Trumpistas y conservadores pugnan por el control de un partido reducido casi a un órgano de apoyo a la figura del inminente expresidente
El Partido Republicano inicia este próximo 20 de enero una nueva etapa en la que tendrá que lidiar con las consecuencias del mandato de Donald Trump, culminación de la tendencia populista que ha absorbido al partido durante los últimos ocho años y que ha desembocado en una crisis ideológica dentro de la formación, dividida ahora con nitidez entre su veterano sector conservador y una nueva ola de representantes nacida al amparo de los márgenes de la política, profundamente antisistema y representante de un amplio sector de devotos del magnate.
El momento idóneo para calibrar este cisma tendrá lugar en la futura votación en el Senado sobre el juicio político contra Trump por presuntamente alentar a la insurrección del asalto al Capitolio el día 6 de enero. Se espera que varios senadores republicanos respalden una condena contra Trump, que se expone como mínimo a la inhabilitación permanente para desempeñar un cargo público, aunque hay serias dudas de que los demócratas, impulsores de la propuesta, consigan los 17 votos republicanos necesarios.
A nivel federal, las miradas están puestas en el todavía líder republicano en el Senado y a todos los efectos líder de la formación, Mitch McConnell. El veterano político afronta el ocaso de su carrera con la inesperada responsabilidad de abanderar la nueva era de un partido debilitado tras perder, en solo cuatro años, tanto la Casa Blanca como el dominio sobre las dos cámaras del Congreso.
Durante los últimos días, McConnell ha hecho un verdadero ejercicio de equilibrismo para contentar a todas las partes. Tras apaciguar al sector radical del partido Republicano al impedir la votación exprés en el Senado del juicio a Trump, fuentes próximas deslizaron a la cadena CNN que, como ya ocurriera esta semana en la Cámara de Representantes, concederá a los diputados la oportunidad de romper la disciplina de voto y opinar en conciencia sobre la inhabilitación de Trump.
Asimismo, y según fuentes del portal de noticias The Hill, McConnell ha iniciado una ronda de contactos con prominentes donantes del partido para ratificarles que los republicanos cooperarán en la medida de lo posible con la inminente Administración Biden en un acto de consolidación de los principios democráticos, seriamente deteriorados tras la incursión en el Capitolio tras la arenga de Trump, que se saldó con cinco muertos y, por el momento, un centenar de detenidos.
CRISIS LOCAL
Esta línea de actuación se enturbia a nivel local, donde cada representante y senador deberá decidir por sí mismo cómo relacionarse con los defensores de Trump bajo la certeza de que este grupo no va a desaparecer ni mucho menos una vez el presidente abandone la Casa Blanca.
Además, todos ellos son conscientes de que ahora comparten bancada con compañeros procedentes exactamente del caldo de cultivo que el presidente ha alimentado durante los últimos años, como por ejemplo la representante por Georgia Marjorie Taylor-Greene, o la representante por Florida Lauren Boebert, quienes han llegado a difundir ideas del movimiento conspiratorio QAnon en sus redes sociales.
Frente a ellos se encuentra un sector moderado con nombres tan destacados como la ‘número 3’ del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, Liz Cheney, quien anunció su intención de votar contra Trump por “convocar a la turba y prender la mecha del ataque” al Capitolio, o la representante Nancy Mace, antigua integrante del equipo de campaña de Trump, y que calificó de “indefendibles” las acciones del presidente.
Entre ambos extremos, existe un amplio sector de congresistas repletos de dudas, entre la espada y la pared de un electorado “trumpista” y el corte de fondos procedentes de donantes corporativos. Compañías como Nike, Disney o Comcast han suspendido sus aportaciones a miembros tan prominentes como el líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, no solo por su respaldo a Trump durante el ‘impeachment’, sino por ser uno de los nada menos que 154 congresistas republicanos de que votaron a favor de la revocatoria de la victoria electoral de Biden todavía después del asalto al Capitolio.
Los sondeos entre los votantes republicanos no ofrecen una clara respuesta. Reflejan cierta erosión en lo que hasta ahora era un sector monolítico — las encuestas muestran que el apoyo de Trump dentro del Partido Republicano ha disminuido ocho puntos desde el asalto al Capitolio, hasta el 77 por ciento de aprobación –, pero solo un 17 por ciento responsabilizan directamente al magnate de los disturbios, según un sondeo de Quinnipiac. Es más, un 64 por ciento de los republicanos aprueba, en líneas generales, el comportamiento de Trump, según otro sondeo de Axios-Ipsos.
Sea como fuere, sobre todos ellos seguirá planeando la sombra de Trump. Su asesor de campaña, Jason Miller, aseguró que los diez representantes republicanos que votaron a favor del ‘impeachment’ no solo han malinterpretado el sentir general de los votantes del partido, sino que se exponen al fin de su carrera política.
“Cualquier miembro republicano de la Cámara o del Senado que vote a favor de un juicio político estará cumpliendo su último mandato”, avisó el asesor de Trump, a sabiendas de la extraordinaria importancia de la figura del presidente a nivel local. Si algo ha conseguido en los últimos cuatro años, es desviar la base del poder desde Washington a las legislaturas locales.
“La gente que elevó a Trump todavía tiene el control de los partidos estatales”, explica a ‘The Hill’ el antiguo recaudador de fondos para la campaña del magnate Dan Eberhart. “Todavía no confían en los republicanos del ‘establishment’. El Partido Republicano ya no está dirigido por las élites en Washington, sino por activistas de base a nivel estatal”, añade.
2024
Así las cosas, durante los primeros cien días de la Administración Biden los republicanos deberán calibrar el impacto del legado de Trump, quien no tiene intención alguna de desaparecer del imaginario colectivo ni del foro de la opinión pública, a pesar del bloqueo multitudinario del que ha sido objeto por las compañías de redes sociales a raíz de sus comentarios inflamatorios.
“Si bien es probable que el presidente Trump siga siendo la voz más influyente en el Partido Republicano de cara al futuro a corto, medio plazo”, explica el exdirector ejecutivo de la Asociación de Gobernadores republicanos, Phil Cox, “los eventos de la última semana podrían brindar más espacio para la carrera y potencialmente abrir la puerta a más candidatos en 2024”, añade en declaraciones a ‘Politico’.
De hecho, fuentes republicanas señalan que sin la amenaza de la cuenta de Twitter de Trump, los candidatos tienen más libertad para separarse de él sin temor a las habituales represalias públicas del presidente ante los 88 millones de seguidores que tenía antes de que le suspendieran la cuenta.
“La capacidad de Trump para influir aún más en la política republicana se ha visto gravemente disminuida durante la última semana por todas las medidas, y todavía nos queda una semana”, añade el ex asesor político senior de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Scott Reed.
No obstante, Trump abandona el poder con un enorme cofre de donaciones que bien podrían sustentar una nueva y quizás última apuesta por la Presidencia dentro de cuatro años, a la espera de lo que ocurra en la votación en el Senado. Los asesores de Trump esperan aclarar sus planes para desarrollar un aparato político posterior a su andadura en la Casa Blanca tras la inauguración de Biden. “Su estatura ha disminuido”, comenta el exsecretario de prensa de la Casa Blanca durante el mandato de George W. Bush, Ari Fleischer, “pero nadie puede adivinar cuánto”.