Entrar y salir de Bani es un caos. (Es más fácil llegar que salir. Y viceversa).
Para visitar Bani, desde Santo Domingo, hay que atravesar el infierno de la Isabel Aguiar con Luperón, que se ha convertido en un mercado de purgas, donde los conductores y transeúntes, no respetan ninguna norma. 30 minutos después, a una velocidad prudente, está en “Paya”, muy próximo a la entrada de la “capital” de la provincia, que es otro infierno gracias a las calles polvorientas, llenas de hoyos, basura, barres y colmadones, con motocicletas que van y vienen de un lado a otro sin respetar semáforos, policías, personas, etc.
¡Es el demonio que anda suelto en Baní!
Llegar a la provincia Peravia, fundada no en 1944 durante la tiranía de Trujillo con el nombre, por breve tiempo, de su padre, José Trujillo Valdez, es fácil después de cruzar el peaje de la carretera Seis de Noviembre. Salir del pueblo es casi una tragedia debido al caos del tránsito en toda la ciudad, principalmente en la vía para continuar hacia Azua, haciendo una parada técnica en el Parador Cruce de Ocoa, y siguiendo hacia los demás pueblos del Sur hasta lo más profundo, Pedernales o Jimaní.
La provincia Peravia, que hasta el 2002 incluía San José de Ocoa, tiene poco menos de 200 mil habitantes, incluyendo sus municipios y distritos. Es gente buena, trabajadora y emprendedora digna de mejor suerte. No obstante, es una comarca pobre; sin agua potable, energía, escuelas y hospitales suficientes para todos.
En tiempos de campaña electoral los políticos prometen reparación de calles y aceras, agua potable en todos los hogares al igual que energía eléctrica y educación. Centros de trabajos, etc., pero no cumplen. Por desgracia la población es muy pacífica. No se levanta para luchar como en otros pueblos por sus derechos.
Una obra tan importante como “La Circunvalación” ha sido prometida una y otra vez. No se incluye en el presupuesto, y cuando el gobierno lo hace, no la construye. Los propios banilejos no se ponen de acuerdo en cómo ni por donde hacerla.
La provincia tiene unas autoridades indolentes, preocupadas únicamente por su bienestar mientras el pueblo se empobrece cada día más. El alcalde, Chacho Landestoy, que tiene varios periodos, descuidó sus labores hace años. El más limpio de los pueblos del Sur y del país ahora es uno de los más sucios y arrabalizados. Parece una pocilga. El senador, que apenas sabe leer y escribir, es el dueño del pueblo, junto a su “esposa”, la gobernadora. Los jefes militares y policiales están a las órdenes del senador Wilton Guerrero.
La provincia Peravia, que hasta hace unos años era tranquila, con un bajo índice de violencia, hoy es insegura gracias al narcotráfico, robos, asaltos, atracos y asesinatos a cualquier hora del día y la noche, sin que las autoridades hagan su trabajo. ¡Bani parece tierra de nadie!
Los banilejos y banilejas de todos los extractos sociales tienen que hacer conciencia de su realidad como pueblo y reclamar, del modo que sea necesario, las obras prioritarias para su desarrollo. Bani no precisa de una “visita sorpresa” del presidente; requiere de inversiones millonarias del Estado.
En el año 2020 la población tiene la gran oportunidad de ejercer el poder a través del voto cambiando a sus actuales autoridades nacionales y provinciales. No más Chacho, no más Wilton, no más doña Nelly. ¡Bani necesita un cambio!