Asediado en la Casa Blanca por los escándalos, el presidente Donald Trump ha dado pábulo a un susurro que recorre Washington: la posibilidad de que se vea forzado a transferir el poder a su vicepresidente, Mike Pence.
La presidencia de Trump, que sólo lleva cuatro meses al frente del país, parece vivir en un estado de crisis permanente en las dos últimas semanas, desde que el mandatario fulminó el pasado 9 de mayo a James Comey como director del Buró Federal de Investigación (FBI).
El inesperado cese desató una tormenta política porque Comey encabezaba una investigación sobre la supuesta injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016 y los supuestos lazos de la campaña de Trump con el Kremlin.
El despido antecedió a un aluvión de filtraciones periodísticas que pusieron contra las cuerdas al presidente republicano.
Una información de “The New York Times” indicaba, citando un memorando de Comey, que Trump le había presionado para dejar de investigar a su exasesor de seguridad nacional Michael Flynn, quien dimitió en febrero por ocultar sus contactos con funcionarios rusos.
Y otra de “The Washington Post” aseguraba que el multimillonario neoyorquino compartió información secreta con el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, en su reciente reunión en la Casa Blanca.
Trump denunció ser víctima de una “caza de brujas” antes de embarcarse este viernes en su primera gira internacional, después de que el Departamento de Justicia informase de la designación de un “fiscal especial” como supervisor de la investigación rusa.
A la luz de los escándalos, algunos legisladores de la oposición demócrata se han apresurado a pedir la activación de un proceso de destitución (“impeachment”) de Trump en el Congreso de EEUU, controlado, para su desazón, por los republicanos.
Aunque aún suena a ciencia-ficción política la posibilidad de que el gobernante dimita o sea destituido por la trama rusa, conocida ya como “Rusiagate”, el susurro de dos palabras, “presidente Pence”, ha cobrado fuerza en la capital estadounidense.
“Si lo que (“The New York Times”) reportó es cierto, Pence está probablemente ensayando”, declaró esta semana al diario “Politico” un congresista republicano, que pidió el anonimato.
Conviene recordar que, en caso de que el “Rusiagate” acabara tumbando a Donald Trump, el vicepresidente asumiría el poder por mandato constitucional, una eventualidad que abrazan algunos analistas conservadores, como Erick Erickson.
“Los republicanos, que, por instinto, defienden las heridas autoinfligidas de este presidente, no tienen necesidad de él con Mike Pence entre bastidores”, escribió Erickson este miércoles en su blog.
El propio vicepresidente ha alentado el murmullo del “presidente Pence” al lanzar esta semana un comité de acción política (PAC) con el fin de impulsar sus intereses y ayudar a los candidatos republicanos en las elecciones legislativas de 2018.
Se trata de un gesto inusual para un vicepresidente, que en circunstancias normales usaría fondos de su partido o campaña para cubrir, por ejemplo, gastos de viaje.
Fuentes próximas a Pence han negado que el PAC, denominado “Comité de los grandes EEUU”, constituya un primer paso para competir por la Casa Blanca en los comicios de 2020.
Uno de los secretos peor guardados en Washington es quizás que muchos republicanos prefieren en el Despacho Oval a Pence, un exlegislador del ala tradicional del partido que conoce al dedillo el Congreso, frente al impredecible Trump, un novato en política.
De puertas afuera, no obstante, la consigna de la dirección del Partido Republicano pasa, de momento, por cerrar filas en torno al magnate, como demostró el pasado jueves el presidente de la Cámara de Representantes de EEUU, Paul Ryan.
“No le voy a dar credibilidad a eso. Ni siquiera tiene sentido hacer un comentario sobre eso”, respondió Ryan a una pregunta de un periodista sobre los republicanos que apoyan, en privado, la idea de un “presidente Pence”.
En medio del ruido mediático de los escándalos ha sorprendido esta semana el relativo silencio del vicepresidente, quien se ha mantenido fuera de la línea de fuego del “Rusiagate”, aunque sus colaboradores arguyen que estuvo ocupado en la preparación de una serie de discursos para promover el programa legislativo de Trump.
Un asesor de Pence declaró este jueves a la cadena CNN que el vicepresidente continuará siendo un “soldado leal” al mandatario, si bien “parece cansado” de sus interminables polémicas.