WASHINGTON (AP) — La realidad está alcanzando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Horas después de que el republicano desestimara los reportes de que colaboradores de su campaña estaban siendo investigados por conspirar con Rusia calificándolos de “noticias falsas”, el director del FBI, James Comey, confirmó que la pesquisa existe.
El máximo responsable del FBI insistió repetidamente además en que no hay pruebas que respalden la denuncia de Trump de que su antecesor pinchó los teléfonos de su rascacielos en Nueva York.
Y el almirante Michael Rogers, director de la Agencia Nacional de Seguridad, desmontó el informe sobre la ayuda de Gran Bretaña al expresidente Barack Obama para el supuesto espionaje. La Casa Blanca se había referido al reporte en un intento de reforzar el caso del dirigente.
En conjunto, las revelaciones efectuadas durante la larga audiencia del lunes ante el comité de inteligencia de la Cámara, equivalieron a un extraordinario revés para el presidente, cuyas explosivas acusaciones y ataques en Twitter sucumbieron rápidamente ante el peso de los testimonios bajo juramento de algunos de los máximos responsables de seguridad de la nación.
Muchos de los defensores más acérrimos de Trump no habrán cambiado de opinión tras el espectáculo del lunes. Sin embargo, su credibilidad y posición de aliado confiable para sus compañeros republicanos en el Congreso está menos segura. Incluso aunque sus asesores queden exculpados en la investigación sobre Rusia, como la Casa Blanca insiste que ocurrirá, la pesquisa podría cernerse sobre su presidencia durante meses o incluso años, distrayendo la atención de la ambiciosa agenda doméstica que prometió poner en marcha.
Esta realidad quedó bastante clara el lunes. La mayoría de los canales noticiosos optaron por emitir el testimonio de cinco horas de Comey y Rogers en vivo en lugar de la primera sesión en el Congreso de Neil Gorsuch, el elogiado candidato de Trump para la Corte Suprema. Las vistas sobre Rusia se producen mientras Trump intenta vender su reforma sanitaria a los republicanos más reticentes, una acción legislativa con implicaciones en el largo plazo para la relación entre el dirigente y su propio partido.
La posición política del presidente ya era débil antes de la comparecencia pública, la primera de las varias que celebrarán los comités de inteligencia de la Cámara de Representantes y del Senado. Su índice de aprobación cayó al 39%, según una nueva encuesta Gallup, un 6% menos que la semana anterior.
Desde hace tiempo, las preguntas sobre sus vínculos con Moscú acechan a Trump ante su postura amistosa hacia el Kremlin y la curiosa red de contactos de sus asesores con Rusia. La Casa Blanca insiste en que la campaña no se coordinó con Rusia en el hackeo a grupos demócratas durante las elecciones y califica la creciente polémica de poco más que una caza de brujas política.
Sin embargo, las vistas del lunes dejaron a la Casa Blanca buscando pretextos, aunque no fueron del todo convincentes.
El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, lanzó una serie de argumentos confusos durante su conferencia de prensa diaria. Elogió las declaraciones de legisladores y funcionarios del gobierno de Obama sobre la falta de pruebas de connivencia entre los asesores de Trump y Rusia. Pero rechazó declaraciones casi idénticas de algunos de esos mismos responsables con respecto a las denuncias de espionaje de Trump, señalando que era muy pronto en las investigaciones para sacar conclusiones.
En un momento especialmente sorprendente, Spicer afirmó que uno de los señalados, Paul Manafort, tuvo un “papel muy limitado” en las elecciones de 2016. De hecho, Manafort fue contratado en marzo como responsable de convenciones de Trump y ascendió a director de campaña en mayo. El secretario de prensa describió también al asesor de política exterior Michael Flynn como un simple “voluntario”. Flynn viajó frecuentemente con el presidente, ofreció un discurso de alto perfil en la Convención Nacional Republicana y fungió como su primer asesor en seguridad nacional.
Tanto Manafort como Flynn fueron cesados por Trump tras hacerse públicos sus vínculos con Rusia.
Manafort abandonó la campaña en agosto, cuando los reportes sobre sus relaciones comerciales con oligarcas ucranianos prorrusos se convirtieron en una carga política. Flynn fue despedido en febrero tras informar erróneamente a funcionarios sobre sus contactos con el embajador ruso en Estados Unidos.
Los dos están además entre los asesores de Trump investigados por sus posibles contactos con Rusia durante las elecciones. El comité de inteligencia del Senado pidió además a Roger Stone — asesor desde hace años de Trump — y a Carter Page — un banquero de inversión que fue asesor de política internacional durante un breve espacio de tiempo en campaña — que conserven documentos relacionados con las pesquisas.
La Casa Blanca, con el respaldo de algunos legisladores republicanos, dice que la polémica real está en cómo se hizo pública la investigación a los colaboradores de Trump. Sostienen que los responsables deben abalizar quién filtró la información clasificada.
Trump intentó pasar a la ofensiva en mitad de la comparecencia en el Capitolio publicando una serie de tuits desde su cuenta oficial de la Casa Blanca, incluyendo uno que parecía culpar al gobierno de Obama de filtrar detalles de los contactos de Flynn con el diplomático ruso. Otro de los mensajes dijo, de forma errónea, que Comey y Rogers dijeron a los legisladores que Rusia “no influyó” en el proceso electoral.
En un episodio de verificación de datos en tiempo real, el director del FBI dejó claro que esa no era una declaración que él hubiese hecho.
“No tenemos ninguna información sobre ese tema”, apuntó.
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Julie Pace cubre información política y de la Casa Blanca para The Associated Press desde 2007.