Washington.- Melania Trump llegó con su marido, el presidente Donald Trump, a la Casa Blanca el pasado 20 de enero, pero en sus primeros 100 días como primera dama de EE.UU. apenas la ha vuelto a pisar, sigue viviendo en Nueva York con su hijo y sus apariciones públicas han sido muy escasas y protocolarias.
Tampoco se anticipa que vaya a ser una primera dama muy activa cuando se mude a la residencia presidencial ubicada en la avenida Pensilvania de Washington, algo que piensa hacer cuando Barron, su único hijo, termine el actual curso escolar.
La exmodelo eslovena, que esta semana ha cumplido 47 años, “es aparentemente una persona muy privada que no tiene mucho interés en la política”, comenta a Efe Katherine Jellison, de la Universidad de Ohio y especialista en estudios sobre las primeras damas de Estados Unidos.
“Mi sensación es que seguirá siendo una primera dama de perfil bajo incluso después de mudarse a la Casa Blanca”, agregó Jellison.
Myra Gutin, profesora de la Universidad Rider y experta en el papel de las primeras damas en EE.UU., dice a Efe que también duda de que Melania Trump tenga un rol “activo” en el futuro en la Casa Blanca si se compara con lo que hicieron predecesoras como Michelle Obama o Laura Bush.
En sus primeros 100 días como primera dama, el acto más significativo en el que ha participado se celebró a finales de marzo en el Departamento de Estado, donde Melania Trump prometió que EE.UU. estará “vigilando” a aquellas naciones que no hagan lo suficiente para proteger los derechos de las mujeres y luchar contra la violencia de género.
Fue durante una gala para reconocer la labor de trece “mujeres valientes” de diferentes países y allí, con un elegante vestido blanco, la esposa de Trump pronunció un discurso de apenas diez minutos.
Sus otras escasas apariciones sin su marido han incluido una visita en febrero al Museo de Historia y Cultura Afroamericana de Washington junto a Sara Netanyahu, la esposa del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y un encuentro con niños en un hospital de Nueva York, donde leyó a los pequeños un libro del Dr. Seuss.
En compañía del presidente sí se ha dejado ver en más ocasiones, recientemente en la tradicional carrera de huevos de Pascua en la Casa Blanca, visitando a soldados heridos en un hospital militar a las afueras de Washington, en el reconocimiento al Maestro del Año o en el recibimiento al presidente argentino, Mauricio Macri, y su esposa, Juliana Awada.
Además, normalmente Melania se ha desplazado a Mar-a-Lago (Florida) cuando el presidente ha decidido pasar el fin de semana en la mansión que tiene allí y que ya es conocida como “la Casa Blanca de invierno”.
Cada vez que la exmodelo se deja ver, su estilo es el centro de las miradas y comentarios.
Para el día de la investidura, Melania Trump optó por un vestido clásico azul cielo de Ralph Lauren que le deparó halagos y comparaciones con el glamour de Jacqueline Kennedy, frente al poco acierto de esta semana en la recepción al matrimonio Macri, en la que llevó un traje de falda verde militar con bolsillos nada favorecedores en la chaqueta.
De negro y con el pelo suelto acudió a presenciar desde el palco el primer discurso de su marido ante el Congreso y así aparece también en su primer retrato fotográfico oficial, publicado en la web de la Casa Blanca este mes junto a una breve biografía.
Melania Trump “se preocupa profundamente por los asuntos que afectan a las mujeres y los niños, y ha centrado su plataforma como primera dama en el problema del acoso cibernético entre nuestros jóvenes”, resume esa biografía.
Gutin recuerda a Efe que, durante la campaña electoral, Melania ya anticipó que estaba “interesada” en combatir el acoso cibernético y asegura que ese asunto es el único en el que la ve “aconsejando al presidente” una vez se mude a la Casa Blanca.
Cuando eso ocurra, Melania Trump asistirá a eventos públicos de diverso tipo “con más frecuencia, pero no la veo dando muchos discursos o ese tipo de cosas”, vaticina Jellison.
Esta experta de la Universidad de Ohio tampoco visualiza a la primera dama aconsejando o discrepando con su marido sobre temas políticos, aunque sí dándole recomendaciones “en términos de estilo”, como que no tuitee tanto o recuerde ponerse la mano sobre el corazón al escuchar el himno estadounidense.