De nuevo a la defensiva, Donald Trump atribuyó el escándalo por sus declaraciones sobre el derecho constitucional a usar armas, a los medios y a una mala interpretación. El candidato republicano afirmó que nunca había llamado a la violencia contra Hillary Clinton, un argumento que no detuvo la reacción demócrata.
La última controversia en torno a la campaña de Trump comenzó, como ocurre con frecuencia, por un comentario improvisado en un agitado mitin. Tras afirmar falsamente que Clinton quiere revocar el derecho a la propiedad de armas, la Segunda Enmienda constitucional, Trump dijo que si la demócrata es elegida, no habrá “nada que puedan hacer” para evitar que llene el Tribunal Supremo de jueces contrarios a la libertad de armas.
Después, añadió un ambiguo comentario: “Aunque la gente que apoya la Segunda Enmienda… quizá sí haya algo qué hacer, no lo sé. Pero les diré algo. Ese será un día horrible”.
¿Estaba sugiriendo Trump que los propietarios de armas se tomen la justicia por su mano si Clinton llega a la Casa Blanca? ¿O únicamente reflexionaba sobre la indiscutible y poderosa influencia de los defensores de las armas?
Como en muchas otras ocasiones, los partidarios y rivales de Trump interpretaron sus comentarios de formas totalmente diferentes.
“Seamos serios por favor”, dijo Trump horas más tarde, insistiendo en que se refería al poder de los votantes. “No puede haber otra interpretación”, dijo a Fox News.
Sin embargo, los demócratas vieron —y aprovecharon— una oportunidad para reforzar la idea de que Trump no es capaz de controlar las cosas que dice, mucho menos las decisiones que tomaría si alcanzara la presidencia.
“Sinceramente, de verdad no podía creerme que lo hubiera dicho”, comentó Tim Kaine, candidato demócrata a la vicepresidencia. “Nadie que aspire a una posición de liderazgo, especialmente la presidencia, el liderazgo del país, debería hacer nada para consentir la violencia, y eso es lo que estaba diciendo”.
Para el martes por la noche, la campaña de Clinton estaba aprovechando la polémica para recaudar fondos, pidiendo a sus partidarios por correo electrónico que aportaran un dólar para “demostrar que en Estados Unidos no toleramos esta clase de política”. También el equipo de Trump utilizó la controversia para reforzar un argumento que han presentado a los votantes: que los medios tratan injustamente a un desfavorecido Trump.
“Se creerán cualquier frase, cualquier distorsión y vuelta que planteen los Clinton”, dijo el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, un ferviente defensor de Trump.
Pero el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, que el miércoles celebraba su victoria en las primarias republicanas de Wisconsin, dijo: “suena como una broma que salió mal. Espero que aclaren esto muy rápido. Uno nunca debe bromear sobre algo como eso”.
La polémica hizo sombra de inmediato al tema en el que quería centrarse la campaña de Trump: el plan económico que presentó el día anterior y que está promocionando con una serie de actos en los estados más disputados para las generales.
El tema también subraya la preocupación, expresada por muchos republicanos preocupados, de que el magnate no sea capaz de comportarse y evitar comentarios provocadores que ponen en peligro no sólo su carrera a la Casa Blanca, sino las posibilidades de reelección de muchos legisladores republicanos.
Para Trump, la próxima oportunidad de volver a temas más positivos llegaba el miércoles con dos mítines en Abington, Virginia, y Fort Lauderdale, Florida. Clinton, que acaba de completar su propia visita a Florida, tenía previsto pasar el día en el disputado estado de Iowa, donde visitaría una tienda de camisetas en Des Moines y celebraría un mitin.
En un primer momento no estaba claro si el último desliz de Trump seguiría persiguiéndole o si, como muchos otros en el pasado, se desvanecería con rapidez. En Ohio, un estado por el que compiten los dos candidatos, las declaraciones de Trump fueron mal recibidas por algunos de los encuestados en un grupo seleccionado de votantes de Ohio.
“Quizá lo entendí mal, pero suena como que básicamente dijo que la maten”, dijo Julie B, administrativa en una oficina, casada y con dos hijos, que sólo se identificó por su nombre y su primera inicial.
La aparente ruptura de las normas políticas por parte de Trump —los candidatos no suelen pedir que se cause daño físico a sus rivales— era especialmente llamativa porque la posición que estaba criticando ni siquiera es una opinión que tenga Clinton. A diferencia de lo que dijo Trump, Clinton ha convertido su apoyo por la Segunda Enmienda en una pieza clave de su discurso habitual de campaña, aunque sí está a favor de establecer medidas más estrictas de control de armas.
“No estoy aquí para quitarles las armas”, dijo en su discurso ante la Convención Nacional Demócrata. “Simplemente no quiero que les dispare alguien que no debería tener un arma en primer lugar”.
Trump sí que intentó poner fin a otra disputa latente, al menos por ahora. Un día después de que Clinton se comprometiera a participar en los tres debates previstos, Trump dijo que él también haría tres debates, aunque pareció dejarse una salida abierta. Trump se ha quejado en el pasado de que dos de los debates se han programado durante juegos de la NFL.
“Desde luego haré tres debates”, dijo Trump a la revista Time, aunque añadió: “Tengo que ver las condiciones”.
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Josh Lederman