me How It Ends” de la escritora mexicana Valeria Luiselli.

“Las bandas criminales están muy involucradas en el tráfico de migrantes a través de México”, de acuerdo con la OIM, que calcula en 250 millones de dólares anuales el volumen de negocio que representan el secuestro y la extorsión de migrantes en México.

Entre 6.000 y 20.000 dólares cobra un “coyote” salvadoreño entrevistado por Efe a cada migrante que lleva hasta EEUU a través de México. Con el precio máximo, se paga a todos los “colaboradores necesarios” y una “garantía” de hasta tres intentos de completar el viaje.

Una buena parte de los migrantes recorren México encaramados en los vagones de la red de trenes de carga conocida como La Bestia, que abordan en las sureñas Tapachula o Tenosique.

De las tres rutas principales que cruzan México, una llega hasta Tijuana (oeste) y se enfrenta con el muro que ahora Donald Trump quiere extender, la otra cruza el desierto hasta llegar a Nogales (centro) y la tercera, la más corta y peligrosa, transita zonas del crimen organizado hasta a Reynosa (este), donde se cruza el río Bravo.

Los migrantes deben pagar por su “protección”, a veces participando del propio crimen.

“Los ‘narcos’ han olfateado un buen negocio con el tráfico (…) Y puedes obligar por mil maneras a un migrante a transportar cosas que no quieren. He visto majadas (palizas) por eso”, aseguró a Efe un excoyote costarricense.

Muchos no llegan: el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM registró en 2016 algo más de 700 migrantes muertos en su camino hacia el norte: 27 en Sudamérica (la mayoría en la frontera Colombia-Panamá), 175 en Centroamérica, 105 en el Caribe y 400 en la frontera México-EEUU.

Esta línea fronteriza, la más mortífera, registra 6.330 migrantes fallecidos en los últimos 20 años.

La mayoría de los 955 muertos de los que se tiene constancia en el periodo 2014-2016 perecieron en las arenas del desierto de Arizona o en las aguas del Río Bravo (llamado Grande en EEUU).

Pese al riesgo, el flujo no deja de crecer desde 2011.

Según la OIM, el 40 % de los inmigrantes irregulares en EEUU -unos 6 millones de personas- nacieron en Centroamérica o el Caribe.

Su contribución es vital para el sustento de sus países.

Los 2,8 millones de salvadoreños que viven en EEUU enviaron en 2016 remesas que representaron el 16,4 % del Producto Interior Bruto (PIB) de El Salvador. En Honduras, con 1,2 millones de emigrantes, el dato roza el 20 % del PIB, ó 4.000 millones de dólares, y en Guatemala, con dos millones de emigrantes, fue del 18 %.

LA ANGUSTIA DE LA DEPORTACIÓN

Para los indocumentados, el infierno de llegar da paso a la angustia de ser devueltos.

Solo en 2016, EEUU deportó a casi 78.500 inmigrantes irregulares al Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala), según datos oficiales.

El número de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos deportados por México -que en 2014 puso en marcha el plan Frontera Sur de contención migratoria- ha subido de los 62.788 de 2010 a 141.990 en 2016, según su Instituto Nacional de Migración.

Amnistía Internacional, que estima que 400.000 migrantes irregulares cruzan el territorio mexicano cada año, constató en su informe 2016-2017 una cifra “sin precedentes” de solicitudes de asilo en México en 2016: 6.898 hasta octubre, el 93 % de personas del Triángulo Norte, pero sólo 2.162 concesiones de estatuto de refugiado.

En todo el mundo, las peticiones de refugio de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos crecieron un 597 % entre 2010 y 2015, lo que demuestra, según AI, un “cambio muy real en los motivos para migrar”, que ya no son tanto económicos como de huida de la violencia en sociedades sin ley.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) calcula que México recibirá 20.000 solicitudes de asilo adicionales en 2017, cifra que “es una clara indicación de que México ya no es sólo un país de tránsito sino también de destino para los refugiados”.

Las expulsiones masivas desde EEUU y México obviaron los “abrumadores indicios de que muchos solicitantes de asilo corrían peligro de sufrir violencia extrema en caso de no obtenerlo. Al ser devueltas, muchas personas regresaban a las situaciones de peligro mortal de las que habían huido”, denunció AI.

Es el caso de Juan, un hondureño que en 2014 se vio obligado a huir después de sobrevivir a dos disparos de las “maras”, que ya habían matado a uno de sus hermanos.

Juan llegó hasta California, en EEUU, “pero allá me agarraron los gringos y me deportaron” en 2015. Desde entonces, ha intentado establecerse en Tapachula (Chiapas, México), donde ya tiene esposa e hijo pequeño, pero ha sido cinco veces retornado.

En Honduras “no hay oportunidades de trabajo, las pandillas me agobian (…) por eso decidí mejor irme otra vez para allá a Chiapas”, dijo a Efe antes de emprender su nuevo viaje a pie hacia el norte.

“Prefiero emigrar mejor que morir en mi país”, aseguró.

MIGRANTES DE ULTRAMAR

Centroamérica y el Caribe son tanto zona de origen como de tránsito de la migración irregular.

Panamá es su puerta de acceso y, en 2016, interceptó a 25.438 migrantes irregulares en su frontera con Colombia: 10.748 dijeron ser del Congo, aunque se estima que la mayoría son haitianos que quieren evitar la deportación, improbable si fueran congoleses.

Otros 7.431 fueron cubanos, 1.868 nepalíes, 628 bangladeshíes, 600 senegaleses, 519 ghaneses, y el resto provenientes de países como Mali, Guinea, Eritrea, Somalia o Pakistán.

La Oficina de ONU contra la Droga y el Delito (UNODC) para Centroamérica y el Caribe, basada en Panamá, ha constatado que las redes del tráfico están llevando a América, a través de un entramado altamente coordinado que incluye vuelos en líneas regulares y paso por puntos ciegos fronterizos tanto en mar como en tierra, a migrantes procedentes de África y Oriente Medio, que entran al continente por el Cono Sur.

“La tendencia es que recibamos cada vez más migrantes con este perfil: gente desesperada que ha sido refugiado y pasan a ser migrantes irregulares”, dijo a Efe el representante de la UNODC en Centroamérica y el Caribe, Amado Philip de Andrés.

Según este responsable, las redes de tráfico de migrantes se están autofinanciando con el tráfico de cocaína de Sudamérica con destino a Europa.

“Los traficantes van de Albania, llegan a Grecia, van hasta Africa Occidental, de allí al Cono Sur. Suben y van a países como Colombia y se llevan la cocaína”, describió.

La droga es transportada en semisumergibles, que cuestan medio millón de dólares y se fabrican en Colombia. Con ellos se puede transportar 2,5 toneladas de cocaína desde el Caribe hasta Mauritania, desde donde es transportada por el Sahel y entra en Europa por Rumanía, explicó.

“Ves en las costas de Mauritania un montón de semisumergibles abandonados”, aseveró.

Los migrantes procedentes de Oriente Medio y África buscan llegar, principalmente, a EEUU y Canadá.

Los traficantes les cobran unos 17.000 dólares por el “paquete completo”, que incluye pasaporte -auténtico, aunque con datos falsos obtenidos con soborno del registro civil de países como Senegal-, el viaje en avión y medios para pasar las dos primeras semanas en el país de llegada, generalmente uno del Cono Sur.

También “empiezan a llegar en vuelos regulares. De Senegal van a Cabo Verde, de allí a Fortaleza o Sao Paulo, en Brasil. ¿Y quiénes toman los vuelos? Albaneses, serbios, sirios, turcos, algunos iraquíes. Y empiezan también a tomarlos eritreos, somalís y ciudadanos de África Occidental”, añadió.

Se trata de un negocio que puede generar unos 400 millones de dólares anuales, según la UNODC.

Aquellos incapaces de pagar el paquete completo pueden pagar a la red con “servicios”, de modo que quedan atrapados en ella.

La UNODC prevé que ese flujo de migrantes extracontinentales que desea llegar a EEUU vaya en aumento: Según De Andrés, “tal vez se multiplique por diez en los próximos dos años”, lo que puede generar un “efecto tapón” en Centroamérica con el refuerzo fronterizo de Donald Trump.

“Este tema va a tener que ser de la máxima prioridad, porque va a ser una bomba de relojería” en la región, advirtió.

Con las nuevas políticas de Trump, “lo que se prevé en los próximos 18 meses es que cada vez haya una tendencia” a que los migrantes que transitan o salen de Centroamérica “no puedan ir al norte, a menos que tomen la ruta del Pacífico por barco”.

La coordinadora del Observatorio de las Migraciones Internacionales en Honduras, Sally Valladares, dijo a Efe que cuanto más difícil es cruzar la frontera con EEUU, el negocio del tráfico de migrantes “se vuelve más lucrativo porque eso implica que tengan que cobrar más”.

E igualmente aumentarán los costes para los Estados afectados, por la necesidad de más recursos para proteger sus fronteras, todo ello con la presión adicional de la amenaza terrorista, que obliga a poner “atención muy específica a ciertas nacionalidades, como sirios e iraquíes”, dijo.

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