El 17 de enero de 1967 se produjo la desaparición del abogado y periodista Guido Gil Díaz, luego de haber estado dos días en prisión, investigado personalmente por el comandante del destacamento policial de La Romana, teniente coronel Simón Tadeo Guerrero González, quien lo consideró sospechoso de encabezar actividades subversivas, en su calidad de asesor del Sindicato Unido del Central Romana, una empresa agroindustrial azucarera propiedad de la empresa Gulf And Western, cuyo gerente general era el empresario cubano Teobaldo Rosell, un notable adversario de la revolución castrista que poseía bastante experiencia y destreza en el manejo de los asuntos empresariales y políticos de la región Este, donde llegó a ser en los años 60 una especie de “emperador”, aparte de colaborador cercano del presidente Balaguer.
Este confuso suceso habría que enlazarlo con la denuncia hecha por el sindicato el 26 de diciembre anterior, asegurando que existía una confabulación siniestra para asesinar a sus dirigentes Héctor Mundaray y Francisco Ozorio, de la cual se enteró por vía del destacado dirigente reformista Claudio -Lalo-Nolasco, quien había rechazado participar en dicho plan, tal como lo expuso ese mismo día en un espacio pagado reproducido en varios diarios escritos, acusando a los señores Miguelón Herrera y Danilo Brito (dos enemigos jurados del gremio), de haber realizado una serie de reuniones maquinando cómo destruirlo; siendo el primer paso en esa dirección la represión policial desatada por la Policía, deteniendo, apresando y golpeando salvajemente a varios dirigentes, que luego enviaría a los tribunales acompañados de falsos expedientes sobre porte ilegal de armas blancas y otros delitos.
Entre los reprimidos en el mes de diciembre, se contaron los sindicalistas Lin Acevedo y Julio Mateo; y poco antes de la desaparición de Guido Gil Díaz, a principios de enero, el exabrupto bestial vapuleó al pueblo de La Romana que contempló con enojo el hostigamiento extendido hasta el jefe de los Guardacampestres del central azucarero, señor Miguel Guerrero, quien se vio obligado a abandonar por un tiempo el poblado a consecuencia del feroz acoso.
Por ello, cuando ocurrió la desaparición de Gil Díaz la opinión pública nacional fijó su atención en la empresa azucarera y en el comandante del departamento Sureste de la Policía, con asiento en La Romana, teniente coronel Guerrero González, quien estaba siendo señalado como el responsable del destino del periodista, por haber ordenado su apresamiento el día 15 de enero, aunque se esforzaba en desentenderse de su paradero, indicando que si bien reconocía haberlo detenido, igual de cierto era que lo había puesto en libertad.
La prensa estaba relacionando la desaparición del comunicador y abogado con su rol de asesor del Sindicato Unido del Central Romana, aunque centraba su mira en el citado coronel, a quien no le perdía ni pie ni pisada; a tal punto que en un diario vespertino se publicó una información donde se aseguraba que el desaparecido comunicador había sido detenido por una patrulla policial, en el puente sobre el río Higuamo de San Pedro de Macorís; encabezada por un sargento de identidad desconocida y un belicoso raso a quien llamaban Mirito Jiménez, que lo habría desmontando del carro público en que viajaba, subiéndolo enseguida en un vehículo oficial, para conducirlo de regreso a La Romana, lugar que sería su último destino.
Esta denuncia provocó que el presidente Balaguer tuviera que designar una comisión investigadora, encabezada por el procurador general de la República, que era en ese momento el abogado mocano doctor Manuel Rafael García Lizardo, la cual investigó al chofer, a los pasajeros y a otros testigos que identificaron a Gil Díaz como el compañero de viaje que había sido bajado del automóvil en el entorno del puente señalado.
Ante esta embestida de la prensa, el comandante Guerrero González se apresuró a reiterar que Gil Díaz estuvo ciertamente preso en La Romana el 15 de enero de 1967, junto a un dirigente del Movimiento Popular Dominicano (MPD), llamado Julio César Mota Acosta, pero que al día siguiente ambos fueron liberados; criticando el hecho de que la comisión investigadora no indagara a este individuo para determinar el paradero del comunicador.
Al respecto, el miércoles 29 de marzo de 1967 Mota Acosta ripostó que la última vez que vio a Gil Díaz fue en San Pedro de Macorís y desvirtuó la turbia imputación del oficial policial de que estuviese enterado del destino del periodista, señalando que en la fecha indicada ambos fueron apresados en el municipio de La Romana por dos agentes policiales, uno de los cuales era el raso Baldemiro Jiménez hijo, apodado Mirito; y que pasaron la noche tras las rejas, siendo conducidos al día siguiente ante el teniente coronel Guerrero González, quien los interrogó poniendo especial énfasis en el periodista, al que acusó de estar realizando reuniones de patio en patio…descargando sobre él la siguiente amenaza: “Está bueno ya de tanta agitación tuya, Guido Gil”.
El impacto de esta convincente versión del señor Mota Acosta y la avalancha de notas de prensa y análisis de censura a la actuación policial, arrinconaron al coronel Guerrero González, quien varió su versión primaria diciendo que había obtenido la información de que Guido Gil había sido acompañado por su padre, señor Elpidio Gil Cáceres, en el trayecto de La Romana a la ciudad de San Pedro de Macorís, y que el periodista se había negado a continuar la ruta a Santo Domingo, por lo que era imposible que sus policías pudiesen actuar y hacer un arresto en un territorio que no era el suyo porque pertenecía al también coronel César Cornielle, comandante en la jurisdicción de la Sultana del Este.
Esa versión fue desmentida el martes 28 de marzo de 1967 por la señora María Kaistila Díaz de Gil, madre del periodista, quien en una entrevista ofrecida en su residencia de la calle Doctor Delgado del Distrito Nacional, negó que su esposo o cualquier otro miembro de su familia hubiese estado por la zona Este en ese tiempo, apuntando que el último contacto que se tuvo con su hijo fue el 2 de enero de 1967 en el curso de una reunión familiar de Año Nuevo.
El coronel Guerrero González volvería poco más tarde a variar sorpresivamente su opinión asegurando -en una declaración ofrecida de visita en el Palacio Nacional- que Gil Díaz estaba vivo, y atribuyendo su supuesta desaparición a “una treta de la clase agitadora” que se había dado a la tarea de obstaculizar la labor del gobierno para sacar a flote el país; y agregó que éste estaba oculto y que sus compañeros de ideología conocían su ubicación, pero se aprovechaban de la situación para seguir agitando, aunque con cierta pasividad, porque si en realidad hubiera muerto “estarían haciendo mucho escándalo”.
A los 57 días de la desaparición de Gil Díaz, la prensa nacional acogió un espacio pagado firmado por 115 periodistas dominicanos, exigiendo al presidente Balaguer una explicación del hecho, ya que éste tenía en sus manos los resortes de la información y era la persona indicada para responder las preguntas en relación a la suerte corrida por el comunicador y abogado. Balaguer no quiso eludir este requerimiento público y respondió enseguida que su gobierno seguía investigando y no omitiría ningún medio para esclarecer la verdad; prometiendo rendir un informe al país tan pronto la comisión investigadora concluyera su trabajo.
Sin embargo, el mandatario creía que la desaparición del abogado y periodista era “una treta de los comunistas” para desprestigiar a su gobierno, porque había sido erróneamente informado por el gobierno español del dictador Francisco Franco, por medio de su embajada en Santo Domingo, sobre la existencia de una lista con los nombres de los dominicanos que en ese momento se encontraban clandestinamente en Cuba; apareciendo en la misma el doctor Guido Gil Díaz, los dirigentes emepedeístas Andrés Ramos Peguero y Henry Segarra, así como numerosos militantes de izquierda que se entrenaban militarmente allí para participar en una actividad guerrillera, en el marco de la línea de acción asumida entonces por los líderes de la Revolución Cubana.
Ese informe del gobierno español estaba desactualizado, o había sido confeccionado un año atrás, cuando efectivamente muchos izquierdistas estuvieron en Cuba participando en la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina, celebrada en La Habana a principios de enero de 1966; entre ellos, el doctor Gil Díaz, quien asistió no como un concurrente cualquiera, sino en su condición de delegado del Movimiento Revolucionario 14 de Junio (MR1J4), pues pertenecía a su Buró Obrero. Allí fue designado presidente de la delegación dominicana que integraban, entre otros, el doctor Euclides Gutiérrez Féliz, en representación del Movimiento 24 de Abril; el arquitecto Cayetano Rodríguez del Prado, como secretario general del Movimiento Popular Dominicano (MPD), y el pintor Asdrúbal Domínguez, por el Partido Socialista Popular, convertido más tarde en Partido Comunista Dominicano (PCD).
Ese evento -también conocido con el nombre de la “Conferencia Tricontinental”- reunió por primera vez en la historia a unos 700 dirigentes de izquierda de 82 países de los continentes americano, africano y asiático; contándose entre ellos 165 delegados de 27 países latinoamericanos que intercambiaron experiencias y estrecharon vínculos de solidaridad, guiados por Ernesto Che Guevara, presidente; Salvador Allende, de Chile; Nguyen Van Tien, de Vietnam del Sur; Pedro Medina Silva, de Venezuela; Amílcar Cabral, de Cabo Verde; Luis Augusto Turcio Lima, de Guatemala; Cheddy Jagan, de Guyana, y Rodney Arismendi, de Uruguay.
En este evento Allende propuso la creación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), con el objetivo de incrementar los movimientos de masas y la vinculación de la acción antiimperialista a las reivindicaciones cotidianas de la población, que en ese momento eran la huelga, la ocupación de tierras y la movilización social.
El 12 de enero, el pleno de la conferencia creó la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL). Y más tarde, en agosto de 1967, se estaría fundando la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que tuvo como su vicepresidente al joven dominicano Amaury Germán Aristy, quien sería más tarde el hombre clave y de confianza del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó para coordinar la creación de los Comandos Clandestinos de la Resistencia, también llamados Los Palmeros
Fue luego de esa actividad que el doctor Gil Díaz abandonó la agrupación 14 de Junio para ingresar al MPD, acompañando al grupo de “transformistas catorcistas” que coincidieron en la tarea de construir una organización de naturaleza y principios marxistas; eran éstos, Rafael -Fafa- Taveras; Juan B. Mejía, Agustín Moisés Blanco Genao, Daniel Ozuna, Manuel Pozo -Lucky, Amín Abel Hasbún, Cocuyo Báez, Héctor Ortiz, los hermanos Gustavo y Orlando Sánchez Díaz, y Julio de Peña Valdez, quien era el principal dirigente obrero del país.
¿Cuál fue el motivo de la desaparición de Guido Gil?
Guido Gil Díaz en el momento de su desaparición tenía 32 años de edad y era un joven abogado y periodista mocano, nacido el 12 de junio de 1935 en el seno del matrimonio formado por los señores Elpidio Gil Bencosme y María Kaistila Díaz, que había ejercido el periodismo durante muchos años en los diarios La Nación y El Caribe, y que había egresado de la escuela de Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en 1961, dedicándose a la labor sindical y asesorando desde el año 1964 a los trabajadores del Central Romana y de POASI, pudiendo destacarse por su defensa sagaz de las reivindicaciones de los obreros del sector azucarero, lo cual demostró al idear el llamado “paso de la jicotea”, que implicaba que los obreros trabajaran más despacio, disminuyendo la productividad sin necesidad de acudir a la huelga dentro del emporio azucarero; aplicando el trabajo de brazos caídos, con el objetivo de renegociar con la administración empresarial un nuevo pacto colectivo que fuese favorable al interés de los obreros. Eso lo hizo, primero como miembro del MR1J4, y luego como dirigente emepedeísta.
El mismo día de su apresamiento Gil Díaz había estado en contacto con los organizadores de un congreso laboral convocado para celebrarse los días 29 y 30 de abril, donde se discutiría la constante agresión a la libertad sindical, ya que durante los años 1966 y 1967 se habían producido 230 despidos de dirigentes sindicales. Este evento estaba siendo preparado en medio de un ambiente de miedo y terror impuesto por la gerencia del Central Romana con el concurso de la fuerza policial suministrada por el comandante policial Guerrero González, quien había solicitado refuerzos de Santo a Domingo para sofocar el estado de tensión, de agitación y de creciente efervescencia social que se respiraba en esa demarcación geográfica; además de que dispuso la represión indiscriminada en todo el municipio, que tuvo a punto de costarle la vida al sindicalista Julio de Peña Valdez, secretario general de la confederación obrera FOUPSA-CESITRADO, quien fue agredido a tiros en la calle Espaillat de La Romana.
Estaba claro que para la administración del Central Romana Gil Díaz era una “piedrecita en el zapato” que había que apartar del escenario para evitarle situaciones laborales difíciles a la empresa que hicieran peligrar la paz laboral y desembocaran en considerables pérdidas materiales obligándolos a renegociar un pacto colectivo que venían rechazando con firmeza. La línea anti-obrera del Central Romana se encaminaba a destruir el Sindicato Unido para formar otro amarillo que pudiera ser manejado sin inconvenientes; encajando perfectamente ahí el papel represor de la Policía durante el reinado de Tadeo Guerrero en La Romana, que se caracterizaba por el atropello constante a los obreros, el allanamiento del local del Sindicato Unido, la confiscación de vehículos y equipos de propaganda, y la disposición del cierre de un programa radial sindical, por orden de la gobernadora civil de la provincia, señora Virginia Pérez de Florencio, siguiendo las directrices del gerente Rosell.
El motivo de la desaparición de Guido Gil Díaz estaba indefectiblemente ligado al interés del Central Romana en desbaratar el Sindicato Unido, como se demostró en la gestión realizada por 21 trabajadores de esa empresa vinculados a la gerencia general, los cuales formaron un sindicato amarillo dirigido por el ya mencionado Danilo Brito; lo que dio lugar a un enérgico pronunciamiento público del sindicato legítimo, que fue publicado en espacio pagado en el periódico El Nacional en fecha 7 de julio de 1967, donde se denunciaba la intención de Teobaldo Rosell, en colocarle una camisa de fuerza al gremio, en un alocado intento por convertirlo “en un instrumento patronal y gobiernista”.
En dicho documento se denunciaba que habían sido cancelados delegados sindicales y decenas de trabajadores, y que la gerencia de Rosell amenazaba con continuar los despidos de obreros si los trabajadores persistían en apoyar sus dirigentes sindicales; señalando que por orden de este empresario cubano, la Policía se encargaba de cerrar el Club Obrero cada vez que era convocada una reunión de los trabajadores; en un claro desconocimiento de que el mismo les pertenecía y que, por tanto, éstos tenían derecho a celebrar allí sus asambleas.
Se denunciaba también que la Dirección de Mediación y Arbitraje de la Secretaría de Estado de Trabajo había desconocido con el mayor descaro una solicitud de mediación hecha por el Sindicato Unido, violando así la obligación que tenía de actuar dentro de un plazo de 48 horas a partir de la recepción de la solicitud; y que todo eso ocurría debido a la parcialidad del gobierno con la administración del Central Romana, la cual se manifestaba en la actitud irresponsable de la entidad gubernamental frente a la pretensión del cubano Rosell de imponer la directiva de un sindicato amarillo que había surgido de una asamblea de orientación patronal, efectuada el día 2 de julio en el recinto del Central Romana; en la cual se violentó la autonomía sindical, consagrada en el Código de Trabajo y los estatutos del gremio. Esa directiva amarillista fue encabezada por los trabajadores Francisco Vilorio (Papatón) y Ramón Cotes, contando con la anuencia del representante de la Secretaría de Trabajo en la localidad, que era el señor Eduardo Fernández Lajara.
El Sindicato Unido rechazó firmemente esa maniobra y expresó su disposición de dar la batalla para evitar ser destruido; y pidió el respaldo de las fuerzas democráticas del país contra los intentos dictatoriales del Central Romana y el gobierno
No había duda de que el gobierno de Balaguer, para no chocar con los intereses económicos del Central Romana, en el caso de la desaparición de Guido Gil, optó por la línea desinformativa de sostener que éste había salido clandestinamente del país con destino a Cuba, lo que contrastaba con lo declarado por la madre del periodista y abogado, quien aseguraba que éste observaba una conducta hogareña completamente normal, comportándose como un hijo amoroso que nunca quiso que ella sufriera, por lo que si hubiera salido al exterior ella hubiese sido la primera en saberlo.
Para el MPD, que era el partido al que pertenecía Gil Díaz, Balaguer buscaba echar tierra sobre el caso para darlo por cerrado, ocultando de ese modo su culpabilidad en la desaparición, ya que su más reciente declaración era una burla a la inteligencia de los dominicanos, porque nadie se tragaría el cuento de que el periodista estuviese vivo y en Cuba.
El tiempo fue pasando y ya para el día 17 de mayo de 1967, a los cuatro meses exactos del infortunado hecho, el periodista Miguel Ángel Prestol apuntaba en un análisis noticioso publicado en el diario vespertino El Nacional que la desaparición de Gil Díaz permanecía aún sin respuesta; pero que “lejos de irse apagando la llama del recuerdo y la inquietud provocada por el extraño caso”, se acrecentaba la preocupación por el significado que encerraba “un hecho propio de un estado de cosas que se creyó liquidado el 30 de Mayo de 1961”.
Sin dudas que había una fuerza muy poderosa cobijada bajo la sombra del poder que impedía que la comisión investigadora profundizara en sus indagaciones y no había tampoco una verdadera intención del gobierno para desentrañar la realidad de este hecho, diciendo con pelos y señales qué pasó realmente con Guido Gil.
El 17 de septiembre, al cumplirse ocho meses de la desaparición del abogado periodista, la comisión designada por Balaguer para investigar el caso seguía sin aportar información que contribuyera a aclararlo; más sin embargo, la Policía por medio del jefe del Servicio Secreto declaraba que “las izquierdas políticas tienen un plan de desapariciones” para provocar hechos de esta naturaleza a fin de cargárselos a esa institución y a las Fuerzas Armadas.
Dos días más tarde, trascendió sin embargo una investigación realizada por encargo de la Asociación Dominicana de Abogados (ADOMA), con fecha del 13 de marzo de 1967, que aseguraba que el doctor Gil Díaz había sido “eliminado por miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales que con mentalidad cavernaria y primitiva se autotitulan defensores de los derechos ciudadanos y preservadores de la paz pública”; confirmando la veracidad del rumor que decía que éste había sido reapresado en la margen occidental del puente sobre el río Higuamo “por miembros de la Policía Nacional entre los que se encontraban el raso Baldemiro Jiménez (Mirito) y un sargento que fue visto en el cuartel de San Pedro de Macorís en los días en que varios compatriotas fueron encarcelados arbitrariamente, so pretexto de haberse descubierto un complot para derrocar al gobierno”.
La comisión que hizo la investigación escuchó la declaración del chofer Faustino Acevedo, quien manejaba el vehículo en el que Gil Díaz se dirigía a la Capital y tras compararla con otros testimonios de testigos oculares, entre ellos un amigo del periodista que le habría brindado protección y albergue la noche anterior a su reapresamiento, llegó a la conclusión de que fue asesinado.
El presidente de ADOMA, doctor José Joaquín Bidó Medina, aseguró haber conversado con el señor Acevedo, quien le manifestó que era el chofer que había conducido al doctor Gil Díaz desde La Romana hasta San Pedro de Macorís, y que consciente de que existían “órganos judiciales para hacer las investigaciones de lugar”, se lo remitió al ayudante del procurador general de la República, doctor Bienvenido Figuereo Méndez, para que conociera su testimonio y contribuyera al esclarecimiento del hecho.
Después de la trascendencia de este informe, la gente en la calle perdió la esperanza de que Gil Díaz continuase vivo; pero aun así, durante largo tiempo en los medios de comunicación se mantendría latente y sin respuesta, la pregunta: ¿Qué pasó con Guido Gil?…convertido ya en un símbolo del periodismo y de la lucha social, por su consagrada labor en la comunicación escrita, por su gratuita asesoría a los trabajadores azucareros y de POASI, por su lucha dentro del comando constitucionalista de la calle Santomé, durante la Guerra de Abril de 1965; por su participación en la famosa huelga contra el régimen del Triunvirato, conocida como la “Jornada 2 de Mayo”; y por su labor de escritor y ensayista, autor de la obra “Orígenes y Proyecciones de la Revolución Restauradora”.
En este trabajo también queremos recordar con sentimientos de profunda admiración y aprecio a nuestro amigo Oscar Gil Díaz, su hermano, posteriormente fallecido; con quien compartimos muchas horas de lucha en la condición de militantes del perredeísmo peñagomista y amigos del expresidente Jacobo Majluta en los años 70; pues él fue autor de innumerables artículos sobre temas ideológicos y políticos de actualidad publicados en los diarios El Nacional y La Noticia y a través suyo aprendimos a valorar el comportamiento ético de Guido, un abogado y periodista responsable, comprometido hasta el último segundo de su existencia con el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores y con la edificación de una sociedad más justa y democrática. Lamentamos que su desaparición no fuese debidamente investigada, y que no se le prestara atención en su momento a la escalofriante denuncia hecha por un antiguo agente de los organismos de inteligencia del gobierno, llamado Ciriaco Castro Fañas, quien el 24 de febrero de 1969 confesara a la revista “Ahora!” –desde su asilo en la embajada de México-, que él estaba en la región Este cuando apresaron a Guido Gil en San Pedro de Macorís, y que supo que fue asesinado y sus restos luego tirados en un campo de caña próximo a La Romana. Esa ha sido hasta el día de hoy la única declaración que se tiene de una fuente cercana la poder.
La investigación encargada por ADOMA y el testimonio de Ciriaco Castro Fañas fueron asumidos por las organizaciones populares como la central obrera FOUPSA-CESITRADO, quien el 4 de julio de 1969 aseguró que Gil Díaz había sido liquidado hacía dos años y medio, para iniciar la destrucción del Sindicato Unido del Central Romana, lo que a su juicio era una obra combinada del gobierno de Balaguer, el comandante Guerrero González y el gerente general de la empresa azucarera, señor Teobaldo Rosell.