Para recargar saldo, por favor… –pegunté al vigilante del centro médico en donde me encontraba aquel martes por la mañana-. Siga el pasillo a mano derecha –contestó-, verá a una señora de contextura gruesa, dentro del consultorio de medicina nuclear; ella, es quien se dedica a eso aquí.
La mujer descrita, quien vestía cierto uniforme acorde a su ocupación interna, enseguida anticipó:
- Buen día, ¿en qué puedo ayudarlo?
- ¿Es aquí donde recargan saldo? –cuestioné confundido, dudando de las indicaciones impartidas por el oficial de seguridad-. Asintió con sonrisa tímida, como de quien aún no consigue alternar automáticamente las funciones de un oficio con otro.
A mi lado, aguardaba por su turno una paciente cuyo síndrome evidenciaba una protuberancia muy sobresaliente de un solo lado del rostro, tan llamativo o más, que los ojos saltones del pequeño Gabriel, producto de la exoftalmia que éste padecía; y a quienes todos los presentes, sin preferencia ni disimulo, les observaban fijamente.
Mi confusión se hacía tan grande como aquel “chorrito”, el de la fuente. Enseguida opté por plantearme: la primera falla pudo haberse originado en la Universidad, al no incorporarse materias de comercio telefónico, electrónico y sus derivados en el pensum de la escuela de Enfermería –sin perjuicio de no poderse cubrir, académicamente, el variado mercado de “rebusques” al que todo egresado universitario, hoy día, se ve obligado a acceder; y la segunda, en la medicina nacional, por la no implementación de vacunas “antiimprudencia” para todos aquellos que sufren de lo que yo llamaría I.I.V. (Inoportuna Incontinencia Visual).
Nos hemos convertido en profesionales a medio tiempo para dedicarnos, la mitad restante, a algún oficio que llene nuestros estómagos de algo más que cólicos, mientras nos balanceamos por la vida con el precepto: “Honeste vivere” (vivir honestamente) del destacado jurista romano de apellido Ulpiano.
¿En qué momento nos fue secuestrado el derecho a continuar donde pertenecemos, trabajar de lo que sabemos y ganar lo que merecemos? sin tener, la Licenciada Carmela, que intercalar “los suiches” de competencias, para poder distinguir a clientes de pacientes, durante un maratón a toda velocidad, el cual culmina con una mente colapsada al final de cada jornada, mientras le son arrebatadas las reservas energéticas que podrían ser destinadas para la evolución competencial de esa noble guerrera; y sin yo tener que toparme, además, con el monitor de su computadora, el cual indicaba “envío satisfactorio” respecto a su hoja de vida, con un fondo membretado en la bandera de otro tricolor nacional.
¿Cuál es el monto que desea pagar? –Agregó de inmediato, interrumpiendo mi desconcierto-. Le contestaré, Licenciada, pero agote mi duda primero: ¿Cómo debe pagarse esto?, ¿en Bolívares o en años? Tan solo dígame…
Zaki Banna / @ZakiBanna