Por Olga Capellán |
En la República Dominicana actualmente se discute con gran atención sobre la escogencia del nuevo incumbente a dirigir la Junta Central Electoral
(JCE) y para ello se han presentado una gamma de aspirantes de diversas ideologías y sectores de la sociedad civil, que responden a numerosas tendencias políticas nacionales, y otros que dicen ser independientes.
La democracia en el país no debe perecer, es por ello que en la JCE se debe mantener la mayor transparencia posible para así no dar sospecha tendenciosa, pero dicifícilmente se logre esto, debido a la lucha política de todos los partidos existentes por el control del organismo electoral, quienes de no poder influenciar en ella, al menos esperan la neutralidad en cada accionar de dicha institución.
Pero esto se hace imposible de lograr, ya que siempre se impone la mayoría política porque los partidos gobernantes entienden tener derecho suficiente para aplastar a todo tipo de minoría y la supremacía para mantenerse en el poder gubernamental, y es que la Junta Central Electoral ha sido y siempre será sospechosa de favorecer a determinados sectores políticos porque de hecho es hacedora de los gobernantes, porque en muchas ocasiones ha usurpado la voluntad popular.
Difícilmente pueda pasar un aspirante que se encuentre en la posición neutra, a menos que no sea escogido por la sociedad civil y los grupos religiosos independientes, los organismos escogientes en esta ocasión tienen la oportunidad de devolver la confianza perdida en la institución electoral al pueblo dominicano, si actúan democráticamente y de una manera diáfana como debería ser en cada país del mundo, pero dicha decisión se encuentra en mano de un puñado de hombres y mujeres de tendencia política conocida.
Se han hecho un sin número de consultas a través del senado de la república con la finalidad de determinar quiénes de los aspirantes a dirigir la JCE posee las condiciones requeridas para optar por el cargo, sin embargo han sido muchas las críticas debido a que dichas consultas no conllevan más de unos 15 minutos por candidato, tiempo que se hace imposible valorar y determinar el estado de situación de cada uno de ellos, su capacidad, meritos, condición emocional y vocación por el cargo.
Pero las criticas no solo han sido por el poco espacio de tiempo dedicado a las consultas de los posibles presidentes del organismo electoral, sino también porque de hecho el senado de la república responde en mayoría absoluta al partido gobernante, razón por la cual muchos sectores temen su inclinación a elegir a un presidente que también responda al partido de gobierno, cuando el mismo debe ser independiente y neutral, solo apegado a los reglamentos electorales por los cuales se rige dicha institución.
Son muchos los nombres que se han barajados como posibles ocupantes de la plaza dejada en libertad por el Dr. Roberto Rosario Márquez, entre los que podemos señalar al Dr. Subero Issa, el Dr. Antoliano Peralta Romero, así como también los honorables señores: Nelson Rudys Castillo Ogando, John Guiliani Valenzuela, Ramón Jáquez Liranzo y José Manuel Hernández Peguero, este último actual juez del Tribunal Superior Electoral (TSE) y el propio Roberto Rosario Márquez, entre otros.
Es una situación difícil para el organismo electoral dominicano, dada la lucha de intereses existente actualmente en el país, porque muchos entienden que el partido que tiene el favor del presidente de la JCE, posee la mayor posibilidad de escalar para ocupar la silla de alfileres en el Palacio Nacional, en cualquier contienda a celebrarse para tales fines.
Todas las escogencias de importancia en República Dominicana tienen sus dificultades, tal fue el caso del arzobispo de Santo Domingo, cuando surgió la vacante dejada por monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez, pero gracias a que el mismo no era de competencia de ningún organismo dominicano, fue así como el Vaticano en la persona del Papa Francisco, decidió escoger a quien supuso es el mejor, siendo así como se escogió a Monseñor Francisco Ozoria Acosta, a así lo hizo, sin dolor ni espera y sin la participación de voces interventoras de ninguna tendencia.
Pero la Junta Central Electoral, por sus complicaciones merece tener como presidente una persona de la categoría del Arzobispo Ozoria Acosta, independiente, serio, decidido, y sobre todo querido entre los católicos y todo el pueblo dominicano.
La JCE necesita una persona ecuánime, sensata y, que sepa administrar los miles de millones que se le asignan del presupuesto nacional, con equidad, respeto a las instituciones y sin discriminación a las organizaciones políticas por más pequeñas que sean, que sepa defender la soberanía nacional y que no ponga en peligro las relaciones bilaterales con ningún país del mundo, aunque este sienta diferencia personales.
El Dr. Roberto Rosario, por su parte pretende continuar dirigiendo la institución, pero no goza de la simpatía y confianza de los partidos políticos opositores, ni tampoco de la sociedad civil, razón por el cual debe apartarse para darle oportunidad a una escogencia diáfana y democrática para que no perturbe los procesos eleccionarios subsiguientes.
De igual manera sería conveniente una elección de los demás miembros de la JCE y los jueces del Tribunal Superior Electoral alejados de la influencia partidista y así evitar la desmoralización, no sólo de las organizaciones políticas, sino también de todo el pueblo en general, que ya no confía en ningunos de estos organismos.