Hoy los muros están de moda, pero han existido desde el mismo principio de la humanidad. Desde que se concibió la idea de propiedad privada.
Aunque poco han servido para contener el avance de aquellos que se han decidido a burlar este obstáculo.
Pero, el muro que sí ha sido un valladar infranqueable, es el muro de la corrupción. Este se ha encargado de contener el avance de los pueblos y hasta ahora se ha probado infalible, pues tiene distintas formas y está compuesto por diferentes materiales. Todos inmorales.
Aunque muy difícil de medir con exactitud, el FMI (Fondo Monetario Internacional) ha hecho unos cálculos que se aproximan al verdadero monto de esta calamidad y afirma que el costo de la corrupción a nivel mundial, es de alrededor del 2% de PIB (Producto Interno Bruto) de cada país.
Nosotros, con un PIB de unos 70,000 millones de dólares, podríamos decir que la corrupción le cuesta a nuestra economía 1,400 millones de dólares anuales. Esto equivale a más de 65 mil millones de pesos. Mayor que el presupuesto anual de la mayoría de nuestros ministerios con excepción de educación y salud.
Ese es el muro que debemos derrumbar. Tiene que haber voluntad política y cooperación de la ciudadanía para derrumbar este sucio muro construido con bloques elaborados con robos, malversaciones, sobre valuaciones, evasiones, contrabandos, coimas.
Pero también tenemos que comenzar a derribar los inmorales y anti éticos muros que han tratado de cubrir con un pañete de legalidad, como son los barrilitos y los cofrecitos de los congresistas, pues estos forman parte de la corrupción disfrazada.
Así como las exoneraciones y las mil Organizaciones no Gubernamentales, que reciben la friolera de más de 1,800 millones de pesos del presupuesto nacional. Muchas de ellas pertenecientes a congresistas, funcionarios o familiares y cachanchanes de estos.
No podemos dejar fuera lo muros hechos con acuerdos leoninos como el da las plantas eléctricas que hay que pagarles por capacidad instalada y no por energía servida. No hay un solo funcionario preso de los que firmaron un contrato el cual nos sale más barato pagar sin encenderlas.
Entre esos muros también se encuentra el contrato para la construcción de la autovía del nordeste, donde el gobierno se comprometió a subvencionar el peaje de una cantidad de vehículos específicos y ahora es más conveniente, para la compaña que regentea la vía, que no pase ni un solo automóvil, guagua o camión, pues de esta manera el mantenimiento es mínimo pero las recaudaciones son las mismas.
En otras latitudes los funcionarios que discutieron esta barbaridad estuvieran colgados del cuello en una plaza pública.
Llora ante la presencia divina que el CEA (Consejo Estatal del Azúcar) otrora columna vertebral de nuestra economía, hoy, según las palabras del ministro (sin cartera) Bautista Rojas Gómez, se vea en la necesidad de vender mensualmente parte de sus tierras, para poder cubrir su parasitaria y exorbitante nómina de 4,000 empleados.
Hace poco, fruto de la corrupción, (vendieron todo un barrio), hubo la urgente necesidad de cerrar por decreto la CORDE (Corporación Dominicana de Empresas Estatales) herencia de las empresas del dictador Trujillo, que al momento de su ajusticiamiento, todas y cada una de ellas estaban en pleno funcionamiento, proporcionando empleos y generando beneficios.
Hoy casi todas han desaparecido, como la otrora CDA, línea aérea bandera nacional y las pocas que están en funcionamiento quedaron en manos de particulares y todos sabemos cómo fueron adquiridas.
Hay que comenzar a desmontar esta muralla de oprobio, ladrillo por ladrillo.
Comencemos con no llevar ningún caso de corrupción “hasta las últimas consecuencias” pues se ha demostrado hasta la saciedad que las últimas consecuencias son, los arreglos de aposento.
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Carlos McCoy
carlosmccoyguzman@gmail.com