En Puerto Rico, la educación pública enfrenta una crisis alarmante. Los últimos informes revelan que solo el 32% de los niños en las escuelas públicas están alcanzando niveles aceptables en materias clave como lectura, matemáticas y ciencias. Esta estadística es inaceptable y debería ser una llamada de atención para todos nosotros. Si el Departamento de Educación Pública fuera un hospital, estaría lidiando con una tasa de mortalidad inaceptablemente alta. Si fuera una empresa de construcción, todos sus edificios se habrían derrumbado. Entonces, ¿por qué toleramos esta vergonzosa deficiencia en la agencia con más recursos de la isla?
Es hora de reevaluar nuestro enfoque en la educación y buscar soluciones reales. La educación debe ser interactiva, interesante y adaptada a las necesidades de nuestros estudiantes. Debería inspirar el amor por el aprendizaje, no ser una carga tediosa. Debemos mirar más allá del antiguo modelo industrial que mantiene a nuestros estudiantes atrapados en un currículo desactualizado e irrelevante.
La educación no debería ser como ensamblar piezas de un automóvil en una cadena de montaje. En cambio, debería ser un lugar donde los estudiantes tengan acceso a la información de manera moderna, a través de tecnología actualizada. No podemos seguir utilizando métodos de enseñanza que se asemejan al siglo XVIII, con papel, lápiz y libros obsoletos.
Mirando a países como Finlandia, Estonia y Singapur, podemos ver ejemplos de sistemas educativos que se enfocan en la enseñanza y el aprendizaje. Han eliminado la burocracia innecesaria y han automatizado los procesos administrativos. También han enseñado a las personas a utilizar servicios digitales de manera efectiva.
Es esencial impulsar una reforma profunda en nuestro sistema educativo. Debemos redirigir los recursos hacia las escuelas, en lugar de gastar la mayoría del dinero en puestos administrativos que no contribuyen directamente a la enseñanza. Los directores de escuela deben dedicar la mayor parte de su tiempo a cuestiones académicas, no a la gestión burocrática.
Además, debemos reconsiderar la presencia de psicólogos en las escuelas. Si bien la salud mental es crucial, los recursos destinados a la educación deben centrarse en la enseñanza. Los servicios de psicología deben ser trasladados al Departamento de la Familia, donde puedan ser gestionados de manera más eficiente.
Una parte fundamental de la reforma es la eliminación de las oficinas centrales en San Juan del Departamento de Educación. Esto eliminará la redundancia y permitirá que los recursos fluyan directamente hacia las escuelas, basados en la población estudiantil. Aquellos empleados que se queden sin trabajo deben ser reubicados en otras agencias gubernamentales donde puedan contribuir de manera significativa.
La educación es la llave maestra para el progreso de nuestra sociedad. No podemos permitirnos seguir con un sistema que está fallando a nuestros niños. La reforma es esencial para elevar ese lamentable 32% de aprovechamiento y brindar a nuestros estudiantes las herramientas que necesitan para un futuro mejor. La responsabilidad recae en todos nosotros, desde padres y maestros hasta líderes políticos y la sociedad en su conjunto. Es hora de actuar con determinación y compromiso hacia un sistema educativo más eficiente y efectivo en Puerto Rico.
Referencias:
