ELECCIONES NUEVAMENTE POSTERGADAS.
Se suponía que Bolivia iba a tener elecciones generales el domingo 3 de mayo, pero aún se sigue en la incertidumbre sobre cuándo éstas se van a dar.
Jeanine Añez asumió el cargo de presidenta interina el 12 de noviembre prometiendo realizar elecciones inmediatas para la Presidencia y para las dos cámaras del congreso, las mismas que se habían dado antes el 20 de octubre pero que fueron anuladas.
El mandato de ella como senadora, al igual que el de los otros 35 senadores y 130 diputados que conforman la Asamblea Legislativa Plurinacional, y el de la Presidencia y Vicepresidente del Estado fenecía el 22 de enero. No obstante, no se dieron los comicios para antes de esa fecha y se fue prorrogando su permanencia en el poder.
La corte electoral primero planteó que las elecciones generales fueran el 3 de mayo, luego 14 días después, y finalmente barajó la posibilidad de realizarlas entre junio y septiembre. El Senado decidió que éstas deban darse a más tardar el 2 de agosto, pero la presidenta se ha negado a ejecutar dicha petición.
Su argumento que se da es que no se puede pedir a 6 millones de electores ir a las urnas en pleno pico de la pandemia pues ello implica llevarlos a un grave riesgo para su salud.
El primero de mayo Añez dio un mensaje a la nación en el cual ella esbozaba un audaz plan estratégico de largo plazo de obras públicas para dar empleo a 600,000 bolivianos, es decir a uno de cada diez ciudadanos de dicho país. En ningún momento ella habló de las elecciones generales, pese a que éstas se deberían haber dado dos días después de su discurso, y cuando su única misión para lo cual ella llegó a palacio fue convocar a éstas.
La negativa de Añez de querer anunciar una fecha para los comicios aduciendo no querer poner en riesgo a la integridad física de sus compatriotas contrasta con su idea de hacer que 600,000 personas vayan a trabajar varias horas al día. Esto último es algo que expone más a la vida humana antes que el acudir a sufragar, algo que podría hacerse con colas que guarden el distanciamiento social de dos metros, permitiendo que se vote durante varios días o adoptando formas de voto postal o electrónico.
El coronavirus ha hecho que en Londres se hayan suspendido las elecciones que debieran darse el jueves 8 de mayo, pero esto por común acuerdo de todos, y porque no son comicios que cambian una política a nivel nacional. El propio gobierno conservador ha aceptado así que la oposición laborista siga controlando la alcaldía capitalina. Sin embargo, en la mayoría de los casos del mundo se han llevado a cabo las elecciones previstas.
ELECCIONES CON PANDEMIA
Pocos días antes que el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia global por el COVID-19, se realizaron elecciones en Guyana, Israel y Tayikistán. Estos dos últimos países son muy cercanos al que entonces ya era el segundo mayor centro de la epidemia (Irán). Más de una semana después de dicho anuncio se dieron elecciones en Vanuatu (19 de marzo). El 22 de marzo se dieron legislativas en Guinea y presidenciales en Abjasia.
En Mali se dieron dos rondas para elegir a su parlamento (29 de marzo y 19 de abril). En Artsakh (la república secesionista armenia que está dentro de Azerbaiyán y muy próxima a las infectadas Turquía e Irán) se dieron dos vueltas presidenciales (31 de marzo y 14 de abril).
El 15 de abril fueron las elecciones legislativas de Corea del Sur, una muy populosa república cercana a la contaminada China y con fuertes medidas contra la pandemia. En esas mismas fechas se dieron dos rondas en las elecciones municipales de Francia, pese a que esta nación ya contaba entonces con miles de pacientes con dicho virus y hoy es una de las más afectadas por la epidemia. El 14 y 21 de abril se dieron dos rondas en las elecciones legislativas de Kiribati.
A esas 15 elecciones que se han dado en marzo y abril se deben sumar una decena más en mayo y junio, lo que totaliza 25 en todo el mundo.
En el lapso que hay hasta el 2 de agosto, que es la fecha que la asamblea boliviana le ha pedido al gobierno para que convoque a comicios, se van a dar elecciones en una decena de países. El 10 de mayo son las presidenciales de Polonia, república que se encuentra al lado de la muy contaminada Alemania, y cuya población cuadriplica a la de Bolivia. El 20 de mayo son las elecciones presidenciales y legislativas de Burundi (país que ha sido tan castigado por terribles masacres y epidemias) y también parlamentarias en Siria (la república con más muertos y desplazados en una guerra civil en todo el mundo). El 25 de mayo son las legislativas de Surinam (otro país muy pobre que queda en el mismo continente que Bolivia y también al lado de Brasil, la nación con más enfermos de virus en Latinoamérica). El 30 de mayo vota Niue.
A fines de junio son las parlamentarias de la populosa Sri Lanka y Mongolia (el país que, junto con Rusia, tiene la frontera más extensa con China) y también las presidenciales de Islandia. En la primera semana de julio son las presidenciales de Malawi y de las elecciones generales en República Dominicana (ubicada en la mayor parte de la isla latinoamericana que más muertos tuvo por los virus que trajo Colón luego de 1492).
Al momento en que Añez dio su mensaje del primero de mayo Bolivia tenía uno de los números más bajos de contaminados por coronavirus en su región, pues contaba con menos de 1,300 casos y de 70 fallecidos. Nótese que Polonia, donde van a darse elecciones en una semana, tiene 10 veces más enfermos por coronavirus que Bolivia; que Francia y Corea del Sur tienen varias veces más habitantes e infectados que Bolivia; y que el número de contaminados que tienen los dominicanos es 7 veces mayor al de los bolivianos, mientras que el de los israelíes y palestinos es, más aún, unas 16 veces superior. Los niveles de pobreza en Burundi o Siria sobrepasan a los de Bolivia.
AÑEZ CANDIDATA
Cualquier mandatario que quisiera postergar unas elecciones para que se decida quién le pudiese reemplazar en el cargo debería llamar a un acuerdo nacional o buscar tender puentes hacia sus críticos. Empero, la carta de respuesta que Añez le ha dado al Legislativo para seguir negándose a fijar fecha para los comicios empieza atacando duramente al presidente que ella ha sustituido en el puesto (Evo Morales) y al candidato que encabeza todas las encuestas (Luis Arce). A ellos les tilda de ambiciosos que están dispuestos a poner en riesgo la salud de sus connacionales en su desesperada ambición de volver al poder. Además, ella dice que no les tiene miedo pues está segura que les ganará en las presidenciales.
Esta última aseveración tiene dos problemas. La primera, es que en todos los sondeos Arce aparece en primer lugar bordeando el tercio de las preferencias y aventajando al siguiente aspirante (el ex presidente Carlos Mesa), al cual en la mayoría de los casos, le duplica en las intenciones de voto. En todas estas encuestas, salvo en una, Añez figura en tercer lugar y sin poder entrar a una posible segunda vuelta.
La segunda, es que el rol para lo cual ella fue ungida en la Presidencia fue para convocar elecciones limpias, pluralistas y trasparentes, pero ella ha decidido transformarse en candidata y ansía utilizar su cargo, que debería tratar de ser lo más neutral posible, como una tribuna para constantemente atacar al Movimiento Al Socialismo (MAS), al que pertenecen sus enemigos declarados Morales y Arce.
En este sentido, Añez no sigue el ejemplo del anterior presidente interino que tuvo Bolivia, quien fue Eduardo Rodríguez, quien desde el 9 de marzo del 2005 al 22 de enero del 2006, como jefe de la corte suprema boliviana, reemplazó a los dos presidentes que renunciaron a sus cargos (Gonzalo Sánchez de Losada y Carlos Mesa). El juez Rodríguez trató de mantenerse lo más equidistante posible de los candidatos en pugna a fin de pretender cumplir con su misión de garantizar unas elecciones imparciales.
ILEGITIMIDAD
Esto nos lleva a discutir acerca de la legitimidad de la actual Presidenta. Las razones por las cuales Añez llegó a Palacio Quemado son porque Evo Morales renunció a la Presidencia el 10 de noviembre debido a que se habían dado múltiples protestas tras las elecciones generales del 20 de octubre. Según la constitución un candidato gana en primera vuelta si supera con 10 puntos de ventaja a su más inmediato rival, condición que Morales cumplía según las cifras oficiales que le daban a él un 47.08% de los votos frente al 36.51% de su principal contrincante, Carlos Mesa.
Mientras la mayoría de los electores de Morales habían estado en el campo y en la diáspora, la oposición ganó en las grandes ciudades, en las cuales ésta empezó a promover grandes protestas, paralizaciones y bloqueos liderados por comités cívicos muy dominados por diversos gremios empresariales.
Primero fueron las comisarías policiales quienes fueron apuntalando a los manifestantes y finalmente el jefe del comando conjunto, el general Williams Kaliman Romero, de las FFAA invitó a Morales a dejar la Presidencia, ante lo cual él dijo que se le había impuesto un golpe militar. Morales no quiso organizar una huelga general o una resistencia para mantenerse en el poder y decidió renunciar el domingo 10 de noviembre. Tras él las otras 3 personas que podían sucederle en la Presidencia también renunciaron: el vicepresidente y las presidencias de los senadores y de los diputados. Todos estos cargos estaban en manos de su mismo partido, el MAS.
Ante ese vacío de poder que duró dos días, las fuerzas armadas y policiales se responsabilizaron del orden público, en tanto que la senadora Jeanine Añez reclamó que a ella le correspondía el cargo vacante.
La carta magna solo contempla en la línea de sucesión al vicepresidente, él o la Presidente del Senado y él o la Presidente de los diputados. Añez no era siquiera la primera vicepresidente de cualquiera de esas dos cámaras, sino la segunda vicepresidenta del Senado.
Añez insistió en ello pese a que un 70% de la Asamblea Legislativa estaba en su contra, pues Morales sigue contando con el aval de 86 de los 130 diputados y con el de 25 de los 36 senadores. Pese a ello, ella decidió proclamarse como la nueva Presidenta, algo que lo hizo desde el balcón del Palacio Quemado el 12 de noviembre dirigiéndose a una escasa multitud de apenas algunas decenas de seguidores en la plaza.
Horas antes decenas de miles de personas habían caminado más de una decena de kilómetros a La Paz desde la vecina ciudad El Alto para rechazar su postulación pues la consideraban una racista que según ellos llegó a rechazar a su bandera indígena (la wiphala) y a despreciar a los indígenas en muchas oportunidades.
Añez no desistió de sus propósitos y se aferró al cargo apuntalada por los altos mandos policiales y militares. En sus primeras semanas de gobierno llegó a sumar más manifestantes muertos a bala que días en el poder.
El argumento que daban los seguidores de la nueva mandataria es que no se podía tomar la carta magna a la letra y que en un caso excepcional como éste se imponía interpretar la constitución y permitir que la primera persona que no renuncie a su puesto dentro de las vicepresidencias del legislativo debía ser posesionada.
Un aval a ello lo dio el Tribunal Constitucional, el mismo al cual la oposición antes había denunciado de corrupto pues aceptó que Morales pudiese candidatear a un cuarto mandato, a pesar que la carta magna se lo impedía y un referendo le había rechazado.
Lo que inicialmente la oposición había cuestionado no era que el binomio Evo Morales – Álvaro García Linera había quedado primero en la primera vuelta del 20 de octubre, sino en que no había logrado la ventaja de más de 10 puntos ante Mesa para que se evite ir al balotaje.
Si esto era así lo que correspondía era ir a una segunda vuelta entre ambos, pero se terminó anulando todo el proceso. Además, parte de la responsabilidad de que Mesa no hubiese llegado a la ronda final lo tuvo el movimiento democrático social de Añez quien por apenas sacar 4% el 20 de octubre le impidió a Mesa lograr unos décimos de punto necesarios para poder calificar y entrar a la vuelta final.
SIN SEGUIR EL EJEMPLO DE RODRÍGUEZ
Añez llegaba al sillón presidencial con enormes cuestionamientos constitucionales y teniendo el respaldo de menos de un tercio del parlamento, en el cual debería apoyarse para gobernar.
Además, ella no era una persona muy conocida. Nunca había liderado ninguna gran movilización de masas. Su partido, los demócratas sociales, quedó en el último puesto dentro de los que entraron al parlamento en los comicios del 20 de octubre. Apenas bordean el 4% de los votos a nivel nacional. Añez, a su vez, tampoco fue reelecta al Legislativo (ni como titular ni como suplente).
A pesar de que los “demócratas sociales” se reclaman opuestos al autoritarismo de Morales, ellos han tomado el nombre y las ideas del mismo partido brasileño que llegó a ser el principal pilar de la dictadura militar de 1964-85.
Añez decidió que no iba a emular al anterior presidente interino que tuvo Bolivia. En vez de buscar mantener cierta distancia entre todos los candidatos, tal y cual lo hizo el juez Rodríguez, ella decidió concentrarse siempre en atacar a su principal rival (que es el MAS, el partido que sigue siendo el que cuenta con las mayores preferencias en los sondeos) y en dar un giro radical en la orientación del gobierno.
Mientras Morales buscaba integrar a ministros de la mayoría indígena de Bolivia, Añez en su primer gabinete solamente colocó a blancoides hispanos. Luego colocaría a una chola aimara-hablante de polleras en una cartera no estratégica. A fin de relegar a la wiphala de ser el segundo estandarte nacional ella empezó a colocarla en el mismo sitial de una bandera oriental. La política exterior cambió bruscamente. Añez retiró a Bolivia de la Alternativa Bolivariana de Nuestra América (ALBA) y de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), mientras que desconoció al gobierno venezolano de Nicolás Maduro y reconoció como mandatario de tal país a Juan Guaidó. A los intentos de dar paso a un Estado secular, laico y pluralista, ella insistía en transformar a la Biblia en un símbolo estatal, algo que también fue cuestionado por pastores y curas quienes no querían que su credo fuese malversado.
El nuevo gobierno impuso la militarización y amenazó con caracterizar a Morales como terrorista, a quien se le debe repatriar para ser encarcelado.
Finalmente Añez anunció que iba a postular para ser reelecta en el cargo. Con esto último se cuestiona su rol de presidenta interina, el cual consiste, precisamente, en supervisar un proceso electoral que no se parcialice con ninguna candidatura.
INCONSISTENCIAS
La oposición acusa a Añez de ser una dictadora y usurpadora. Paradójicamente, el MAS controla el 70% del parlamento con lo cual teóricamente podría pedir su revocatoria y que la presidencia recaiga en quien lidera al Senado.
De hecho en las democracias parlamentarias la jefatura del gobierno recae en quien sea capaz de lograr la mayoría parlamentaria. Esto es lo que pasa desde España hasta Israel y desde el Reino Unido hasta Italia.
No obstante, el MAS se ha negado a tomar ese rumbo. En sus cálculos está el impedir caer en una “provocación” que podría conducir a que las FFAA cierren el parlamento. Bajo el argumento de querer evitar un baño de sangre tampoco Morales llamó a sus bases a defenderlo frente al golpe que él denuncia que se le hizo en su contra.
Si el MAS se negó a pedir que se aplique la norma constitucional y que la presidencia del Senado asuma la presidencia interina cuando se podía sacar a las masas a las calles, ahora le va a ser más difícil optar por esa opción cuando la cuarentena que acaba de reforzarse impida marchas callejeras.
Sin embargo, la propia población ya ha empezado a organizar nuevas formas de protestas pese a la cuarentena militarizada. Estas incluyen petardazos, cacerolazos, bloques y marchas con distanciamiento social.
El actual gobierno boliviano muestra una gran inconsistencia pues su razón de ser era llamar a elecciones y rechazar el autoritarismo. Hoy, en cambio, se busca imponer una mandataria no electa que militariza la sociedad y que no quiere fijar una fecha para los comicios.
La mayor inconsistencia es la de EEUU y la Organización de Estados Americanos (OEA) que tanto le avala. En plena crisis del coronavirus Donald Trump ha amenazado con lanzar una invasión militar sobre Venezuela, país al cual le siguen impidiendo acceso a sus lingotes de oro en el Banco de Inglaterra y a sus decenas de miles de dólares en haberes en su petrolera requisada en EEUU.
En vez de coordinar con todos los gobiernos del mundo para hacer frente a la pandemia que ya ha hecho que EEUU sea la nación que tiene más contagiados del planeta, Trump insiste en sus bloqueos contra Cuba (pese a lo efectivo que son sus servicios de salud), Irán y Venezuela, mientras acentúa su guerra verbal y comercial contra China.
El gran argumento que da Trump contra Caracas es que su Presidente es ilegítimo pues una parte de la población no fue a votar, en tanto que Juan Guaidó, quien nunca participó en ninguna elección presidencial y que no tiene ninguna clase de control territorial en su propio país, debe ser reconocido como el único mandatario de dicha república.
Mientras Maduro reclama que él cumplió con la constitución de su país al convocar a elecciones en el primer mes que él pasó a ser presidente interino al reemplazar como vicepresidente al mandatario fallecido Hugo Chávez y que él se impuso con 2 de cada 3 votos emitidos, Añez nunca ha terciado en ninguna elección presidencial, no fue siquiera reelecta en el Senado, no tiene un mandato constitucional impecable para estar en la presidencia y ya viene estando en el puesto durante medio año sin que se avizore una fecha para los comicios.
Y, mientras tanto, todos los otros candidatos que denunciaron que Morales había hecho fraude al postularse para un cuarto mandato y para proclamarse triunfador el 20 de octubre, ahora no hacen mayores protestas frente a la ausencia de un calendario electoral.
Para los enemigos de Añez ella usa la pandemia para querer militarizar al país y perpetuarse en el poder, en tanto que ella ha demostrado un desprecio ante muchos bolivianos pobres que deba hacer frente al coronavirus. Una muestra de esto último ha sido cuando su gobierno ha impedido a la fuerza el regreso de cientos de trabajadores bolivianos eventuales que regresaban desde Chile hacia su país bajo el argumento de evitar contagios pero condenándolos a sobrevivir en el frío de las alturas apiñados en tiendas de campaña donde el COVID-19 se pudiese propagar más.
Los críticos al gobierno sostienen que a esos compatriotas había que haberlos dejado entrar pero dándoles facilidades para que sean reubicados en lugares donde puedan pasar por una cuarentena, tal y cual acontece en otras naciones, y que ese tipo de acciones estaba condenando a la muerte a sus propios connacionales.
De otra parte, los principales aliados internacionales de la presidenta son los dos principales mandatarios americanos, Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes han hecho que sus respectivos países sean los más infectados en sus propios continentes debido a que privilegiaron siempre la salud de la economía por encima de la de su población.
CONCLUSIONES
Hoy en las Américas no existe un gobierno más ilegitimo que el de Añez. Ella nunca fue electa ni participó en ninguna elección. Su partido apenas obtuvo 1 de cada 25 votos en los últimos comicios y ella ni siquiera fue reelecta al Congreso. Según la constitución ella no estaba en la línea de sucesión y tampoco gobierna basándose en el parlamento, el cual en un 70% le rechaza. En vez de organizar una segunda vuelta, ha llamado a nuevas elecciones generales, las cuales sigue postergando. Si su mandato como senadora terminó el 22 de enero ella ha extendido éste por varios meses y quiere seguir haciéndolo. Quien debiera haber estado en la Presidencia pocas semanas para supervisar elecciones ya lleva casi medio año en ese puesto y se niega a dar un calendario electoral. La Presidenta interina que debió haber organizado elecciones imparciales ahora es candidata y usa su puesto, en el que no fue electa ni por el pueblo ni por el Parlamento, para hacer campana y atacar a otros candidatos.
Hoy ha llegado al extremo de rechazar cualquier propuesta de dar un cronograma electoral. Dice que no quiere exponer a los bolivianos a que en unas horas vayan a sufragar pero formula un ambicioso y estratégico plan de largo alcance para generar cientos de miles de nuevos empleos en los cuales deban laborar 8 horas diarias en construcciones y obras sociales. No muestra ningún interés en querer llegar a un acuerdo entre todos los partidos para convocar a unas elecciones que siempre tiene un motivo para postergar. El único plan que ha mostrado en el fin de semana donde debieron haberse dado las elecciones generales es uno donde no se menciona un cambio de gobierno sino un ambicioso programa de gobierno de larga duración. Y, ate todo esto, los EEUU., sus aliados y la OEA no dicen nada.