La minuciosa planificación del senador republicano John MCain de su propio funeral y homenajes ha sido la última maniobra del histórico político para demostrar su antipatía por el presidente, Donald Trump, que no fue invitado a ninguna de las honras póstumas.
Poco después de anunciar que sufría cáncer cerebral terminal, McCain empezó a convocar reuniones en su oficina en Washington para programar al milímetro lo que inevitablemente iba a ocurrir en los siguientes meses: su propio velatorio.
El político decidió desde los lugares de celebración hasta la música que sonaría en cada momento, pasando por la lista de invitados y las personas autorizadas para hablar, a las que llamó personalmente para pedirles que participaran en su servicio fúnebre, según el expresidente Barack Obama (2009-2017) confirmó en los últimos días.
McCain, quien quiso hacer de su adiós un lugar de encuentro para aquellos que han dedicado la vida a servir EE.UU., solicitó a los exmandatarios George W. Bush (2001-2009) y el propio Obama que ofrecieran sendas elegías en la ceremonia, aunque entre ambos truncaron su sueño de llegar a la Presidencia del país.
En esta celebración póstuma de cinco días que empezó en su estado de acogida, Arizona, y acabó hoy en el cementerio de la Academia Naval de Annapolis (Maryland, EE.UU.), el político quiso dejar claro su rechazo a Trump.
El senador, de hecho, pidió explícitamente a su círculo cercano que el mandatario no fuera invitado a sus exequias, después de duros enfrentamientos políticos con él, tras lo que Trump llegó a insultarlo duramente a través de las redes sociales.
La turbulenta relación entre ambos tuvo su punto álgido en verano de 2015, cuando Trump aseguró que McCain, veterano de la Guerra de Vietnam, “no es un héroe”.
“(McCain) es considerado un héroe de guerra porque fue capturado. Me gustan las personas que no fueron capturadas”, dijo entonces Trump, una afirmación que fue recibida con abucheos por parte del público.
El mandatario se refería a una de las etapas más duras de la vida de McCain, un periodo que comenzó el 26 de octubre de 1967 cuando tenía 31 años de edad.
Su avión fue derribado sobre Hanoi y fue prisionero de guerra cinco años y medio en Vietnam, donde fue sometido a fuertes torturas físicas y mentales.
La mofa de Trump fue mal vista por la sociedad estadounidense, que trata de reconocer por lo alto los éxitos de los militares de su Ejército, y provocó que el presidente quedara retratado como alguien que no respeta a los veteranos de guerra.
Así, mientras la plana mayor de Washington se congregaba este sábado en la Catedral de la capital estadounidense para dar su último adiós a McCain, Trump fue a jugar a un club de golf suyo situado a las afueras de la ciudad.
En las primeras filas del templo se sentaron Bill y Hillary Clinton; Barack y Michelle Obama; George y Laura Bush y Al y Mary Elizabeth Gore, pero también se podía distinguir entre los asistentes a senadores de todo el espectro político, desde la progresista Elizabeth Warren al republicano y gran amigo de McCain Lindsay Graham.
Algunos de los discursos durante el funeral sirvieron, además, como sutiles ataques a la manera de gobernar y actuar del atípico mandatario.
Sin ir más lejos, Meghan McCain, hija del senador, reivindicó “la grandeza” de Estados Unidos y aseguró que el país al que representó y defendió su padre “no necesita ser grande de nuevo, porque siempre lo fue”.
“La real, no la retórica barata para los hombres que nunca se acercarán al sacrificio que él ofreció tan voluntariamente, ni la apropiación oportunista de aquellos que vivieron vidas de comodidad y privilegio”, dijo la hija del senador, en una alusión velada a Trump.
Con esta estrategia, McCain pudo tener la última palabra frente a un Trump que tuvo que recluirse a lo largo del fin de semana en la Casa Blanca y en uno de sus club de golf por no haber sido invitado al adiós del histórico senador republicano.