Estrés, depresión y problemas ginecológicos son algunas de las consecuencias de la violencia física y sexual, un problema que afecta al 35 % de las mujeres del mundo.
“La violencia sexual, específicamente, genera problemas muy serios de salud en general y mental en particular”, dijo a Efe el doctor José Guillermo González, jefe del departamento de Enseñanza y Capacitación del Instituto Jalisciense de Salud Mental.
Debido a que esta situación tienen consecuencias muy importantes para quien la padece es considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un problema de salud pública.
González indicó que, tras un caso de violencia sexual, las víctimas generan una reacción de ajuste -la primera reacción psicológica que tiene la mente frente a la violación- con síntomas que van desde la ansiedad hasta psicóticos.
Estos últimos provocan que se “priven de la realidad” lo que causa una grave dificultad para comunicar, durante las primeras horas, el acto de violencia que sufrieron.
Después de unos dos días de cometerse la violación, ocurren reacciones de estrés agudo. Las víctimas generan un estado “hiperalerta” en el que evitan lugares, situaciones o personas que les podrían evocar el evento traumático.
Después del primer mes del evento hasta los seis meses, las víctimas pueden presentar las dos reacciones más comunes en personas que han recibido violencia sexual: un estado de estrés postraumático y depresión que tiende a ser crónica.
El doctor González estimó que, aproximadamente, el 85% de los casos de violencia sexual son originados por una persona conocida por la víctima “que está en su ambiente, en el vecindario, en el trabajo o en la escuela, incluso su pareja”, dijo.
Por ello, tras la violación sexual por parte de una persona cercana las víctimas dudan sobre cómo actuar frente a su agresor y frente a su propio cuerpo, lo que dificulta que tomen medidas de emergencia para prevenir un futuro embarazo.
Según González, las mujeres embarazadas a causa de violencia sexual tienden a desarrollar reacciones de tipo depresivo a largo plazo y rechazo hacia el producto.
La OMS en el documento “Comprender y abordar la violencia contra las mujeres” señala que “las víctimas de violencia sexual presentan tasas mayores de problemas ginecológicos que otras mujeres”.
Por ejemplo, pueden sufrir infecciones vaginales, dolor durante las relaciones sexuales, dolor pélvico crónico o infecciones de las vías urinarias.
Además “las niñas y las mujeres soportan la carga más abrumadora de traumatismos y enfermedades resultantes de la violencia y coacción sexual”.
Lo anterior debido a que son “vulnerables a consecuencias de salud sexual y reproductiva” como embarazos no deseados, abortos inseguros e infecciones de transmisión sexual, incluido VIH, durante el coito vaginal, señala la OMS.
Es decir, “tenemos mujeres jóvenes, con un perfil de alta fertilidad y que, en la mayoría de los casos, están siendo objeto de abuso sexual por parte de amigos, conocidos, parejas o exparejas” abundó González.
Añadió que el acoso sexual, aunque no genera con “tanta facilidad” estrés agudo y postraumático, también da lugar a reacciones de ansiedad, depresión y crisis de angustia que se agravian con la permanencia en el espacio de hostigamiento.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de los 46,5 millones de mujeres mexicanas mayores de 15 años de edad, 66,1% (30.7 millones) ha enfrentado algún tipo de violencia alguna vez en su vida.
Las cifras sobre violencia contra mujeres pueden reducirse con una sociedad “más igualitaria, menos polarizada, sexualizada y estigmatizante”, finalizó el doctor José Guillermo González, ya que ello supondría “un respeto a los derechos humanos y a las condiciones de género dentro de la sociedad”.